DDM 2014 The Big Stereoparty – Matadero (Madrid)

Veinticinco años después de que Carlos Galán y Gema del Valle iniciasen su andadura al frente del sello, Subterfuge luce convertido en referente histórico e incuestionable dentro de la escena musical independiente de nuestro país. Por ello sus responsables decidieron aprovechar el Día de la Música para celebrar tan señalado aniversario, sacándose de la manga el DDM 2014 The Big Stereoparty.

Dos días y un único escenario por el que pasaron casi treinta bandas que pertenecieron o pertenecen en la actualidad a la discográfica madrileña. Nostalgia y vigencia. Presente, pasado y futuro a través de una serie ininterrumpida de micro-conciertos que ocupaban desde los veinte a los cuarenta minutos de duración.

McEnroe cumplieron sobradamente el viernes, ofreciendo un buen concierto aún a una hora temprana en la que sol y calor deslucieron sus siempre valiosas canciones. Los murcianos Neuman recogieron el testigo y, con sólo cuatro temas, demostraron por enésima vez que son una de las bandas más en forma de la actual escena, dentro y fuera del escenario. Los niveles de épica y emotividad de su obra merecían una ubicación más favorable en la parrilla de horarios.

Una propuesta tan extremadamente melancólica y delicada como la de Anni B Sweet resulta complicada de encajar en el ámbito de una celebración masiva. La malagueña firmó concierto tan correcto como en realidad carente de una mínima chispa con la que lograr auténtica conexión con el público. Sólo su frecuente versión del “Take On Me” de A-ha logró encender un poco a los presentes. Algo parecido sucedió con Marlango y su mixtura de pop y jazz de corte clásico, aunque la presencia escénica de Leonor Watling complementó en parte la escasa pegada de su música. El trío completado por Alejandro Pelayo y Óscar Ybarra evidenció, en cualquier caso, que de canciones trascendentes va más bien justo.

Todo lo contario sucedió con Ellos, que salieron volcados y se metieron al público en el bolsillo con su pop vertical y absolutamente desprejuiciado. El combo presentó un repertorio plagado de himnos inofensivos, pero tan idóneos para cantar a voz en grito que motivaron el definitivo despegue de la velada. La formación liderada por Santi Capote y Guille Mostaza supo sacar el máximo partido a las peculiaridades de su música, remarcando virtudes y ocultando defectos. Una de las resurrecciones más esperadas era la de los mallorquines Sexy Sadie, uno de los mejores grupos patrios de los 90 tanto en estudio como en directo. La banda liderada por Jaime García Soriano optó por interpretar temas de todos y cada uno de sus álbumes en lugar de apostar por la retahíla de éxitos, en una decisión que restó impacto a parte de una actuación siempre soberbia en interpretación. El orden cronológicamente descendente hizo que la segunda mitad de la actuación fuese un éxtasis nostálgico, con el cuarteto dejando un excelente sabor de boca a su paso.

La anunciada presencia de Alaska y Nacho Canut ejerciendo como DJ’s no pasó de anecdótica, con una sesión previsible e incluso ligera que apenas aportó nada al conjunto más allá de la mera curiosidad. Por su parte y durante media hora frenética, Dover volvieron a ser los autores del “Devil Came To Me” (1997), con las hermanas Llanos y compañía sonando potentes, sucias y reales. Unas cualidades que desparecieron tras el éxito del mencionado álbum, y que fueron rescatadas para la ocasión en base a una actitud incontestable que, de nuevo, logró un regreso colectivo a tiempos pasados.

Otra presencia de asegurada efectividad es la de Corizonas que, a diferencia de sus antecesores en el cartel, encuentran en una ejecución milimétrica y lo impoluto del sonido sus cualidades inherentes. La banda simbiosis de Los Coronas y Arizona Baby desplegó su habitual amalgama desvergonzada de surf, sonidos fronterizos, country y rock, con la que conquistaron sin dificultad a un público ya entonado. Cycle, o lo que es lo mismo David Kano y La China Patino, evidenciaron las carencias de su electro-pop sin recorrido en un concierto lineal y sin demasiado atractivo, justo antes de que Carlos Jean completase el fin de fiesta del viernes.

El propio Jean repetía el sábado, en este caso junto a la actriz Najwa Nimri en su invento conjunto Najwajean. Juntos trasladaron al escenario, con acierto y complicidad, todo el interés del proyecto electrónico. Dr. Explosión tiraron de actitud, veteranía y autenticidad para firmar un gran concierto. Los asturianos llevan media vida facturando excelentes canciones que se mueven ágilmente entre el garaje y el rock and roll, y siempre son un seguro sobre las tablas. Una de esas bandas que siempre han obtenido bastante menos repercusión de la debida.

L-Kan apostaron por el buen humor para suplir la falta de talento, y aparecieron disfrazados de arlequín en lo que fue su mayor logro. Musicalmente la banda raya un nivel mínimo, con lo que en su momento se denominó tonti-pop alcanzando límites preocupantes. Los siguientes en subir al escenario fueron precisamente Los Fresones Rebeldes, unos de los reyes del “género” en los 90, en lo que a la postre fue las grandes decepciones del festival. Nunca fueron poseedores de un gran directo, pero su reunión era esperada y las carencias se han remarcado con el paso de los años. Sólo su himno “Al Amanecer” cumplió, y más por añorado que por virtuoso.

Pauline en la Playa recuperó el tono y, aunque su pop de autor intimista tampoco encontrase el mejor de los acomodos en el ámbito del festival, los gijonenses cumplieron y ofrecieron una bonita actuación con momentos destacados. Otro de los regresos ansiados era el de los también asturianos Australian Blonde, quienes capitaneados por Fran Fernández y completados por un desbocado Paco Loco, ofrecieron un concierto enérgico y vistoso. El cuarteto demostró que fueron aventajados a la hora de asimilar las influencias que llegaban desde el indie norteamericano en los 90, alumbrando un buen puñado de canciones memorables más allá de la mítica “Chup Chup”.

Vinila Von Bismark, que acaba de publicar su nuevo disco A Place With No Name (2004), desplegó sin tapujos su personalidad a medio camino entre el cabaret y el psycho-billy, presumiendo de generosa presencia escénica. También fue capaz de llenar el escenario Silvia Superstar al frente de Killer Barbies. Los gallegos nunca tuvieron un repertorio demasiado convincente, pero a cambio ofrecieron un buen espectáculo con un sonido sólido y toneladas de ininterrumpida actitud.

En una cita plagada de romanticismo, la presencia de Mercromina desataba por encima de todas. El tiempo ha situado a la formación albaceteña donde por derecho le correspondía, convirtiéndose en adorada banda de culto. Joaquín Pascual y compañía no decepcionaron y completaron un concierto emocionante, hipnótico y tremendamente personal que además contó con la colaboración de Irantzu Valencia (La Buena Vida), situándose como claros vencedores del DDM 2014 The Big Stereoparty. Tras el éxtasis Nawja repetía presencia, esta vez con su proyecto en solitario y puntuando a la baja con una electrónica demasiado sinuosa y aletargante como traca final.

Una merecida celebración especialmente disfrutable para todos los que terminamos de definir nuestro talante musical en la década de los 90 y que, a lo largo de su extensa programación contó con inevitables altibajos, pero sobre todo presumió de altas dosis de emoción y calidad contrastada. 

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