50 años de folk rock. 1965: el año que electrificó el folk

A las personas nos atraen los números redondos. De hecho, muchas técnicas de venta se basan en ello. Incluso los corredores de bolsa lo saben: es más sencillo vender por 50 que por 49, aunque el precio sea más caro, porque mucha gente espera (tanto para vender como para comprar) al número redondo. Es por eso que no es lo mismo el 49º aniversario de un acontecimiento que el 50º, aunque en realidad la importancia de lo celebrado no varíe en absoluto.

Tal vez por eso muchos medios musicales andan este año alborotados. ¿Y por qué no el pasado, o el anterior? Al fin y al cabo cada año es el 50º aniversario de algún acontecimiento importante. Supongo que la clave es que 1965 no es un año cualquiera. Desde luego los Beatles, los Stones o Dylan, por citar tres iconos de los 60, ya podían presumir de tener en su carrera varios hitos importantes. Sin embargo, 1965 es el año en que todos ellos dieron el gran cambio. Pero no solo estos grandes nombres los que revolucionaron el panorama musical: hay muchos otros, quizás más desde un segundo plano, que pusieron su granito de arena para que la segunda mitad de la década no tuviese nada que ver con el delicioso pero prácticamente intrascendente panorama de los primeros años 60.

Han sido muchos los reportajes que diversos medios han ido publicando a lo largo del verano, celebrando y explicando la importancia de los cambios que tuvieron lugar en 1965. Por mucho que Simon Reynolds, en su aclamado libro Retromanía (Caja Negra, 2012), criticara ese afán por la nostalgia, las reuniones y los aniversarios, estaremos de acuerdo en que la música popular ha llegado a un momento en el que ya tiene un pasado lo suficiente amplio, y grandioso en comparación con lo que se vislumbra en el futuro próximo, como para ejercer en nosotros una fuerte fascinación. Los que ya tenemos cierta edad vemos como nuestros ídolos van envejeciendo y algunos desapareciendo, lo que se traduce en su mitificación y de rebote en un potente sentimiento de idealización respecto a épocas pasadas. Pero estamos entrando en terreno casi filosófico, y Simon Reynolds dedica todo su libro (más de 400 páginas) a analizar el fenómeno, así que dejemos a un lado la sociología y dejémonos llevar por la música. Este es nuestro granito de arena para celebrar el 50 aniversario de uno de los años más importantes en la historia de la música popular.

1965: el año que electrificó el folk

Muchas cosas cambiaron, empezaron a cambiar, o sus cambios se asentaron definitivamente en 1965. De hecho, en mi opinión es un año crucial para entender la evolución de la música en la segunda mitad de la década e incluso en décadas posteriores.

Para empezar, estamos en el año en que se acuñó por primera vez el término “folk-rock”. Aunque lo importante no es su bautizo, sino su nacimiento. Así a grandes rasgos, podríamos decir que hasta 1965 el folk era algo del pasado que se había puesto de moda nuevamente gracias a revivalistas como Joan Báez, Peter Paul & Mary, The Kingston Trio y sobre todo Bob Dylan, que lo revistió de una fuerza expresiva y contestataria que lo hizo atractivo para las nuevas generaciones. Pero entonces llegaron unos melenudos, llamados The Byrds, que decidieron fusionar el folk con la música que llegaba desde el otro lado del Atlántico, principalmente el pop de los Beatles, y que asumieron como marca de la casa esa Rickenbacker que llevaba Lennon cuando la banda visitó los Estados Unidos. De esa forma convirtieron canciones de Dylan (“Mr.Tambourine man”) o Pete Seeger (“Turn, turn, turn”) en maravillas pop que, por unos meses, casi eclipsaron a los mismísimos Beatles. Fue entonces cuando un semanario norteamericano habló por primera vez de “folk-rock”.

Casi al mismo tiempo que los Byrds grababan su álbum de debut, Dylan hacía lo propio con Bringing it all back home, el famoso disco en el que introdujo por primera vez su nuevo sonido electrificado: el LP tenía una cara acústica y otra eléctrica, supongo que para ir administrando su nuevo sonido en pequeñas dosis. De todos modos, en una clara apuesta por el nuevo rumbo, apenas semanas después Dylan volvió al estudio para grabar la canción “Like a rolling stone”. Un par de meses después presentó sus nuevos temas eléctricos en directo en el Festival de Newport, y allí todos sabemos la que se lió. Ni la carrera de Bob Dylan, ni la música de raíces volvió a ser la misma.

La tercera pata sobre la que se asentó el nuevo sonido la construyó precisamente el productor de Bringing it all back home y “Like a rolling stone”: Tom Wilson. Un año antes había producido el debut de un nuevo dúo de folk que respondía al nombre de Simon & Garfunkel. No pasó nada con ellos hasta el punto de que Paul Simon se fue a Inglaterra y Art Garfunkel dejó temporalmente la música para volver a centrarse en sus estudios. Sin embargo Wilson, animado por el éxito de Dylan y The Byrds, decidió usar a los músicos con los que había trabajado en sus producciones eléctricas para darle un nuevo aire a uno de los temas que aparecían en Wednesday Morning, 3 AM, que así se llamaba el disco de debut de Simon y Garfunkel, sin decirles nada a ellos. Así, a ver qué pasaba. La canción que Wilson vio como buena candidata a ser electrificada se llamaba “The sounds of silence”, en principio porque había sido la única que atrajo cierta atención de las emisoras de radio. En septiembre de 1965 la nueva versión vio la luz, y en diciembre ya era número uno. No hace falta decir que Simon y Garfunkel se reunieron ante el inesperado éxito y vieron relanzada su carrera hasta límites insospechados cuando grabaron aquella frágil tonadilla folk.

Como siempre, la “música-ficción” es inútil porque es difícil saber cómo hubiera cambiado la historia de la música si algunos de sus momentos claves hubiesen transcurrido de forma diferente, o simplemente no hubiesen ocurrido. Quién sabe, tal vez la llama del country rock estaba ya prendida desde que Ray Charles grabó aquel sorprendente Modern sounds in country and western music, pero si nos lanzamos a especular es posible aventurar que, sin esos giros eléctricos de Dylan, Byrds y Simon and Garfunkel en 1965, quizás no hubiesen existido tal como los conocemos grupos como Buffalo Springfield, Crosby Stills and Nash, Love (que cambiaron su rumbo cuando Arthur Lee vio un concierto de los Byrds) o muchos de los que se crearon a rebufo de las sucesivas evoluciones de todos los nombres mencionados: Flying Burrito Brothers, Eagles, America o The Band, por mencionar sólo unos cuantos.

Discos cruciales en la historia del folk rock en los 60

Highway 61 revisited – Bob Dylan (1965)

Bringing it all back home – Bob Dylan (1965)

Mr.Tambourine man – The Byrds (1965)

Turn! Turn! Turn! – The Byrds (1965)

Songs of our times – P.F.Sloan (1965)

Blonde on Blonde – Bob Dylan (1966)

Sounds of silence – Simon and Garfunkel (1966)

Parsley, Sage, Rosemary and Thyme – Simon and Garfunkel (1966)

Fifth Dimension – The Byrds (1966)

Buffalo Springfield – Buffalo Springfield (1966)

Daydream – Lovin` Spoonful (1966)

The Incredible String Band – The Incredible String Band (1966)

John Wesley Harding – Bob Dylan (1967)

Younger than yesterday – The Byrds (1967)

Goodbye and hello – Tim Buckley (1967)

Moby Grape – Moby Grape (1967)

Fred Neil – Fred Neil (1967)

Blowin` your mind – Van Morrison (1967)

Music from Big Pink – The Band (1968)

Sweet child – The Pentangle (1968)

The notorious Byrd Brothers – The Byrds (1968)

Bookends – Simon and Garfunkel (1968)

Richard P. Havens – Ritchie Havens (1968)

The Graduate BSO – Simon and Garfunkel (1968)

Who knows where the times goes – Judy Collins (1968)

The Band – The Band (1969)

Liege & lief – Fairport Convention (1969)

Brother where I`m bound – Dion (1969)

Everybody knows this is nowhere – Neil Young (1969)

Crosby Stills and Nash – Crosby Stills and Nash (1969)

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