Band of Horses – Everything all the time (Sub Pop)

Everything all the time marca el debut de Band of Horses, el nuevo proyecto de Ben Bridwell (guitarra y voz) y Mat Brooke (bajo) tras la disolución de Carissa’s Weird. Su discurso consiste, a grandes rasgos, en estirar las posibilidades del country alternativo hacia territorios más expresionistas. El entorno promocional lo califica de “rock lunar”. Sea lo que sea, las comparaciones con My Morning Jacket serán inevitables.

El segundo nombre que aflora al escuchar Everything all the time es el de los Flaming Lips, concretamente el de su líder y vocalista Wayne Coyne. La voz de Bridwell es por momentos idéntica a la del frontman de los Lips. Aún suponiendo que sea una similitud accidental, cabe decir que ese histrionismo ácido cuadra mejor con la banda de Oklahoma que con estos Band of Horses. A lo mejor es algo personal. Reconozco que no suelo llevarme bien con los excesos vocales. Pero tengo la sensación de que, al igual que sucede con la voz de Jim James en My Morning Jacket, la teatralidad de Bridwell juega en contra de la precisión de varios temas. El tercer referente a destacar es Neil Young, aunque el canadiense representa más un punto de partida que una presencia efectiva en el resultado final. Aquí la nota predominante acaba siendo el pop de guitarras y medios tiempos, por mucho que la sensibilidad country sea evidente desde el primer momento.

En cualquier caso, es innegable que esta banda ha destilado un sonido rico y propio. La factura del disco es impecable. Sobre todo el muro de acordes crispados, pero limpios, que domina el primer bloque de Everything all the time. Luego, las texturas acústicas resuelven el disco a un elevado nivel. Pero la calidad y amplitud del sonido no ocultan, en última instancia, la principal carencia del álbum: las canciones no dejan huella. Tras varias escuchas se mantienen intensas y melancólicas dentro de su histrionismo, y sin embargo apenas consiguen generar esos elementos intangibles que marcan la diferencia y definen la esperanza de vida de un álbum.

Pese a todo, Everything all the time presenta canciones que merecen ser escuchadas: “The funeral” es compleja e incisiva en el aspecto emocional; “Part one” es el clímax acústico; y “Weed party”, el contrapunto veraniego. Estamos ante un debut notable, recomendable, que no llega a cansar (36 minutos) y tiene poco que envidiarle al elogiado Z de My Morning Jacket. Seguramente es una de las siete u ocho novedades más destacables que he escuchado en lo que va de año. Pero si en diciembre todavía pienso lo mismo, querrá decir que la cosecha de 2006 no ha sido precisamente memorable.

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