Blues Pills – Sala Caracol (Madrid) – 02/03/16

No, el blues no ha muerto. Se esconde, se diluye y vuelve, serpentea alrededor de diferentes géneros, los atrapa y los hace suyos. Bien lo sabe el sonido de Blues Pills, que se alza envuelto en un aura mágica de puro blues rock espolvoreado con un poco de psicodelia. El grupo formado por la vocalista Elin Larsson, el guitarrista Dorian Sorriaux, el bajista Zack Anderson y el baterista André Kvarnström lleva girando por territorio español desde el 26 de febrero. Seis citas que se han quedado cortas en ciudades como Madrid o Barcelona, con todas las entradas vendidas y ruegos por arañar las últimas migajas. La capital ha sido la penúltima parada del variopinto grupo. Fue en la madrileña sala Caracol donde, después de la actuación de unos desatados Pristine, con una energía y un estilo muy similar al grupo estrella, tuvo lugar esta cita con el sonido más puro de Blues Pills, un místico viaje en el tiempo durante casi dos horas.

Elin Larsson se pasea grácilmente por el escenario, descalza, convirtiéndolo en su casa y en la de los asistentes que observan ensimismados a la nueva diva del blues rock. Pandereta en mano, sacude frenéticamente su pelo rubio, como electrizada por su propia música. El sonido de Blues Pills es hipnótico y evocador, rudo y delicado, frío y cálido, profundo y sencillo. La dicotomía del grupo europeo reside en su propia alma: es la renovación del sonido clásico del blues rock, nada más y nada menos. Un colorido resurgir de los 70, musical y estéticamente.

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Larsson es un torbellino y su voz, un torrente. Lo demuestra desde “Black smoke”, el tema con el que dan la bienvenida al concierto, y lo deja más que patente con el increíble y abrasador cierre a través de “Devil man”. La sueca dirige sonrisas e intensas miradas al público y alza el micrófono para que la sala coree a voz en grito las dos palabras que dan nombre al tema. Las canciones se van sucediendo y cada una destila la misma energía que la anterior, o más, como una batería inagotable que se nutre de rock and roll. Entre ellas, la explosiva “High class woman” o “Little sun”. Although it’s hard, little sun / You have to know / When dark comes around / It’s when you have to glow, arrulla Larsson en uno de los temas más preciosos de la noche. A este le sigue, tras un público voceando que quiere más, el que será ya el primer bis y la única interpretación acústica del concierto. “Yet to find” se prepara para la despedida con una Larsson mucho más delicada y con Sorriaux cambiando la guitarra eléctrica por la acústica. Un ambiente cálido que, poco después, explotaría con la fuerza de “Devil man”.

“Hemos terminado ya el nuevo álbum y volveremos aquí en verano para presentarlo”, anunciaba exaltada la vocalista, dando por continuado su legado de blues rock. A pesar de su deferencia por la estética psicodélica, con sus coloridas vestimentas, sus conjuntos ribeteados, melenas interminables y su amor por el rock ácido, Blues Pills han demostrado una clara inclinación por el clásico blues rock, convirtiéndolo en su insignia más representativa. Aunque en nuestro país sus citas sean en salas pequeñas, arrastran ya hordas de fans fieles enamorados de una música directamente importada de los 60 y 70. El sonido de enormes bandas como Led Zeppelin, Cream o Fleetwood Mac se hace inevitablemente presente en cada una de las composiciones de Blues Pills. Y lo mejor es que, en directo, dan buena cuenta de ello.

 

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