Azkena Rock Festival 2014 – Recinto Mendizabala (Vitoria-Gasteiz)


Más de 26.000 personas, según fuentes de la organización, acudieron a la XIII edición del Azkena Rock Festival, superando levemente las convocadas en el año anterior.
Y éstas parece que son las cifras del público del festival que valora tanto el cartel como la comodidad del recinto, el estupendo ambiente y las ganas de pasarlo bien, aún en casos como el de este año, en que la primera jornada castigó climatológicamente con rayos, truenos y centellas a los aficionados y a las bandas, provocando retrasos y cancelaciones en un par de conciertos (que se consiguieron recuperar al día siguiente afortunadamente) en el felizmente recuperado el tercer escenario, estupendo escaparate de bandas estatales.
Y siguiendo hablando del tiempo, el del calendario en este caso, tres de las principales bandas del cartel celebran sus 40 años o más de trayectoria The Sranglers, Blondie y Scorpions.
Nosotros empezamos el festival con el  sexagenario Seasick Steve aguantando el aguacero y el granizo, bien pertrechados, eso sí, a ritmo de blues retorcido, boogie fiestero y algún repunte country. En formato dúo, batería y guitarra, y sin ninguna querencia escénica, parecían patrocinados por John Deere, barbudos, canosos y desastrados, no perdieron la ocasión para cambiar de guitarra en cada tema y mostrar una pasarela de banjos, guitarras de caja, con una botella de cerveza en un extremo…. en un concierto de ritmo creciente que dejó plenamente satisfechos a los valientes que aguantamos.
Corriendo nos dirigimos a la carpa donde empezaban The Stranglers, dignos supervivientes del punk del 77 y que ya habían pasado hace un par de meses de gira por el estado. En poco más de una hora repasaron su cancionero de 4 décadas en un estado de forma más que aceptable con JJ Burnell como único resistente de los miembros fundadores y una colección de hits que fueron de «No more Heroes», su secuestrada versión de los Kinks «All Day and All of the Night», el eterno «Golden Brown», el efectivo y trotón «Hanging Around»,»Walk on By» o «Peaches» entre algodonosos teclados que algunos quisieron ver trasnochados por ochenteros.
Del punk al pop, del rock al post (punk-pop) y de allí al verano que ese viernes se negaba a aparecer, de «Always the Sun».
Triunfadores del trío de los 40 años de carrera.
De ese club son Scorpions, que abdican pero no terminan de irse, hace unos meses anunciaban sus conciertos de despedida en Madrid y que aprovecharon la mañana para visitar el museo Guggenheim y comenzar su concierto con 2 descargas, así lo denominaban las revistas heavys de la época, que recordaban a aquel combo de directo poderoso de hace 25 años. Pero nada más lejos de la realidad porque a continuación aparecieron una serie de baladas azucaradas, solos de batería y percusión bastante infames, que casi nos teletransportan a un concierto de Carlinos Brown, con un sonido bajo para proteger a su vocalista Klaus Meine justito de voz y de fuerzas. Platafomas elevadoras, pantallas y juegos de luces epatantes y facilones para ocultar las carencias rockistas de la banda a pesar de las posturitas de Rudolf Schenker y Matthias Jabs.
Solo remontaron en los bises con la contagiosa «Big City Nigths» (no comentaremos a quien vimos bailando el tema, lo que pasa en el ARF se queda en el ARF), «Rock You Like a Hurricane» y esa canción que les gusta a nuestras madres, «Still Loving You».
Terminando emulando a Miles Cyrus enarbolando, no una ikurriña, sino la bandera asturiana.
La sorpresa de la jornada la protagonizó Marah, en su nueva versión mucho menos rockera y sin uno de los hermanos Bielanko, en la presentación del proyecto «Mountain Minstresly of Pennsilvanya» recuperación de canciones folk/blues de principios de siglo. Así Dave Bielanko dirigió la mini orquesta que tenía a su cargo pero apoyado en Gus Tritsch, niño de 10 años, que se convirtió en el centro de atención tanto por su pelo rubio/blanco como por su destreza con el violín que era el que marcaba el tempo de la banda, un mocoso virtuoso y que se retiró solo para que Dave recuperara algún tema de los Marah anteriores «City of Dreams» o «Sooner or Later» bajando a mojarse a cantar con el público.
Volvió a aparecer el pequeño tocando la slide guitar de caja para subir el tono rockero del concierto, como pez en el agua delante los que podríamos ser sus padres o incluso abuelos…..Para rematar la actuación apareció el hermano de Gus tocando la tabla de lavar en una larga jam de sabor a pantano y zydeco, que rompió con un grito liberador que arrancó las sonrisas y el júbilo del escaso público que les contempló.
Asombrosos los hermanos.
Terminaron  la jornada, ya a cubierto en la carpa, Turbowolf que sonaron contundentes pero quizás algo planos y demasiado mediatizados por la presencia escénica de su cantante que acaparaba todo el protagonismo y los Unida de John García en otra demostración de rock granítico y pesado como ya hiciera en ocasiones anteriores con Hermano o los ex Kyuss, estilo éste del stoner, que entra mucho mejor en ambientes secos y arenosos que entre humedades y goteras, aún así el concierto poderoso del festival.
La segunda jornada del festival amaneció despejada y la lluvia nos respetó especialmente al tercer escenario perjudicado en la víspera con cancelaciones y retrasos donde se pudo ver una paleta de bandas estatales en la que sobresalieron los gallegos folk rock Niño Y Pistola, y los autóctonos Arenna con su stoner de raíces internacionales y sabor local y The Soulbreaker Company, consolidados con su último álbum «Graceless», lisergia planeando cerca de Pink Floyd.
Tras ver, unos instantes, a los émulos británicos de The Black Crowes, The Temperance Movement otros mocosos un poco más crecidos hacían acto de aparición el escenario y nos olvidábamos rápido de ellos.
The Strypes nos trasladaron a las épocas en las que no había festivales, los conciertos se veían en salas, apretujados, sudorosos, con humo, cerveza y sintiendo la música en la boca del estómago. Irlandeses con edad para no dejarles entrar en el recinto, tienen un pie en el pub-rock otro en el r&b verdadero y poderoso y medio zapato en el mod de The Jam y así lo atestiguaron sus versiones de Dr. Feelgood o H. Wolf. Estos chicos lo tienen: sonido, presencia, estética y canciones solamente podemos esperar que no se disuelvan entre grandes festivales, productores de renombre y cosas parecidas
A continuación Violent Femmes volvían al festival a recrear su álbum homónimo sin Víctor de Lorenzo y en medio de disputas legales entre todos los miembros originales, pero sin brillo y con falta de «punch» a pesar de que congregaron hasta 8 personas en algún tema. «Prove My Love», «Confessions» o «Gone Danny Gone y su xilófono destacaron en un concierto que fue de menos a más pero que no terminó de romper a pesar de contar con el saxo de The Stooges, Steve Mackay.
Joe Bonammasa en formato quinteto, ya había visitado el festival en un grupo de allstars, se paseó con seis temas en 60 minutos por el blues rock de filiación británica y una larga balada de hard  rock setentero y aromas sureños que disfrutaron los amantes de los guitarhero, que de todo tiene que haber en un festival de rock ¿o no?
Momentos de espera a ritmo de reggaeton nos pusieron alerta, y a escena Blondie 40 años de carrera, no continuada, con los tres supervivientes Chris Stein, Clem Burke y Deborah Harry vestida con un traje pijama cuasi arlequinado, parece que de Louis Vuitton y que desde la lejanía, transmutaba en una doble de la replicante Daryl Hannah en «Blade Runner». Poco volumen y se atisbaba que, la otrora símbolo sexual de adolescentes y jóvenes que se asomaban al mundo del pop, no está en su mejor momento pero, a pesar de todo, le poníamos voluntad y ganas de pasarlo bien con «One day Or Another» o «María». Pero no arrancó y la cosa fue a peor con «Call Me» y «Hanging on the Telephone» mezcladas con temas de su nuevo disco, cantandas sin fuerza, cediendo el micro al público, con un Stein más preocupado de no fallar una nota y un Burke parapetado tras su multibatería.
Curiosamente la cosa remontó en una versión de Beastie Boys cantanda por un público entusiasta para irse definitivamente al precipicio con un «Dreaming» rozando lo patético en el bis. El mito por los suelos.
Wolfmother habían visitado el festival en 2006 con un show pletórico, de esos de cuando vienen con sus mejores temas y con ganas de comerse el mundo. En 2014 el grupo parece asentado pero para mal. Faltos de la garra y el alma de 2006, su mezcla de stoner, hardrock y otros ingredientes como el blues, apañó el vacío dejado por Blondie y nos encarriló hacia un fin de festival de marcado carácter hard setentero, brillando en temas como «Woman» «Califonia Queen» o «New Crown» entre un bajista saltarín y movimientos de melenas al viento.
Los intrascendentes Royal Thunder dieron paso a al trío alemán Kadavar que despacharon un concierto poderoso, hormigonado de riffs infinitos, pesados y batería aplastante que mejoró su anterior concierto en la sala Helldorado para poner punto y final a esta edición del ARF 2014.
 

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