Entrevista: Tindersticks

La melancolía es parte de nosotros, pero incluso los melancólicos necesitamos explorar y divertirnos, tomarnos un día libre y visitar la costa

Lo bueno de enfrentarse a un nuevo disco de Tindersticks es que ya sabes que te esperan varias escuchas intensas y emocionantes. Lo no tan bueno, quizá, es que ya sabes precisamente lo que te espera. Entre la previsibilidad y el arrebato fresco, los de Nottingham entregan The Waiting Room sin hacer demasiado ruido, tal vez porque ya todos conocemos su proverbial discreción mediática, y provocan un nuevo escalofrío sonoro no por conocido menos impresionante.

Esta vez aprendiendo algunos apuntes de un nuevo lenguaje más electrónico e igualmente enriquecedor para ellos y para sus oyentes. Stuart Staples no es una de esas personalidades arrolladoras ni especialmente elocuente en sus explicaciones, pero si se escucha el disco con atención antes de leer esta entrevista no hará falta tanta palabrería. Lo bueno, si viene de ellos, es óptimo. Lo estarán presentando el próximo 21 de julio en Los Veranos de la Villa de Madrid (Circo Price) y el 22 en La Mar de Músicas, así que aprovechamos para entrevistarles.

Impresiona la capacidad de profundizar en vuestro propio sonido. En estos nuevos arreglos parece que incluso os superáis respecto a anteriores discos y llegáis a un nivel altísimo y pocas veces alcanzado en vuestra carrera. ¿Es solo una cuestión de experiencia?

Gracias. La experiencia ayuda, aunque se trata más bien del deseo por ir más allá y encontrar espacios emocionantes que no hayamos visitado antes.

Después de vuestro regreso en 2008 y la deserción de algunos miembros, ¿créeis que este es el nuevo y definitivo proceso de resurrección?

Ha sido un proceso de reconstrucción desde 2003. Cada paso dado desde entonces ha sido en la buena dirección. Aunque con The Waiting Room llegó el momento de prestar declaración, de dar un salto y ser valientes.

Hace algún tiempo, cuando alguien no demasiado cercano a vuestra música escuchaba alguno de vuestros álbumes, las primeras palabras que acertaba a pronunciar eran “sombrío”, “oscuro”, “doloroso” o cosas parecidas. Suponemos que no hace falta decir que todo eso forma parte de vuestra identidad.

Por supuesto, la melancolía es parte de nosotros, pero incluso los melancólicos necesitamos explorar y divertirnos, tomarnos un día libre y visitar la costa.

Por las características del sonido de Tindersticks, ¿creéis que se ajusta a lo de “lounge music independiente” que hemos escuchado alguna vez? Parece una definición espontánea.

Eso suena horrible.

Sin embargo, todos y cada uno de vuestros discos tiene su carácter distintivo, pese al intento por preservar una fórmula. Ahora sucede también, y eso no es algo fácil de conseguir.

Intentamos escapar en lugar de preservar.

En The Waiting Room, instrumentalmente hablando, cambiáis el anterior tono jazz e incorporáis algún momento donde la tecnología juega un papel sorprendente. ¿Responde eso a los propósitos iniciales al entrar al estudio?

Se trata solo de perseguir ideas. A veces te llevan a lugares extraños.

En “Help yourself” la experimentación os lleva a una especie de ritmo funky. Tiene mucho groove ese tema.

Fue muy fácil de escribir y grabar, la más inconsciente de todas las canciones del álbum.

En esa misma onda de amor místico parece estar “The waiting room”. No se habla demasiado de vuestro lado romántico, ¿verdad?

Los temas que resultan más cercanos son los más difíciles de ver y sobre los que escribir. Algunas de las canciones en The Waiting Room han sido las más complicadas y cercanas que he intentado escribir hasta ahora.

Jenny Beth (vocalista de Savages) y la tristemente fallecida Lhasa de Sela también han colaborado en este trabajo. ¿Cuándo o cómo surgió la idea de incorporar ambas voces?

Las canciones intentan decirte lo que necesitan. Estaba trabajando en un arreglo de metal para “We are dreamers” cuando escuché a Jenny Beth cantar en una prueba de sonido. Dejé de pensar en los metales en ese momento porque supe que su presencia remataría la canción.

Os llevó cuatro años crear y arreglar estas nuevas canciones. ¿Había muchas ya perfiladas de anteriores trabajos?

No, fueron elegidas entre un amplio grupo de ideas sin concluir para darle forma al álbum.

Es una brillante idea publicar un vídeo para cada uno de los temas incluidos, y con un director diferente. Otro ejemplo de vuestro tradicional mimo y trabajo minucioso.

Es un trabajo duro, pero no es eso lo que nos impulsa (o eso espero). Algunas cosas simplemente parecen excitantes cuando te dispones a hacerlas, lo complicado te llega después.

En contra de la opinión general, ¿pensáis que la clave de un prestigio ganado a pulso se basa en el continuo empeño por no decepcionaros a vosotros mismos en lugar de estar pendiente de lo que la gente espera de vosotros?

Espero que sea más una cuestión de eterno compromiso que de ningún tipo de prestigio. En 2003 llevábamos juntos diez años en la banda y sentíamos mucha nostalgia por los primeros tiempos: la libertad, el descubrimiento, nuestra juventud… Eché la vista atrás con nostalgia. El presente siempre es más divertido y reconfortante.

Así que no os consideráis una banda de culto. Lo que queremos decir es que en España quienes poseen toda vuestra discografía sienten una especie de veneración por cada paso artístico que dais, y eso no es muy recomendable en general.

Nada recomendable, estoy de acuerdo. Nuestro trabajo generalmente ha ido realizándose en ciclos de tres álbumes. Yo diría que es mejor empezar con el primer paso de cada ciclo –el primer álbum, Simple Pleasure, The Hungry Saw-. Si te gusta cualquiera de ellos, puedes explorar un poco más. Si te gusta The Waiting Room, espera con ganas lo que viene después.

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