Ana Curra presenta EL ACTO – Teatro Kapital (Madrid)

Treinta años han pasado desde el lanzamiento de un disco imprescindible en la historia del Rock español, El Acto, de Parálisis Permanente.

La verdad es que es harto difícil afrontar la reseña de un concierto cuando se es tan fan, como es mi caso.  Como decía un tipo de aspecto siniestro, que ya no cumplía los cuarenta, en primera fila, en contestación a otra chica que comentaba estar muy nerviosa; “Claro, para no estarlo, Parálisis han sido la banda sonora de nuestras vidas”.

El caso es que Ana Curra ha esperado estos treinta años para hacerlo porque, según, sus propias palabras, no ha estado preparada hasta ahora. Es una espinita que se tenía que sacar y así lo ha hecho, máxime cuando Parálisis, al contrario de lo que se piensa, realmente tocaron muy pocas veces en directo, no pudieron, la carrera de Eduardo Benavente se vio truncada en un fatídico accidente automovilístico la tarde del 14 de mayo de 1983.

Antes, íbamos a disfrutar de las canciones del dúo femenino Maud The Mouth, defendiéndose únicamente con sus voces, un piano y un violonchelo. Las madrileñas tienen canciones y actitud y, personalmente, me parecieron deudoras de Amanda Palmer y su grupo Dresden Dolls. Lástima que tuvieran que lidiar con un pésimo sonido, el violonchelo no se oía en algunos temas y en otro el piano tampoco se apreciaba, y con la cuota de público (en ocasiones inevitable) poco respetuoso con los teloneros. 

Volviendo a Ana Curra y El Acto, el ambiente  era más que excelente, entradas agotadas, público variopinto; gente que en su día los vio en directo, nuevas generaciones que conocieron al grupo posteriormente, punkies y siniestros de la vieja guardia, y todos rendidos a sus pies. Así, con puntualidad sobre el horario establecido comenzaban a proyectarse unos visuales, que acompañarían toda la actuación, sobre la pantalla gigante de la sala, y salían a escena los acompañantes de Ana; Manolo Uvi al bajo, Cesar Scappa a la guitarra, Rafa “Le Doc”a la batería y Jose Battaglio a la guitarra.

Comenzar El Acto, con “El Acto”, y con Ana golpeando las teclas del piano como una posesa, hasta tal punto que rompió una de las teclas, daba una idea de las ganas con las que la banda salió a escena. Siguió con la revisión del “I Wanna be your Dog” de los Stooges, dicho sea de paso la mejor versión que se ha hecho nunca de esa canción, con unos músicos visiblemente sorprendidos y entusiasmados por el llenazo de la sala, y es que ya lo dijo la propia Ana; “Cada vez que escucho estas canciones me emociono, me siento como vosotros, yo solo soy una fan”. Como emocionante fue la dedicatoria de Cesar Scappa al batería de Parálisis Permanente, Toti, y a Enrique Sierra de Radio Futura, recientemente fallecido.

Canciones inmortales, sentimientos a flor de piel y el espíritu de Eduardo sobrevolando la sala Kapital hacían del concierto algo especial, pero la aparición del bajista (Rafa Balmaseda) de Parálisis Permanente sobre el escenario, para tocar “Esa extraña sonrisa”, elevo El Acto a estatus de evento irrepetible.

¿Pero como suenan, realmente, las canciones de Parálisis en el Siglo XXI? Pues suenan, lógicamente, diferentes a las grabaciones dejadas por la banda, y esperar que hubieran sonado iguales habría sido una gran equivocación. Ana Curra ha apostado por dotarlas de más intensidad sonora, reforzando con una segunda guitarra, y la solvencia y la pegada de un bajista como Manolo Uvi. Ahora suenan, desde luego, mucho más Punk y las guitarras cobran más protagonismo. Desde mi punto de vista todo un acierto el haber huido de hacer de esta revisión un acto de nostalgia sonora.

En los bises Ana comenzó con una pieza de Bach al piano, mientras en la pantalla se proyectaba el rostro de Eduardo Benavente, le siguieron las dos canciones más aceleradas y más celebradas, en este caso con un pogo de carácter democrático, ya que afectó a, prácticamente, toda la sala, “Autosuficiencia” y “Un día en Texas”. No exagero si digo que el viernes 9 de febrero del año 2012 Ana Curra hizo, de nuevo, historia. Lástima que, como si de un sueño se hubiera tratado, haya sido un Acto único e irrepetible.

Estuvimos allí, gracias Ana.

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