Don Nino – Centro de Arte Contemporaneo (Sevila)

En realidad, todos nos dabamos cuenta de que, tarde o temprano, el infierno que a mal tuvo de ponernos nuestra religión católica justamente bajo nuestros pies, emergería siete metros y se colocaría sobre nosotros para no irse hasta mediados del mes de septiembre. En Sevilla ya es verano y todo el mundo con un buen bolsillo y vacaciones huye despavorido. A los demás, siempre nos quedará Nocturama: un espacio de cine, exposiciones y conciertos. Ha comenzado la segunda semana de las cuatro que Green Ufo´s ha organizado en el Centro de Arte Contemporaneo y ninguna agria y estúpida polémica (echen un vistazo por los foros de pop en español de la red y sabrán a lo que me refiero) va a evitar que el entrar en este espacio cálido, verde, y en el que el encuentro fortuito entre gente afín a tus inquietudes se recibe como una granizada de sobremesa, un mes cualquiera de julio.

Miércoles 12. Le toca el turno a Don Nino, la banda del cofundador de Prohibited Records, Nicolas Laureau. Sobre el escenario toman la forma de banda de rock clásica: a saber, bajo, guitarra y batería. Sin embargo, si a cualquiera de lo allí presentes se les preguntara sobre lo que presenciaron esa noche, pocos dirían haber presenciado algo clásico: comenzaron a ritmo de bossa nova para ir incrementando la furia de las guitarras, mecidas por la delicada voz de Nicolas y acolchadas por la percusión metronómica; hubo historias que hipnotizaron mediante ritmos tribales, mazo en mano, como aquella en la que dos desconocidos se encuentran en la bus station, como nos lo describieron ellos mismos. Hubo espacio para los ritmos jazz de local humeante, decadente, de cabaret, palmadas improvisadas al ritmo espasmódico de un bajista que sonaba a gloria, riffs de guitarra grabados in situ expandidos en el aire por obra y gracia de los pedales, retozando con pequeñas puntadas de piano. Todas las piezas estaban contagiadas por el maravilloso microbio de la repetición, canciones de un acorde infladas por el reptante bajo y la batería aporreada por una mano, lisergia de la mano de Syd Barret en un sentido homenaje al ejecutar su acongojante “Domino” y un paseo por la américa más tenebrosa en “Eli Said” , tributo a la maravillosa “Elephant” de Gus Van Sant.

Nocturama nos regaló ayer un concierto de nanas post-rock en ocasiones anticlimáticas, que no hacían más que verternos vinagre en las heridas, y en otras infladas de emoción nada contenida. Muy grandes.

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