Drums Of Death – Rough Trade East (Londres)

Lee Scratch Perry… ¡Ése sí que era bueno!” En mis manos sostengo uno de sus vinilos disponibles en el stand de Reggae de Rough Trade East. El recuerdo de Lee Perry me había transportado directamente a alguna de las vetustas tiendas de música escondidas en los recovecos de Notting Hill. Cuando alzo la cabeza, el escenario es muy diferente. Una planta inmensa que cuenta con un buen número de estanterías repletas de discos de un sinfín de estilos musicales, varios reproductores de CDS colocados por todo el local para poder escuchar las novedades del mes, una cafetería al más puro estilo Starbucks, un fotomatón e incluso un espacio reservado para aparcar bicicletas dentro de la tienda. Mucho atrezo y de muy buena calidad, pero incapaz de convencer a un romántico enamorado del estilo de sello independiente que supera todas las barreras posibles desde su modesta trinchera: una tienda cuyo tamaño aplaudiría la ex ministra de vivienda María Antonia Trujillo.

Son las 7:00 pm y los empleados de Rough Trade se apresuran a cerrar las puertas para que dé comienzo la presentación del nuevo disco de Drums of Death: Generation Hexed. Colin Bailey – el artista que se esconde tras Drums of Death – no es un tipo corriente. Mantiene amistad y colabora con gente ya de por sí peculiar – Peaches, Hot Chip –, va siempre ataviado con camisa y pantalón completamente negros además de ir maquillado como si fuese un componente más de los Misfits. Con tales credenciales sube al escenario, sin mediar palabra, y pone en marcha el show. El inicio es una odisea de samplers de ciencia ficción, voces guturales a base de reverb y sonidos crujientes e incesantes. El público asistente permanece inmóvil; expectante. Hay dudas sobre hacia donde se encamina todo esto. Muchas más cuando el sonido se empieza a saturar hasta rozar lo insoportable; pero, de un solo golpe, todas ellas se despejan cuando el sonido se ahoga por completo y da paso a un cálido saludo de bienvenida: “How are you doing?”.

El tempo aumenta, los sonidos repetitivos dan paso al Jungle y al Drum ‘n Bass y el micrófono nunca vuelve a reposar sobre la superficie de la mesa; y es que el espectáculo va acompañado por continuas sacudidas de cabeza, gritos, coros, aspavientos, sonrisas burlonas…cualquier cosa vale. Una actitud que tiene que ver mucho más con el punk de los ’70 que con la cultura de baile, si bien ambos estilos han ido cogidos de la mano en los últimos tiempos gracias, entre otros, a The Prodigy. Paradoja o no, una fotografía de Johnny Rotten llama la atención sobre el resto del decorado, exigiendo protagonismo y corroborando esta idea.

Durante el continúo vaivén de ritmos al que estamos expuestos, suenan bases conocidas – Lux Aeterna / Réquiem por un sueño –, guiños para los más fanáticos del House y, sobre todo, se dan a conocer cada uno de los temas de Generation Hexed, del cuál destacan “Won’t be long” y “Science & Reason”. Temas muy pegadizos y bailables que seguramente acaben dentro de poco en más de alguna carpa de algún que otro festival de renombre.
El final, completamente inesperado. Una pieza de piano que poco o nada tiene que ver con el repertorio anterior, pero que sirve para que todos los asistentes, de forma involuntaria, veamos decorados nuestros rostros con betún. Lo dicho: un tipo peculiar.

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