Cruïlla 2017 (Parc del Fòrum) Barcelona 7-8 de julio

A medio camino entre los grandes festivales (FIB, Primavera Sound) y los de vocación más minoritaria (Vida Festival o Contempopránea), el Cruïlla se va consolidando como una de las citas imprescindibles del verano barcelonés. Sin buscar ni necesitar el tirón y la comercialidad de los grandes vende-entradas que pueblan otros carteles, el riesgo y la variedad suelen ser su marca de la casa, teniendo como principal ventaja poder disfrutar de artistas de alto nivel, esquivos muchas veces con nuestro país, en mejores condiciones de lo acostumbrado.

Quién sabe si por la coincidencia de fechas con BBK Live y Mad Cool, el cartel de esta edición ha asegurado más el tiro en detrimento de la originalidad que antes comentaba. Viendo los datos, han acertado: en su octava edición, con prácticamente todo el papel agotado -unos 25.000 asistentes por jornada- el espacio para los conciertos resultó más que aceptable, sin agobios ni excesivas colas para nada, incluso en hora punta, y un ambiente que destaca por su tranquilidad y madurez, en el buen sentido –si quieres montar una despedida de soltero, mejor ir al FIB-. Como único pero, el sonido de muchos conciertos, que no siempre estuvo a la altura del artista sobre el escenario. Esto dio de sí nuestro paso por el Cruïlla 2017.

Viernes 7 de julio

Las alegrías comenzaban pronto la jornada del viernes con un animoso Youssou N’Dour abriendo el escenario Time Out en compañía de once músicos, ni más ni menos. Tirando más de tópicos que de raíces, -el baile tribal del percusionista no tenía medio pase- pero derrochando calidad y carisma, su actuación fue claramente in crescendo. Aunque ya desde los primeros temas puso a bailar al escaso y acalorado público de primera hora, el clímax lo marcaron la celebérrima “Seven seconds”, interpretada junto a una de sus coristas con el saxo como segundo protagonista, seguida de “New Africa”, reivindicación de la “África positiva, no la que conocéis desde aquí”, en palabras del veterano músico senegalés ante una audiencia ya numerosa y con ganas de pasarlo bien. Buen arranque de jornada.

Youssou N'Dour Cruïlla 2017

Lo de Two Door Cinema Club es otra cosa, otra liga, otro deporte. ¿De verdad merecen ser cabezas de cartel de los festivales por los que pasan? ¿Se corresponde el tamaño de la letra que los anuncia con su calidad real? No y no, pero vayamos por partes. Estos tres jóvenes irlandeses a la altura del tercer disco –Gameshow (2016) -superan la nota media de corte, pero su propuesta comienza a evidenciar signos de agotamiento, con el síndrome Kaiser Chiefs sobrevolando sus cabezas con canciones casi idénticas de coros y guitarras intercambiables.

Two Door Cinema Club Cruïlla 2017

Cierto que manejan muy bien los códigos que acortan el camino al éxito -que Sam Halliday, guitarrista y teclado, saliera embutido en una camiseta del FC Barcelona pertinentemente customizada para la ocasión metió a su público en el bolsillo desde el primer minuto- pero que el repertorio se basara en su álbum de debut, da que pensar. El público más joven (mayoría en este concierto) alucinaba, mientras los más talluditos asistíamos con cierta distancia a momento de éxtasis colectivo como “Cigarettes in the Theatre”, canción con la que abrieron el show o “What you want”, que cerró un set de hora y cuarto que un poco más corto hubiera resultado más digerible.

Antes de los platos fuertes de la noche, Kase.O puso patas arriba el Parc del Fòrum con R de Rumba como colaborador necesario, administrando rap de vieja escuela sin aditivos ni miramientos. El zaragozano no deja prisioneros y viendo la cantidad de público que convocó, nos hizo pensar la que habría liado en un escenario con el doble de capacidad.

Kase.O Cruïlla 2017

Por su parte, The Lumineers, sorprendente grupo revelación hace unas temporadas, ocupaban ese privilegiado lugar en el escenario Cruïla Enamora. El trío de Denver venía a presentar Cleopatra (2016), la digna continuación de su omnipresente debut homónimo de 2012. Como un cruce entre los primeros Mumford and Sons y los últimos Fleet Foxes, la cosa no cuajó. Canciones tan agradables como inofensivas, con mención aparte para la versión en clave americana del irrefutable “Subterranean Homesick Blues” de Dylan que, bajada al foso incluida de Wesley Schultz, fue lo más aplaudido de la noche.

Así llegamos al plato fuerte de la jornada inaugural, con un escenario Estrella Damm hasta la bandera para recibir a Jamiroquai, de vuelta tras siete años de silencio. Cuando toda tu carrera se ha centrado en el revival, hablar de falta de ideas o agotamiento creativo puede resultar un poco cínico. Pero desde que en 2005 editase Dynamite, último disco relevante del británico hasta la fecha, Jay Kay no ha levantado cabeza. “Cloud 9”, adelanto de su reciente Automaton, casi nos la cuela, pero eran fuegos de artificio: no hay por dónde cogerlo. Así las cosas, el repertorio elegido podía ser clave y lo fue para mal. Aunque interpretó varios hits realmente incontestables, su concierto repasó en exceso el citado Automaton, lo que sumado a un sonido discreto en el mejor de los casos y a un estado físico muy por debajo del nivel exigible –convalecía, al parecer, de una reciente intervención quirúrgica discal-, no nos hace hablar de chasco, pero casi.

 

Jamiroquai Cruïlla 2017

 

Ataviado con guantes y chándal de Hugo Boss –sí amigos, con cerca de 30 grados- el comienzo fue prometedor, enlazando “Shake it on” y “Little L” con vibrantes dosis de funk de alto voltaje y exhibiendo el músculo de su completa banda. ‘I´m back’ espetó orgulloso al personal. “Automaton” y “The kids” bajaron el ritmo en lo que sería una constante a partir de aquí. Por cada momento vibrante, minutos de tedio. La dispersión de que hizo gala su líder toda la noche no ayudaba tampoco. Si se disimulaba su mala voz era por el gran trío de coristas y por, no hay mal que por bien o venga, la falta de volumen. Aunque nos hizo vibrar con “Cosmic Girl”, “Canned Heat” o “Love Foolosophy”, con la que cerró, se esperaba más del retorno de Jamiroquai. Pero tras escasa hora y media, y sin bis, nuestro héroe desapareció por dónde vino entre los acordes de “Loser” de Beck, dejando la sensación de que sus mejores tiempos ya pasaron y no parece que vayan a volver.

Quienes tienen pasado, pero también presente a raudales son los argentinos Los Fabulosos Cadillacs, que en su vuelta a los escenarios españoles hicieron honor a su nombre. Con diez miembros de los que no sobra ninguno, comenzaron con un instrumental que ya marcó la pauta: festivos, rockeros y actuales, pero con un pie siempre en los noventa – ese bajo metálico omnipresente-, su época de más brillo artístico y comercial. “Mi novia se cayó en un pozo ciego” entonada por un Vicentico encapuchado y peleón, continuó el repaso a nuevas y antiguas composiciones, que se mezclan sin dificultad gracias a la poderosa convicción con que son ejecutadas. “El genio del dub” entrelazada con “Radio criminal” o ese western moderno que es “Averno, el fantasma” sonaron como si hubieran sido escritas ayer.

Fabulosos Cadillacs Cruïlla 2017

“Calaveras y diablitos” alargada excesivamente en comunión con el público y “Las venas abiertas de América Latina”, con aplaudida introducción anti quinto centenario incluida, subieron la temperatura y por momentos parecían una versión latina de Def Con Dos. Pero entonces, tras tres cuartos de hora de concierto, un parón debido a un fallo técnico en la consola de sonido rompió la magia, aunque no de manera definitiva. La fuga de público –muchos vieron la ocasión de cerrar la jornada- no se notó tanto como las ganas que pusieron en su canción más celebrada, “Matador”, que fue a la postre el punto álgido de su excelente concierto. El bis, más corto de lo habitual debido al receso, sólo confirmó su estatus de estrellas con una coreadísima versión de “Vasos Vacíos” incluida.

Sábado 8 de julio

Exquirla, es decir la suma de Toundra con Niño de Elche, abrían el sábado el escenario Radio 3 bajo un sol de justicia que, realmente, aportaba aún más intensidad a la experiencia de su directo. Venían a presentar su único disco hasta la fecha, Para quienes aún viven, adaptación musical de “La marcha de 150 millones”, colección de poemas de Enrique Falcón. Libro en mano, el singular vocalista comenzó la actuación recitando “Canción de E”, perfecto calentamiento para su garganta y para el resto de la engrasada banda. Para no iniciados, la propuesta artística de Exquirla podría ser un cruce de post-rock con flamenco aliñado con tramos de psicodelia y rock progresivo. Una bomba en disco, un tsunami en directo. A partir de “Destruidnos juntos”, segundo de los ocho temas del setlist, el magma incandescente no cesó un ápice en su continuo avance hasta el final con “Canción de amor de San Sebastián”, fuera de carta de lo más aprovechable, donde Niño de Elche saca su lado más arty en una interpretación visceral y profunda. No sobró una coma ni un silencio. El nítido ‘Sois muy buenos’ espetado desde las primeras filas en el tramo final del show provocó el justo aplauso general, solo una pequeña parte del reconocimiento que merecen.

Tras asistir brevemente a la auto parodia de un personaje paródico de por sí (la broma de programar a Little Steven en escenario grande no tiene nombre), Enric Montefusco, auténtico clásico de la escena barcelonesa, comenzaba la presentación de Meridiana, su debut en solitario, aprovechando que iba llegando el público para hacer una emotiva y reivindicativa introducción apelando a que ‘debemos hacer las cosas mejor’, antes de atacar una desnuda versión de su liberadora “Adiós”. Con una instrumentación alejada del tópico pop, temas como “Meridiana” o “Todo para todos” sonaron a gloria acompañadas de acordeón, violín o trombón. En las propias palabras de Montefusco, un concierto muy especial –confesó su cansancio pero también su satisfacción tras haber sido padre tan solo dos días atrás- que culminó repitiendo un par de temas entre el público, poco después de contentar a los más reacios con los rescates de “Por qué me llamas a estas horas” y “Adelante Bonaparte” de Standstill. “Es antigua pero cada vez que la toco cobra más sentido” dijo sobre esta última, seguramente sin intuir que lo mismo pensamos los demás cuando la escuchamos.

Enric Montefusco Cruïlla 2017

Al que había ganas de ver en su vuelta a los escenarios españoles era a Ryan Adams y, si bien no defraudó, ni mucho menos, el de Jacksonville nos confirmó que, para bien o para mal, sus tiempos de enfant terrible del rock americano hace mucho que quedaron atrás. Superados afortunadamente sus problemas con el alcohol, la versión sosegada de Ryan Adams supera con creces a muchas de las propuestas de su generación, pero palidece frente a las composiciones del primer tramo de su propia carrera. Más fiable, pero también más previsible. Tras arrancar con “Do you still love me?”, tema que también abre su reciente Prisoner, su clásico “To be Young (is to be sad, is to be high)” sonó correcto pero descafeinado. El envoltorio AOR springsteeniano de la mayoría del repertorio además de aplanar el sonido, resta emoción a unas letras que, de pura confesionalidad, parecen necesitar distancia por parte del trovador para ser interpretadas sin recaídas emocionales. Cosas de genios.

Ni siquiera la dupla “New York, New York”, “When the stars go blue” -tenebrosa de inicio, pegaría en el bar del nuevo Twin Peaks– logró sacudir esa sensación de velocidad de crucero, mientras Ryan parecía más pendiente de la preciosa luna que se veía desde el escenario que de encandilarnos con emociones. Cuando llegó el pellizco de “Come pick me up”, soberbia joya de Heartbreaker, en el tramo final, ya era tarde, aunque quienes aguantamos para ver la reivindicación final de su debut lo agradecimos. Concierto correcto que, en cualquier caso, supera con creces sus erráticas actuaciones pasadas en nuestro país (su concierto de 2002 en Madrid sigue coronando mi lista de decepciones de siempre).

Pet Shop Boys, por su parte, en Barcelona juegan en casa y eso se nota: ejemplar espectáculo con menor dependencia de efectos visuales que en anteriores visitas, poniendo el peso en un repertorio y unas interpretaciones que no dejan lugar a medianías. Clásicos, pero con una vigencia envidiable. Abrieron con “Inner Sanctum” del reciente e interesante Super, seguida de “Opportunities” del vetusto y excelente Please (1986), demostrando desde el primer momento que no venían a tirar de nostalgia, sino a repasar su extenso legado desde el prisma del presente.

 

Neil Tennant, ataviado con un tocado que homenajea por igual a Superman y Tron, va sobrado de voz y tablas, haciendo de temas, en principio menores, hits rompe pistas. “The Pop Kids” o “The dictator decides”, ambas de su último álbum, dieron fe de ello. Si encima el repertorio acompaña, la cosa se desparrama. “Se A Vida É (That’s The Way Life Is)” sonó latina y bailable, mientras en “Inside a dream” jugaban a disfrazarse de Chemical Brothers. “West end girls” levantó al público como el clásico imperecedero que es y, algunos cambios de vestuario después, la extática “It´s a sin” puso en danza hasta a quienes cenaban en la explanada contigua. “Left to my own devices” nos quitó 25 años de encima antes de que “Go west” desatase el delirio más absoluto. En definitiva, grandísima actuación de los veteranos británicos, que si llevan más de dos décadas de rabiosa actualidad es por algo.

Haciendo tiempo hasta el vendaval Prodigy, pasamos por uno de los escenarios principales donde Residente, miembro de Calle 13, parecía tratar de remontar un show que un servidor no vio despegar en ningún momento. Ocasión para acercarnos a ver a Cala Vento en el pequeño escenario Movistar+. Hipervitaminados, el dúo ampurdanés de guitarra y batería regó su breve actuación con pildorazos de power-pop sin artificio, repasando sus dos álbumes hasta la fecha con la inevitable referencia a Nueva Vulcano en la cabeza, pero con una personalidad que les augura grandes momentos venideros. Divertidos y trepidantes, sacudieron muchos cuellos antes de la tormenta perfecta.

Porque Prodigy, cierto, están más vistos que el tebeo, son brocha gorda festivalera de manual, no hay matices ni sutilezas. Van al todo o nada, aquí y ahora: baila hoy lo que no sabes si podrás bailar mañana. Pero año a año, festival tras festival, repiten la jugada y les sigue funcionando. Porque si de un concierto de estas bestias no sales empapado es que no te ha enterado de nada.

Como de costumbre arrancaron con la incendiaria “Breathe” y no bajaron apenas el pistón en hora y cuarto. Acto seguido suena “Nasty” y sus impagables vocalistas se pasean como matones de barrio por el escenario. La reivindicable “Omen” continúa tan cañera como una “Firestarter” más guitarrera de lo normal, con un nuevo arreglo rockero –oh cielos, ¡novedades!- que por desgracia no funciona. Pero ahí están “The day is my enemy”, “Roadblocks” y, sobre todo, “Vodoo people”, clásico con mayúsculas de los noventa, para levantar de nuevo a la masa. Por su impenetrable muro de beats y guitarras no se filtraba una gota de aire, algo a lo que contribuyó una “Invaders must die” en versión directamente makinera, precediendo al fin de fiesta perfecto con esa invitación al desmadre que es “Smack my bitch up”. Tras un breve parón, la excelsa “Their law” –favorita personal de este redactor- condensó todas las virtudes y defectos de Prodigy, una máquina rave sin fisuras ni visos de jubilación, aunque se repitan más que el alioli. Tras ellos, y con el pertinente zumbido de oídos, abandonamos el recinto pensando en el buen tono general de Cruïlla, un año más, y fantaseando con qué sucedería si Liam Howlett y los suyos hicieran un Unplugged para la MTV. Seguro que Matrix empezaría a fallar.

(fotos oficiales del festival Cruïlla, excepto la de Enric Montefusco que es obra de Edu Cornejo)

3 comentarios en «Cruïlla 2017 (Parc del Fòrum) Barcelona 7-8 de julio»

  • el 11 julio, 2017 a las 11:14 am
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    Para gustos los colores… cada uno hace la crónica de su Festival pero lo mejor es vivirlo. Volveré al siguiente Cruïlla.

  • el 12 julio, 2017 a las 5:09 pm
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    El concierto de Residente fue el que más me gustó de todos los que vi… A la gente de mi alrededor y a mí nos despegó de lo lindo tanto él como la banda de calidad que llevaba. Pero como dice Karlos, para gustos los colores…

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