El Hijo – Los Movimientos (Verkami)

Reconozco que los cambios de timón estilísticos que acompañan la carrera de El Hijo siempre me han desorientado. Muy probablemente éstos obedezcan a la inquietud artística que posee Abel Hernández por un lado y, por otro, a no haber encontrado aún un estilo propio con el que casar a la perfección dicha inquietud.

Reflexiono y reconozco el tremendo egoísmo que acompaña al oyente que se supone seguidor, como es mi caso, y considera poseer la razón última a la hora de demandar ciertas exigencias en la banda a la que es fiel; me refiero a esa estrecha línea que separa los dos polos que deseamos ver satisfechos ante cada lanzamiento: el reconocer señas de identidad primigenias en lo que nos gusta y, a su vez, el exigir un riesgo creativo que suponga un paso adelante.

Pues bien, hace tiempo que El Hijo abandonó el primero de ellos. El escapar del pasado como recurso para considerarse incombustible es algo en lo que se empeñó Abel desde publicar La Piel del Oso (05), por mucho que algunos -pocos- sigamos amando ese EP; deudor, de acuerdo, pero lúcido y emocionante, puro en una palabra.

El segundo polo, el de la inquietud desde luego que El Hijo lo transita formidablemente. Ya lo hizo desde Canciones Gringas (06) y de su debut largo, Las otras vidas (07) soltando lastre y adquiriendo carácter, hasta desembocar en Madrileña (10), disco empeñado en sonar liviano cuando sus canciones no lo demandaban.

Con el romántico e inevitable uso del micro-mecenazgo, llega hasta nosotros ahora Los movimientos (12), esclarecedor título por todo lo indicado más arriba, y El Hijo vuelve a virar de forma violenta su propuesta.

Nos encontramos ante un disco preciosista, elaborado y arriesgado, sin tener por ello que ser cargante, hecho con esmero y detalle, donde por fin se logra un objetivo inalcanzable: sonar a banda. Parece evidente que ese es el fin principal de dotar de músculo -electrónico y psicodélico, no se me confundan- las composiciones.

Hay que acostumbrarse a escuchar a Abel tan ensoñador y arropado por capas, con su voz sonando más sutil, destacando menos. Es la antítesis a los cuadros de costumbre espesos y dramáticos a los que nos acostumbró mucho tiempo al frente de Migala. Pero tras hacerlo, uno podrá disfrutar sin problema las capas de sonido que bañan «Exteriorización del cuerpo astral», la rítmica juguetona de «Reina de las rocas», la desnudez reconocible vestida con retales de «Gran sueño» o el desvanecido cierre de «Buscando el sol».

Por cierto, recomiendo en Spotify la escucha de todo el disco en acústico que amablemente se nos ofrece. Alguno lo agradecerá.

¿Próxima parada?

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