Aries – Mermelada Dorada (La Castanya)

Aries es el nombre con el que Isabel Fernández, ex componente de Charades y Electrobikinis, arrancó en solitario hace un par de años. Entonces debutó con La Magia Bruta (Bcore, 2012), un álbum en el que Isabel desarrollaba su faceta de compositora pop hacia terrenos más psicodélicos de los que hollaban sus bandas anteriores.

Ahora, en Mermelada Dorada (La Castanya, 2014), esa faceta se expande todavía más. Lo que aquí encontramos es una especie de deconstrucción del pop 60s más luminoso, tomando prestados ritmos y melodías que recuerdan las producciones de Phil Spector, las delicadas canciones de chicas (Lesley Gore, Ronettes) y la exuberante elegancia de Left Banke. Con todos esos mimbres Aries construye una paleta sonora propia, al estilo de lo que Animal Collective ha hecho en ocasiones con la música de Beach Boys, o Ariel Pink con el pop sintético de los 80.

El álbum se abre con la deliciosa «Visiones», que con su temática de ruptura y su combinación de letras apocalípticas y melodías alegres recuerda a aquel sensacional «End of the world» que cantaba Skeeter Davis a principios de los 60. Montones de capas de voz se superponen en temas como «Luz dorada» o «Si te desanimé», luchando con un muro de sonido para hacerse oír, tónica general en casi todos los temas del disco. Unos temas, por cierto, que en muy pocas ocasiones superan los dos minutos y medio, tal como ya ocurría en su anterior trabajo.

Llega entonces la sorpresa oculta en la última canción: «Transmisión», con sus once minutos de duración y totalmente instrumental, ejerce de guía de viaje, de índice, de manual con el que poder interpretar el lecho sonoro del álbum. Saltando de ragas orientales a toques a lo Tubular Bells, pasando por mantras psicodélicos y dulces pasajes de guitarra, desconcertará seguramente al oyente con oídos menos abiertos o al fan irreductible del pop de Charades, pero el sabor de boca que deja al que se atreve a adentrarse sin prejuicios en su frondosa maleza tarda mucho en desaparecer. Un sabor de boca impreciso, pero magnífico. Por arriesgarme y decir algo, diría que sabe a serenidad.

 

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