Buena Esperanza – Pacifica (Gran Derby Records)

No sé quién fue el primero que sembró la fama esa de que los músicos son unos vagos. Ni cuándo. Quizá salió del mismo lugar que aquello de que todos los músicos están forrados. Lo segundo no me voy a molestar ni en plantearlo, ahora que en Madrid hacen pruebas para tocar en la calle. Lo primero cae por su propio peso cuando, como en casi todas las generalizaciones absurdas, decides enfocar un poco más de cerca y te fijas en un caso individual. En este caso, el microscopio apunta a Buena Esperanza, el enésimo grupo en el que participa Pepo Márquez (Garzón, The Secret Society, Nine Stories, M A J E S T A D).

Pacifica es el debut en gran formato del trío formado por Márquez (batería), Miguel Cerezo (bajo) y Jerónimo Martín (guitarra, voz). La siguiente parada después de aquel EP homónimo que viera la luz hace ya tres años; diez canciones que amplían, en todos los sentidos, el sonido de aquella primera referencia. Producido por Buena Esperanza y J. Robbins (Government Issue, Jawbox), el disco no deja de ser una prolongación, expandida, de lo que ya mostraron en su momento.

Buena Esperanza coge el rock norteamericano más difícil de los 90 y lo reinterpreta dos décadas después en la España del austericidio. Cero artificios. La economía es cíclica y una mierda, pero la música, además de cíclica, es fantástica. El rock se sublima como balsámico cuanto más volumen tenga en su reproducción, y lo mismo ocurre con el disco del trío madrileño; «El arresto» (su «la primavera no será para nosotros igual» recuerda al «this winter never ends» de The Secret Society, que resuena más tarde en «Hermanas»), «Inversores perdiendo fe», «La diagonal», o las ígneas «Tiralíneas», «La tierra tiembla» y «Un futuro arquitecto» han de funcionar milagrosamente en directo, donde las letras (que son y están) entran con más calor y más decibelios.

Con estos discos, uno puede hacer dos cosas: quedarse en la superficie y disfrutar de las guitarras y los ataques de epinefrina en general, o probar a ponerse unos cascos y apagar la luz. Muy buen falso debut.

 

 

 

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