All Them Witches – Dying surfer meets his maker (New West Records)

Las etiquetas en la música son, en su mayoría, una guía. Una ayuda para poder diferenciar y distinguir aquello que tenemos delante, un estilo de otro, aunque muchas veces se mezclen y se difuminen en uno solo. Una forma básica (para algunos, irrelevante e innecesaria) de entender el camino que ha decidido tomar un artista o de comprender el sonido de una determinada escena. All Them Witches es uno de esos grupos a los que es imposible encasillar dentro de un determinado estilo. Con una base de blues rock y aroma sureño, los de Nashville se desenvuelven con soltura dentro del rock alternativo, la psicodelia, space rock o el hard rock, desarrollando un sonido enriquecido. En su segundo trabajo, Lightning At The Door (2013), ya decidieron indagar más en las distorsiones psicodélicas y atmósferas evocadoras. Un paso más en la experimentación respecto a su debut Our Mother Electricity (2012). Aquí, el blues denso, el rock sureño o folk era la marca de la casa. Con Dying Surfer Meets His Maker, parecen haber dado rienda suelta a su creatividad y vuelven a poner en marcha la coctelera.

El último trabajo de All Them Witches es todo uno. Una canción se sucede tras otra como con un hilo conductor. Han creado, básicamente, una masa cósmica guitarrera. Desde la acústica y etérea “Call me a star” hasta la casi recitada “Blood and sand/Milk and endless waters”, Dying Surfer Meets His Maker aúna blues, guitarras pesadas y distorsionadas, folk acústico, pasajes oscuros, pura energía del rock clásico o instrumentales importados directamente del space rock. Perfecto como banda sonora para ir a cenar a la Luna. El álbum lo grabaron embutidos en una cabaña aislada en una zona montañosa de Pigeon Forge, en Tennessee. Y al escucharlo, sí, tienes esa sensación de introducirte en una burbuja. Íntima y, a la vez, explosiva. Esta localización influyó en cierta forma en el estilo del álbum. “Hay una dualidad que se sucede a lo largo de este disco, la soledad de la montaña y la absoluta Babilonia que es Pigeon Forge”, según el vocalista y bajista Michael Parks. La instrumental “El centro”, después de la cálida “Call me a star”, es una buena muestra de esta dicotomía, con una imponente línea de bajo, guitarras distorsionadas y una percusión protagonista. Hard blues en estado puro interpretando un pasaje espacial. Le sigue “Dirt preachers” como una explosión de pura energía a golpes envuelta en un blues con garage rock. Desgarrada, tintes psicodélicos, oscura. Lo que sería casi la sinopsis de All Them Witches en su conjunto. Quizá donde más resiste su estela de rock sureño es en “This is where it falls apart”, con un tempo más lento y denso, azuzado por los gemidos juguetones de la armónica. Tras el oasis acústico de “Mellowing”, llega la increíble “Open Passageways”, una pieza que comienza con una guitarra acústica evocadora y va en aumento con la percusión y el lamento del violín escalando hacia el final. Parks la definió como “un capítulo sobre el movimiento de las personas para encontrar algo mejor, en lugar de quedarse con lo que ya tienen”. Una de las mejores del álbum. También destaca “Talisman”, que empieza como una balada folk para coronarse con unas guitarras hipnóticas.

All Them Witches parecen presentar dos planos de realidad. Uno, su vertiente cósmica, enamorada del rock espacial y los regustos psicodélicos, donde reside además gran parte de sus letras. El otro, el de los pies en la tierra, el del blues sucio, los tintes sureños y el rock alternativo. Un plano astral y otro clásico que conviven en perfecta armonía.

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