1967: The Velvet Underground & Nico – The Velvet Underground & Nico (Verve)

Los discos que cambiaron nuestra vida

Realmente resulta difícil saber cuánto de inconformista resultaba el contexto social en el que se movían los integrantes de la Velvet Underground allá por mediados de los 60 en el underground neoyorquino, y cuánto de ese inconformismo era innato y patente en las mentes tan atípicas de sus principales figuras.

Lo que no cabe duda es la diferencia estilística chocante entre la psicodelia reinante de la época y promovida por unos endiosados ingleses como Beatles, Stones o Kinks, y la escupida (que no esculpida) por Lou, Sterling, Moe y John.

En el caso de la Velvet los colores se encogieron a su mínima expresión, el blanco y el negro, a través de texturas y/o iconos tan sádicos o sensuales como el cuero, los látigos o las botas altas. La sonrisa de sus foráneos ingleses fue plasmada en sus rostros neoyorquinos como una línea horizontal que transmitía más hipnotismo y cruda realidad que la felicidad ensoñadora de un submarino amarillo que parecía más propio de Marte que de los suburbios por donde podía actuar la Velvet. Envueltos en ese ambiente arty de la época (Andy Warhol hizo de padrino del grupo en sus inicios), los creadores del mítico disco del plátano crearon un mundo donde no había creencia alguna, se hablaba del mundo de las drogas sin reparo alguno y se mezclaba la calma del pop más puro con unas crispantes y tensas melodías, provocando una confrontación entre el noise y el pop inexistente hasta entonces.

Lou Reed tenía muy claro su talento, y así lo dibujó al declarar que él prefería tocar y cantar con el peor micrófono posible, ya que sus canciones se valían por si solas, sin artificios ni trucos de estudio. Esta definición encajaba a la perfección con un John Cale salido de las “faldas” de La Monte Young, músico experimental que jugaba con la música clásica y el minimalismo. Ambos, Reed y Cale, tomaron la pureza de la música clásica junto con una invitada de lujo, Nico, para embellecer sus canciones pop, el sonido experimental para hacer chirriar tanto las guitarras como la mítica viola de Cale y el minimalismo para dotar de hipnotismo a una propuesta que dejaba marcado al oyente en sus primeras escuchas. Este hecho no benefició para nada su aspecto comercial, siendo diez años después cuando por fin se veneró esta obra de tal manera que acabó siendo una de las más inspiradoras de géneros tan imprescindibles como el glam, punk, krautrock, post-punk, noise o el más reciente post-rock.

Lo que más choca sonoramente son las dos caras que ofrece The Velvet Underground & Nico (Verve, 1967). Por un lado “Sunday Morning” y “I’ll be your mirror” engalanan los oídos de tal manera que es imposible obviar esa belleza tan evocadora y ensoñadora, sostenida con una mínima batería (tocada de pie, por Moe Tucker, y repetida en grupos como Jesus & Mary Chain). Contando con la voz nasal de un cantante sin grandes dotes para cantar, como Lou Reed, y la garganta gélida e irrepetible de Nico, resultaba difícil resistirse a la belleza de unas melodías que rozaban la perfección en temas como “Femme Fatale”.

Por otra parte, la otra cara de la moneda la representa aquella que le proporcionó mayor anti-fama en un principio, o lo que es lo mismo, la que desproveyó a la banda del éxito comercial y artístico que llegaría 10 años después. Distorsiones retorcidas, historias de sadomasoquismo, de drogas y de nulidad son el temario principal de himnos del tamaño de “Heroin”, relato de un yonqui enganchado a la heroína o la inolvidable “Venus in furs”, uno de los temas más arriesgados de aquella época tan colorista. El carácter confesional que patenta Lou cantando estos dos temas demuestra que no hace falta tener una voz como Lennon, o una maestría instrumental como Richards o Hendrix, sino que lo más importante es solo una cosa: cómo hacerlo y el qué, o lo que es lo mismo, talento. Esta característica fue, es y seguirá siendo tremendamente inspirador en un grupo que quiso triunfar en su época y lo tuvo que conseguir una década después.

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