Bryan Estepa – Sala Matisse (Valencia)

Bryan Estepa, el rey del power pop australiano, llegó el viernes a Valencia con ganas de revancha. Hace un par de años, dentro de una gira que lo llevó por diversas ciudades españolas, recaló en la capital levantina para presentar su All the bells and whistles (2006). En aquella ocasión no tuvo su mejor noche, aquejado de problemas de garganta. Esta vez, con motivo de la presentación de su segundo disco, Sunday best (2008), el australiano de origen filipino vuelve a pasarse por nuestro país. A la espinita clavada de su anterior visita había que añadir un cierto mosqueo de Estepa y su banda tras haber actuado ante apenas 20 personas la noche anterior, en Gandía. Menos de 24 horas después, en una Sala Matisse con algo más de medio aforo (unas 150 personas), con unas primeras filas repletas de fieles y entusiastas seguidores, y batallando con unas condiciones bastante precarias para la realización de conciertos (el escenario está en un rincón de la sala, y justo delante hay un pilar), Bryan Estepa tuvo la oportunidad de resarcirse. Y la aprovechó, vaya si lo hizo.

En esta nueva gira española Estepa sigue acompañado, como siempre, de su fiel compañero Brian Crouch a los teclados. La formación la completan músicos españoles: Santi Campos (Amigos Imaginarios) a la guitarra (y por lo visto también impulsor/promotor de la gira), más los hermanos Zuriaga (Jon y Toni, de la banda barcelonesa Cosmopolitants) a la batería y el bajo respectivamente. Todos ellos son músicos experimentados y excelentes profesionales, pero anoche sobre el escenario parecía haber algo más: se veían ganas, compenetración, alegría, bromas, sonrisas, guiños, complicidad…Todos los signos indicaban que la banda disfrutaba sobre el escenario, y el público se contagió de ello. O puede que fuera al contrario, porque el concierto empezó algo titubeante, con Estepa colgándose al cuello su guitarra acústica y acometiendo “Stars”, una de las canciones más suaves de su último disco, ante un público todavía escaso. El punto de inflexión llegó un par de canciones después: en las primeras filas se hacían los coros (Jon se esforzaba con los suyos, pero no llegábamos a escucharlos en condiciones), se cantaban las canciones más conocidas (la vitamínica y ultrapopera “Different with you” fue el detonante), se daban botes y se piropeaba continuamente a la banda. Cuando Estepa acercó el micro al público para que cantara el final de “Sunday best”, y comprobó que la gente se la sabía, empezó realmente la fiesta. Tocaba echar mano ya de la guitarra eléctrica.

Tras tocar “Skipping days”, también del último disco, Estepa nos premió con una de las canciones más melódicas de su debut: la wilsoniana “Western tale”. Lástima que los coros seguían sin sonar tan brillantes como en el disco, pero el entusiasmo de banda y público consiguió que apenas se notara. El carisma del espigado Santi, al que Bryan Estepa llamó “guapo” (en castellano) en repetidas ocasiones, era el pegamento que lo mantenía todo unido, animando sin descanso a sus compañeros. O esa gente son consumados actores, o estaban disfrutando con lo que hacían; por sus caras parecían estar en su hábitat natural, haciendo lo que más les gusta, viviendo por y para la música antes que de ella. Tuve claro entonces que sería injusto hablar de Santi y sus colegas como de una banda de acompañamiento, puesto que no sólo sonaban como un verdadero grupo, sino que además se manifestaban como tal ante nuestras privilegiadas miradas. Tanta vitalidad era contagiosa, así que la conocida “By the window” se bailó con entusiasmo antes de volver a visitar su segundo disco, del que sonaron encadenadas “Roses”, “Aches & shakes” y la armoniosa “Carl Wilson”. A estas alturas ya era evidente que, esta vez, Bryan Estepa sí había venido en óptimas condiciones tanto de voz como de ánimo.

Con el público entregado y la banda desbocada, el último tercio del concierto fue gloria bendita. El rock’n’roll surgía de los poros de los sudorosos músicos y flotaba en el ambiente, entre nubes de humo. Los gestos de cansancio y calor sobre el escenario eran rápidamente contrarrestados con una sonrisa del compañero o con botellines de agua (y otros líquidos) que les llevábamos desde la barra, en un intento de que aquel increíble crescendo no desfalleciera. “Right now”, “Falling through” y sobre todo “I’m going” sonaron brutalmente salvajes, muchísimo más rockeras que en el disco. Entre la orgía de sonido, sudor y rock, Estepa encontró tiempo para piropear a Valencia, pedir perdón por sus problemas de salud en la anterior visita, decirnos emocionado que éramos “better than Gandia”, “better than…” (aquí se puso a recitar ciudades y países) y también para presentar a los músicos, que a esas alturas de concierto ya eran casi como hermanos para nosotros. Los mayores aplausos se los llevó Santi, pero Brian Crouch, personaje con un carisma especial tanto sobre el escenario como moviéndose entre el público antes del concierto, no le fue a la zaga.

El momento sorprendente de la noche fue cuando Bryan, sin previo aviso ni conocimiento aparente por parte el resto de la banda, atacó a solas “Be my baby”, en lo que suponemos fue un homenaje a la recientemente fallecida Ellie Greenwich. Los músicos, desubicados pero risueños, reaccionaron como mejor pudieron y supieron, y Estepa acabó la canción entre risas diciendo “me gusta sorprender a mi banda”. Jolgorio dentro y fuera del escenario.

Pero los espíritus de Woodstock y el rock primigenio se habían apoderado de la banda, así que el concierto tenía que acabar a lo grande. Y grande fue la versión que se marcaron de “Down by the river”, la canción de Neil Young, que sonó brutalmente psicodélica, alargada hasta el paroxismo, con momento de espectacular lucimiento para el Hammond de Crouch, con duelo de guitarras de alto voltaje, con Santi y Estepa por los suelos, con el batería a punto de reventar por el calor…Por si fuera poco, en pleno éxtasis guitarrero a Estepa se le ocurrió ponerse a bramar el “Helter Skelter” de los Beatles, siendo inmediatamente seguido por el resto de la banda en una excursión que ya no sabíamos hasta dónde nos podía llevar, visto lo visto. De vuelta a la canción original, casi 10 minutos después, final apoteósico y el público pidiendo a gritos que aquello no se acabara nunca.

Y aunque todos éramos conscientes de que aquella felicidad no podía prolongarse hasta el infinito, no íbamos a dejarles ir tan fácilmente. Para empezar los bises Bryan nos preguntó si nos gustaban los Beatles, y yo no pude reprimir una mirada cómplice hacía la persona que tenía a mi lado, que lucía orgullosa una camiseta de los de Liverpool. Sonó entonces “I’ve just seen a face”, canción que forma parte del repertorio habitual de la banda en esta gira. Tampoco era la primera vez que tocaban su versión de “I shall be released” (con reparto de voces, empezó cantando Santi Campos,  también lo hizo Estepa e incluso Crouch tuvo su parte), pero no por ello se nos dejó de poner la carne de gallina a los más veteranos de la sala, que nos pusimos a cantar el estribillo como si en ello nos fuera la vida, ante la mirada sorprendida de los más jovencillos (¿serían conscientes de lo grande que es esa canción?). No puedo resistirme a rogaros que busquéis en Youtube “Estepa” + “shall be released” y os hagáis una idea de lo que allí vivimos. Uno de esos momentos mágicos que disfrutas intensamente durante unos minutos, empiezas a echar de menos al día siguiente, y luego se convierte en un grato recuerdo que te acompaña durante toda la vida.

Para rematar, o rematarnos que viene a ser lo mismo, Estepa volvió a tirar de repertorio propio. Con un ramoniano “one, two, three” abrió la puerta para una aceleradísima y punkarra versión de “Myself” que puso el punto y final, ahora sí, a un concierto esperado, espectacular y celebradísimo, tanto por parte tanto del público como de una banda que acabó saludando con los brazos entrelazados, haciendo reverencias y bajándose del estrado con una cara de satisfacción que era prácticamente la misma con la que nos dispusimos a desfilar, los mortales que allí quedamos, hasta la barra más cercana.

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