Conor Oberst – Ruminations (Nonesuch Records)

El cantautor estadounidense Conor Oberst, conocido también como cabecilla de la mítica banda Bright Eyes, ha sido sin duda una de las figuras más representativas de las dos últimas décadas dentro del panorama folk-pop internacional. Ruminations, el séptimo largo publicado bajo su nombre, es un álbum acústico, desnudo y casi minimalista con un sonido que sorprende a la primera escucha por ser único dentro de su discografía. Y posiblemente esa diferencia se deba a las circunstancias en las que fueron escritas las diez canciones del disco. Hace unos años, tras una falsa acusación de violación por parte de una fan, Oberst fue hospitalizado por laringitis, ansiedad y agotamiento. Obligado a suspender la gira con su banda Desaparecidos, en el invierno de 2015 volvió a Omaha, su ciudad natal en Nebraska, para recuperarse y aislarse del mundanal ruido. En los siguientes meses se encerró en su casa viendo la nieve caer y escribiendo, casi a modo de expiación, los temas de este Ruminations que acabó grabando en menos de cuarenta y ocho horas en los ARC Studios.

Ruminations es un álbum gris, triste, que suena a desilusión y sobre todo a soledad. En los poco más de treinta minutos que dura el disco se percibe constantemente esa sensación de agotamiento, de desencanto (“I don’t wanna feel stuck, baby, I just wanna get drunk before noon”). Porque solo, muy solo, te debes sentir cuando se te acusa injustamente y ves como los amigos y medios de comunicación que te habían alabado durante años te mandan en pocos segundos al purgatorio (“In a courtroom, sweat rolling down my back, it’s a bad dream, I have it seven times a week, no it’s not me, but I’m the one who has to die”). Es el precio que se paga por vivir bajo los focos, estás sometido a la opinión pública y una vez lanzada la bomba de nada sirve la presunción de inocencia si los medios deciden que eres culpable. Tu reputación, tu nombre, quedan manchados para siempre (“You all loved him once, when his glory was unmatched”). Y si a esto le sumamos un pasado de enfermedades metales, problemas personales y alcohol, no es de extrañar que acabes en el hospital.

Un disco a través del cual leemos las emociones, delirios y obsesiones de Oberst: drogas, depresión, ansiedad, decepciones familiares, culpas, amigos ausentes, alcohol, taquicardias… (“Closing my eyes, counting sheep, gun in my mouth, trying to sleep, everything ends, everything has to, get-well balloon, going insane, weight of the world, papier-mâché, gone with the wind, out into nothing”). Temas oscuros vestidos con la sencillez de unos sonidos puros sin ornamentaciones ni grandes instrumentaciones. Como nos muestra la portada del disco, Oberst está solo y en este disco lo hace todo él. Escribe, toca los instrumentos, produce. Atrás quedan las bellas melodías pop del delicioso y accesible Upside Down Mountain (Nonesuch Records, 2014). Aquí nos encontramos inmersos en el territorio del folk más personal, la voz temblorosa de Oberst con su piano, una guitarra acústica y una armónica. Nada más. Y son esa desnudez y esa armónica (maravillosa, inesperada y melancólica armónica) las que hacen que en este disco Oberst suene más que nunca a Bob Dylan.

Ruminations no pasará a la posteridad por ser el mejor trabajo de Conor Oberst, pero no por ello deja de ser un disco muy disfrutable si te encuentras en el humor adecuado y a la vez una apuesta arriesgada por parte de Oberst (que a estas alturas de la película no tiene nada que demostrar). No es lo que los fans esperábamos, pero escucha tras escucha vas penetrando en el ebrio universo de Oberst hasta encontrar esa tristeza, esa derrota, incluso reconfortante (“This world is made of blinking lights, they’re changing all the time, but depending who you’re talking to, It’s likely to be fine, I watched you go from bad to worse, the blues is here to stay, but sometimes it’s the simple things that make it all okay”).

 

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