Dolorean + El Hijo – Nasti (Madrid)

La noche prometía bastante, y es que el doble cartel que proponía la Sala Nasti, sonaba a plan perfecto para una fría noche de martes en la que poder mezclar el disfrute que siempre produce escuchar a El Hijo, con la experimentación de la americana (y nunca mejor dicho) banda Dolorean, de la que últimamente tanto y tan bien había oído hablar.

Rodeado por el ambiente habitual de tertulia en torno a cervezas tras una jornada de trabajo, salieron a eso de las nueve y media Abel y los suyos, con la nunca fácil tarea de cortar las tradicionales y recurrentes conversaciones que en estos días surgen sobre el paro, oriente próximo o Ángela Merkel… Y mentiría si dijese que para la tercera canción, “el vals de los besos”, el grupo tenía al público entero absorto, escuchando la canción como si de una historia de caballería se tratase (aunque algo de eso hay, la verdad). Matices, sonidos imposibles, combinaciones inimaginables, sutileza a raudales, y el placer que da comprobar como cada componente es imprescindible, y cada uno es más meticuloso aún que el de al lado, a la hora de interpretar a la perfección los complejos arreglos que la banda siempre muestra en directo. Imposible de destacar a un miembro, las percusiones hacían temblar los corazones, los slide y solos de guitarra te llevaban a otro espacio, los coros de esos tipos con bigote parecían de sirenas y cómo no mencionar la grave, profunda y a la vez tan dulce voz de Abel Hernández, que si junto a la banda ya había conseguido arrancar grandes aplausos en canciones como “balada baladí” unida a “la palmera” (dos debilidades de un servidor, que hicieron feliz a mucha gente), sencillamente enmudeció a la sala entera cuando sólo ante el peligro y de la mano de su guitarra, interpretó “quebradizo y transparente”, arrancando una enorme ovación, y poniendo los bellos de punta a más de uno.

Para rematar la jugada, y una vez toda la sala estaba volcada, se desataron manteniendo las formas y mostrando su máxima intensidad a través de “conmigo a tu vera” y acabando con el estruendo, el caos placentero, y la multiplicación de sonidos in crescendo de “por si Charlie pace no pudo acabarlo”. Otro excelente concierto de El Hijo, en el que siempre consigues descubrir un nuevo detalle, un nuevo matiz, un nuevo arreglo hecho para la ocasión.

Llegaba la hora de Dolorean, una banda de marcado carácter folk/americana que hacía pocas semanas me habían hablado de ella, y de la que a penas había tenido tiempo de escuchar su último y reciente lanzamiento The Unfazed. Y la verdad que la segunda impresión que tuve (pues la primera había sido cuando su líder Al James, entraba a la sala comentando lo borracho que iba…) difícilmente pudo ser mejorable. Y es que tras la mezcla de estilos, edades, y apariencias que mostraban los cuatro componentes de la banda, lo que mostraron sobre el escenario fue un puro y depurado sonido, de esos en los que destaca el saber hacer, el amor por lo que se hace y donde desde el primer acorde te llevan a las profundas melodías estadounidenses, con una melancólica voz que nada pega con lo que estás viendo, pero que sin embargo te estremece cuando escuchas las constantes y tristes historias de amor que salen de sus canciones. Sonidos sureños (por muy de Oregón que ellos sean), que te atrapaban con los contrastes de una batería que en unas canciones se decantaba por dar una clase magistral de cómo utilizar las escobillas con la mayor suavidad posible, y en la siguiente te atronaba con unas potentes baquetas (que casi parecían mazas) y que rugían junto al resto de la banda, o se complementaba a la perfección con algunos solos de guitarra que recordaron al más puro estilo Knopfler.

Y es que en la hora larga en la que estuvieron sobre el escenario (y que literalmente voló) hubo tiempo para todas las variantes de lo que se puede entender por americana. Momentos que recordaron a Mojave 3 (“the unfazed”, “if I find love”), momentos que recordaron a Dire Straits (“Black Hills gold”, “these slopes gave me hope”) momentos de puro blues (“beachcomber”, “my still life”), y momentos en los que Al James, más o menos que se inmortalizó para los allí presentes cuando en solitario (y como haciendo la contrapartida a lo que antes había hecho Abel Hernández), nos emocionó cantando primero “country clutter” de su último disco, y superándose después a sí mismo con “what one bottle can do” de su anterior CD You can´t win.

Una noche inolvidable, de esas en las que vas esperando algo bueno, pero sin duda sales con la sensación de haber recibido algo aún mejor. Geniales canciones que generaron un ambiente en los que el disfrute y el amor por la música tranquila se disolvió por el aire, convirtiendo a una noche de martes, en una velada sin duda que para el recuerdo.

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