A winged victory for the sullen + Berlinist – Sala Cats (Madrid)

Tenía muchísimas ganas de ver en directo a A winged victory for the sullen. Por desgracia, este tipo de propuestas sonoras no se prodigan tanto como nos gustaría por estos lares.
Recuerdo cómo llegue a ellos. Fue en 2011; Dustin O´Halloran (piano) había publicado esa maravillosa obra de clásico moderno que es Lumiere  (11) y él mismo, junto a Adam Wiltzie (guitarra, teclados y álma mater de los inconmensurables Stars of the lit), creaban el mismo año este proyecto publicando un disco trascendental en mi transitar emocional, el imprescindible álbum homónimo, A winged victory for the sullen (11).

La confluencia de géneros como el neoclásico, el drone, el minimalismo y el ambient daban como resultado una obra conmovedora de principio a fin, un viaje fascinante al fondo de nuestras entrañas. Posteriormente, publicaron Atomos (14) que, sin ser en absoluto un disco menor, no logró calarme de la misma forma debido en parte al impacto revelador de su ópera prima y, quizá, a un enfoque más cerebral y frío.

Atomos era la obra que venían a presentar y en ella se basó su concierto, sin resultar por ello un escollo la comunión de mi alma con su sonido purificadoramente conmovedor. Para ello, el dúo se hizo acompañar de un terceto de cuerda compuesto por violín, viola y violoncello. Qué duda cabe que eso acrecentó el imponente sonido y resultado de sus composiciones.
Cuando el piano de O´Hallaran tomaba el mando -con sutilidad a la par que intensidad lúcidamente controlada-, el concierto se elevaba especialmente. Serios, concentrados y poseedores de una profesional exquisita, no les costó desde el primer instante prendar a un respetable, una vez más -y esto es sorpresa- modélicamente silencioso y agradecido.
Por el contrario, y vaya por adelantado mi respeto hacia las salas capaces de programar artistas de este género tan arriesgado, la velada pedía otra sala, algo más acorde al sonido reflejado; un teatro o similar, y no un lugar en el que el ruido de las cajas, vasos y cascos de las barras, unido a ciertos acoples de sonido puntuales, empañaba y dificultaba entrar de lleno en la actuación, tal y como demanda una cita de estas características por mucho que la predisposición emocional fuera del todo receptiva a lo allí acontecido.

Justo con los mismos problemas tuvieron que lidiar antes Berlinist. Qué duda cabe que los barceloneses fueron la mayor sorpresa de la noche para quien les escribe. Poseedores de un directo rico y revelador, llevado a lo más alto por la bonita voz de Gemma Gamarra, que tan pronto recordaba a Over the rhyne como a Cowboys Junkies, dieron una magistral clase de elegancia y sensibilidad con una suerte de mezcla entre folk y neoclásico. No dejen de seguir la pista de su muy reciente lanzamiento The Winter hexagon (15) y, muy especialmente, de la canción que me prendó desde su escucha la pasada noche, «Weltschmerz».

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