Black Dice – Moby Dick (Madrid)

Miércoles noche de frenopático en Madrid. Había ganas de ver a la dupla Black Dice y Cave en acción, sobre todo a los primeros. La psicosis sonora de los de Brooklyn tiene fama de violar tímpanos sin ningún tipo de concesión y lo consiguieron, sin lubricante, desde el primer minuto. Y si además el escenario es la acogedora sala Moby Dick, probablemente el mejor local de conciertos de la capital en cuanto a calidad de sonido por tamaño y disposición, puedes irte arrancando las orejas.
Calentaron los motores Cave, con un indie rock de viejo cuño y ramificaciones psicodélicas prácticamente instrumental. En poco más de media hora presentaron al público un concierto expansivo, casi espacial, donde rozaron, dentro de su clásico y encorsetado estilo, distintos géneros musicales (se intuía algo de blues y funk en algunos acordes). Empezaron con fuerza, pero en el ecuador de la actuación se desinflaron al apostar por canciones más espesas y profundas, cercanas al post rock. Terminaron ganando potencia y luminosidad y fueron despedidos con un importante puñado de aplausos.

Tras unos minutos de pausa apareció el trío Black Dice preparando y enchufando con tranquilidad sus instrumentos que, si te pillan de nuevas e imprevisto, pueden convertirse en auténticos instrumentos de tortura. En cuanto se proyectaron los visuales sobre la representación en relieve del blanco y gigantesco cetáceo imaginado por Herman Melville que sobresale en el fondo del escenario, empezó el concierto y la cordura salió por la puerta. Para ser más preciso, fueron los abismales berridos de Aaron Warren escondidos tras una maraña de ritmos e impulsos electrónicos a un volumen extremo los que la ahuyentaron. Suma a eso a Eric con los ojos en blanco, en pleno estado catatónico durante la hora que duró el set y a Bjorn, totalmente concentrado en su guitarra. El público, a medida que el concierto enloquecía más, decidió sobreactuar: movimientos espasmódicos con la manos cerca de las orejas al más puro estilo Thom Yorke, gente de cuclillas a la que le costaba asimilar lo que estaba experimentando y algún que otro amago de pogo que no fructificó, probablemente, porque era entre semana y eso frena cualquier impulso o esfuerzo extra, no se vaya a echar en falta a partir del viernes.
Al acabar estabas acabado, listo para irte directo a la cama, como si te hubiese pasado un tsunami por encima. Era cierto lo que advertían quienes ya los habían visto en directo: sus temas de estudio son casi irreconocibles en directo. No es malo, al contrario, le aporta frescura a su propuesta aunque también lo hace menos digerible.
Me aterroriza encontrármelos en algún festival cerrando la noche.
 

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