Echo & The Bunnymen – Arena (Madrid)

Tras protagonizar diez años después de su separación en 1987, una de las resurrecciones más espectaculares de la historia y sobre todo, tras la actuación que ofrecieron en Madrid el pasado 23 de octubre, no exageramos al afirmar que Echo & The Bunnymen a día de hoy son el mejor grupo de todos los surgidos a principios de los 80.

El público que se congregó en Arena estaba cerca o por encima de la treintena y simplemente se dedicó a saborear un momento inolvidable. Una banda a la vieja usanza en el que destacaba por encima de todo su vocalista Ian McCulloch, todo un icono del pop, que escondido tras unas gafas de sol, y sin abandonar el cigarro y la copa, hipnotizaba sólo con su presencia. Su voz, intacta años después, era capaz de llenar la sala y de meterse dentro de cada uno de nosotros.
Por su parte, las guitarras cristalinas de Will Sergeant apoyadas en los cuatro músicos que a día de hoy completan el grupo, eran simplemente sobrecogedoras. En un ejercicio de memoria colectiva y amparándose en la reciente publicación de la revisión de clásicos y rarezas Cristal Days (79/99), la formación de Liverpool se dedicó a desgranar cada uno de los temas que les hicieron míticos. Sus tres trabajos más recientes quedaron aparcados (aunque no del todo) y las viejas composiciones tomaron el protagonismo de la noche. Fueron cuarenta y cinco minutos de retraso, pero con los primeros acordes de “Lips Like Sugar” nos dimos cuenta de que la espera había merecido la pena.

Con un sonido excelente, y un escenario oscuro y lleno de humo, empezamos a disfrutar de un repertorio en el que no faltó nada. A las históricas “Rescue”, “The Cutter”, “The Back Of Love”, “Seven Seas”… se unieron composiciones de su época más oscura como “All My Colours” (nos dejó sin respiración) y “Over The Wall” (impresionante).
No faltaron tampoco clásicos como “Bring On The Dancing Horses” o “The Killing Moon” (la más celebrada por el público), y hubo momento incluso para momenos menos habituales como “All That Jazz”, “Angels & Devils” o “Never Stop”. La noche la cerró el lirismo de “Ocean Rain”, cuyo final nos puso los pelos de punta a todos los que allí nos dimos cita.
Todo el mundo salió con la sensación de haber asistido a algo grande, histórico, uno de esos conciertos que siempre has imaginado y cuando los vives te das cuenta que todo lo que habías soñado se ha quedado corto. Una hora y media tan intensa, lírica, epica y emocionante que no puede entenderse sin haberla vivido.
Aún tengo una duda, ¿El mejor concierto del año o de mi vida?

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