Al Berkowitz – Sala Monasterio (Barcelona)

Una banda puede enfrentarse a dos grandes peligros, muchas veces ajenos a ellos, en todo concierto que no tiene lugar en grandes espacios ni que es muy masivo. Un mal sonido de la acústica o de los micros o los cables o de la mesa de sonido y un público excesivamente hablador (algo que parece más común de lo habitual). Esto es a lo que tuvieron que hacer frente el grupo Al Berkowitz, y sus teloneros la banda barcelonesa de indie rock distorsionado Elora, en su concierto en la Sala Monasterio de Barcelona, posiblemente el último directo que se celebra en la sala que se traslada al Port Olímpic.
A pesar de los impedimentos sonoros y de un público que fue centrándose a medida que pasaban las canciones, Al Berkowitz salió victorioso de este difícil combate con su art rock psicodélico y experimental, y sus reminiscencias a finales de los años 60 y a la psicodelia. De hecho, ellos, Ignacio Simón, Santiago Estrada y Lorenzo Palomares, estaban allí, o un poco más allá de todo, con las distorsiones y sus acordes, con sus notas de bajo y sus redobles de timbales.

La banda invitó al que quisiera a ese fantástico viaje a través del sonido más contundente al más melancólico, del más psicodélico al más nostálgico, del más oscuro al más luminoso, con once canciones, la mayoría de ellas de su último trabajo A long hereafter / Nothing beyond (Temple Records / Taliban Music), claramente uno de los mejores discos españoles del pasado año, y otras de su álbum de debut Barely nice (2009).
Al Berkowitz conecta o quiere conectar con todo aquel que desee ser conectado con sus piezas. No hubo muchas pausas y el directo fue un chorreo continuado de canciones con una identidad muy propia y con una gran complejidad. Nada que ver con el esquema de melodía/ estribillo/ melodía/ estribillo / solo / estribillo y final. Al Berkowitz han superado por completo ese esquema. Así lo demuestran temas como por ejemplo la contundente «Farewell, my lady!» y «You and I», la encargada de abrir A long hereafter / Nothing beyond, o la oscura «Apprenticeship and attitude», muy cercana a la atmósfera de Joy Division. Contundencia. Mucha contundencia.   

El momento más especial del concierto fue la acústica «How Could we get ourselves lost?» para la que Ignacio Simón, cantante y guitarra del grupo, pidió a los asistentes silencio porque iba a tocar el tema con la guitarra acústica sin enchufar. El silencio se produjo y realmente hubo algo muy intenso para todos aquellos (repito) que quisieran escuchar. La voz enlatada a causa del micro le daba incluso un toque aún más angustioso y profundo a esta preciosa canción, una de las mejores de su último trabajo. El concierto acabó con otras de sus mejores piezas propias del rock psicodélico como es «The Frenchman and the Rabbitman».
Es injusto. Lo es. Ver a bandas talentosas con tanto que ofrecer -y tanto que ya han ofrecido- con esos problemas que van más allá de su música. Sin embargo, los que estuvimos allí con ellos lo disfrutamos al 100%. Y esto, estoy convencido, acaba de empezar.

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