Björk – Vulnicura (One Little Indian)

La portada del nuevo disco de Björk nos la muestra enfundada en cuero y con una gran hendidura en el pecho, como si le hubieran arrancado el corazón de cuajo. Un reflejo visual de lo que nos encontraremos dentro de Vulnicura, las composiciones más honestas y personales en la carrera de la cantante, que desnuda sus sentimientos para hablarnos de la ruptura sentimental con su pareja durante más de una década, el artista Matthew Barney.

El noveno álbum de la islandesa, que ha visto adelantada su edición casi dos meses por una filtración, (algo tan habitual en nuestro tiempo), fue anunciado  no solo como una colaboración con el prestigioso productor Arca, artífice del Yeezus, de Kanye West, sino como un regreso -en parte- al sonido ampuloso de Homogenic (1997) y Vespertine (2001).

Lejos de la experimentación o los brotes extravagantes de la última década, sí nos encontramos ante su trabajo más equilibrado y brillante en mucho tiempo. Y quizá podemos afirmar que esa prematura aparición que habrá trastocado diversos planes de lanzamiento, haya sentado bien a unas canciones que si hubieran venido envueltas en diversas florituras promocionales por medio de apps, exposiciones y demás artificios, se hubieran deslucido.

Narrado como la cronología de una separación, Vulnicura se abre con las cuerdas majestuosas de «Stonemilker», su canción más convencional en años, que situada nueve meses antes del fatal desenlace, anticipa lo que está por venir. Le siguen el guiño a Medulla (2004) «Lionsong» y la gran «History of Touches» que con su desnudez y la frase demoledora: «I wake you up, in night feeling, this is our last time together» marca el punto final y refleja la caída a la más oscura de las tristezas, representada de manera soberbia en otro de los momentos cumbres del LP, una «Black Lake» fechada dos meses más tarde, que en sus 10 minutos nos ofrece un recorrido por todas las fases del bajón.

Con «Family» llega el refugio en los allegados que ayudan a curar las heridas y «Notget» que transcurre 11 meses más tarde, atisba el comienzo de la curación  arropada por siniestras cuerdas y beats chisporroteantes. La intensidad y densidad de estas piezas pueden hacernos llegar con cierta saturación a estas alturas del disco, donde aún tendremos tiempo de encontrarnos con la compañía de Antony Hegarty en «Atom Dance», de vivir la resurrección en la enrevesada «Mouth Mantra» o de culminar la travesía con «Quicksand» un nuevo viaje de exploración sonora que demuestra la insaciable capacidad de Björk en seguir yendo un paso más allá en cada una de sus entregas.

Un trayecto de dolor y resurrección del que ha querido hacernos partícipes y que nos la devuelve en plenas facultades. Una obra no apta para un consumo rápido, que requiere múltiples escuchas para apreciar la magnitud y el esfuerzo que atesora.

 

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