Chencho Fernández – Sala Ambigú Axerquía (Córdoba)

No hay mucho donde rascar. Viernes noche en una capital cordobesa otoñal, excitada más por la víspera de la festividad local que por la confluencia de eventos musicales de altura en una misma noche. En los últimos siete días la agenda de la ciudad se había atiborrado de eventos y era imposible que se diera abasto a todos en la misma medida. Sin embargo, había uno especialmente señalado al que los que aún creemos en las canciones bien hechas y en los artistas que las componen nos sentíamos obligados a asistir. El señor Chencho Fernández, ex de Sick Buzos (banda sevillana de efímera existencia y eterna relevancia) y dueño de una incipiente e interesantísima carrera en solitario, presentaba su primer disco en una de las paradas de su viaje promocional por el sur hispano. A primera vista (y oído), nada relevante si no se está al tanto de la actualidad discográfica ni se presta la atención necesaria a los discos que pueden convertirse en compañeros inseparables durante bastante tiempo. Refrendadas nuestras sospechas por la escasa asistencia al concierto, nos entregamos al disfrute de un directo que -queda confirmado en todos sus extremos- causa una excelente impresión.

A Chencho lo ampara una banda lujosa a la que conoció hace tiempo en su Sevilla natal y de la que no le conviene separarse durante la vida que aún le quede a su actual gira, que presentimos que es mucha. Miembros de All La Glory, unos a los que recomendamos escuchar si es que ya no lo han hecho, y de otras bandas no tan emergentes del circuito agrupados bajo un emblema y un sello firmados por un tipo de breve estatura física e infinitos recursos artísticos. Las canciones son suyas y el escenario cuando alza sus brazos y gesticula como un Mick Jagger humilde y racial también pasa a estar bajo sus dominios. Impresiona la forma en que una figura tan pequeña se transforma en una personalidad abrumadora cuando canta las letras que escribe cuando observa, siente y escucha la vida que le pasa alrededor. Sus uñas coloreadas, su peinado engañosamente descuidado y su camisa granate anudada a la cintura son solo la fachada de un edificio muy bien amueblado en el interior, tanto que lo que menos importa es la cantidad de inquilinos que lo vayan a ocupar siempre y cuando los que lo hagan muestren el respeto y el cuidado requeridos. Y lo mostraron, en efecto.

El tiempo que nuestro hombre dedicó a grabar parte de su producción junto a los gaditanos Smoking Kills significó una parte importante de su aprendizaje, de ahí que sea justo empezar el concierto con «Algo que hacer», uno de los temas que grabó años antes de sospechar siquiera que un día iba a formar parte de los artistas amparados bajo el pudiente paraguas de Warner Music. A la bonita sorpresa inicial, complementada minutos después con «El callejón dorado», otra gema de aquella etapa aún oculta a los oídos de la mayoría, le sucede la chulesca «Este matrimonio no casa», entonada con el descreimiento habitual del intérprete y esa pose distanciada y visionaria que suele adoptar en escena. Con aires de estrella lejana, como las que no están acostumbradas a brillar, desmenuza los mejores momentos de su joya Dadá Estuvo Aquí, un trabajo concienzudo y refrendado en decenas de parabienes críticos. La espléndida tonada titular, secundada por esa mágica apertura, costumbrista y urbana, de «La estación del prado», se toca como se siente, con los músicos en primer plano y los amplificadores al volumen justo. Chencho ya sabe que su público tiene la oportunidad de crecer con cada nueva actuación, con cada paso trastabillado que da ahí arriba, y le canta a una «Muchacha rural» que nunca olvidará, él bien sabrá por qué. Nosotros bastante tenemos con imaginarnos la historia cada vez que el disco gira en nuestros reproductores de urgencia.

Como «El rayo a punto de caer», otro medio tiempo que suena a decadencia estilosa, trae a su terreno a sus consortes Dylan y Strummer, adaptándolos a su manera y pulimentando las aristas de «Love minus zero» y «Spanish bombs», respectivamente, para que quede claro que antes que otros (Loquillo incluido, que incluyó esta última como «regalo» en su último disco en directo) ya estaba él transformando la lírica anglosajona en pedazos de poesía hispana, mientras Lou Reed le aconseja desde algún lugar que lo suyo es solo mera inspiración y que lo demás, lo que escuchamos, corre de su cuenta y riesgo. Así que el bueno de Chencho enciende otro cigarrillo, se pasea por la sala, se mete en el baño, deja a la banda explayarse y sintoniza «Radio Fun Club» sabiendo que esta iba a ser y fue «Una buena noche», más íntima y reveladora de lo esperado, explosiva en emoción y cálida en certidumbres. Al final, solo nos quedaba una más para coronar el pastel que durante una hora nos endulzó la noche, y es la de que «Si alguna vez mueres joven»… En fin, como se puede ver, tampoco conviene desvelar el misterio que envuelve a algunas de las mejores canciones que hemos escuchado últimamente sobre un escenario. Si el dadaísmo siempre supuso una ruptura, ha llegado el momento de volver a intentarlo.

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