Clem Snide + Andrew Bird – La Boîte (Barcelona)

Desde hace un tiempo vengo observando que en los conciertos la gente no deja de hablar en ningún momento. Tanto da que el grupo o artista de turno esté tocando, afinando los instrumentos, o simplemente presentando el siguiente tema. La gente habla y habla, sin mostrar ningún tipo de respeto hacia quien ofrece el espectáculo. Quizá no sean mayoría los que hablan, pero el efecto acústico es horrible. Por desgracia, el otro día en La Boîte, se sufrió de nuevo la mala educación de un grupo de personas que harían mejor quedándose en casa.

Andrew Bird, telonero en esta ocasión, vio cómo su actuación en solitario quedaba ensombrecida por la falta de respeto de parte de los asistentes. Y fue una lástima, porque si estos se hubieran dedicado a escuchar en vez de a darle al palique hubieran descubierto la propuesta innovadora de un artista muy interesante que sorprendió con el uso que hace del violín y encandiló con sus acertadas melodías. Es irónico que gente que aplaudía a Bird cuando éste se despidió, durante la actuación no había dejado de charlar con sus amigotes. Cuanta hipocresía.

Por suerte con la llegada de Clem Snideal escenario no se tuvo que soportar a esos pesados. Más que nada porque la batería y las distorsiones ahogaron sus insoportables voces y permitieron gozar de un espectáculo magnífico. Sí, la banda de Nueva York se haya en su mejor momento, y muestra de ello fue el gran concierto que ofrecieron en La Boîte dentro de la gira de presentación de su último trabajo, Soft Spot.

De principio a fin lograron enganchar a los presentes y llevarlos de viaje por un universo lleno de melodías imposibles y punteos inimaginables. Hubo tiempo para recuperar temas de discos anteriores (cómo por ejemplo el coreado “I love the unknown”), para los temas vocales en solitario (Eef Barzelay dio una gran lección de sus aptitudes como cantante), así como para compartir el escenario con Andrew Bird y su violín. Hicieron que el respetable flotara entre las notas del trombón y que bajara de pronto con las sacudidas de sus riffs más eléctricos.

El viaje tuvo un final más que feliz, una magnífica versión de “War of Pigs”, de Black Sabbath, dedicada a los “amadísimos” Aznar y Bush. Una única pega, el concierto se hizo demasiado corto, poco más de una hora, y ahora nos han dejado con un mono terrible. Esperamos ansiosos su próxima visita. ¡Qué sea pronto, por favor!

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