Imelda May – Mayhem (Decca Records)

1974. La pequeña Imelda Mary es la menor de cinco hermanos en la familia dublinesa de los Clabby. Gracias a eso, además de una más que posible sobreprotección, obtiene un bagaje musical considerable y con un espectro cronológico bastante más abierto que el del resto de niños de su generación. Es por eso que, a pesar de nacer en la década de los 70, sus héroes de infancia son más propios de los 50: Gene Vincent, Wanda Jackson, Eddie Cochran y, por supuesto, Elvis Presley.

2008. Imelda, que por el camino se ha dejado la erre de su segundo nombre, lanza un segundo disco (Love Tattoo) que ya la coloca en la estela del rockabilly clásico de los arriba firmantes.

2010. Bajo el título de Mayhem, Imelda presenta catorce canciones rebosantes de swing, surf y rock de la vieja escuela. Un trabajo lleno de matices que, además de encumbrarla en lo más alto de las inefables listas irlandesas, debe consagrarla como uno de los estandartes llamados a recuperar el esplendor del hillbilly, el swing y el rock and roll junto a nombres como, por ejemplo, Kitty, Daisy & Lewis.

El disco se lanza con un single, “Psycho”, que junto a “Sneaky freak” y en menor medida “Eternity” comparte en gran medida el ADN de Heavy Trash. Mayhem es, en general, una muestra del extraordinario manejo de los tiempos de Imelda y su banda, que maniobran con la misma maestría tanto en los medios tiempos como en los temas de rock tácticamente despanzurrado; de entre los primeros destaca el swing de “All for you” por encima de “Kentish Town waltz” y la dramática “Too sad to cry”, sobre todo por contar con una interacción sublime entre la trompeta de Dave Priseman y la voz de Imelda, en constante evolución. De los segundos, dos por encima del resto: “Let me out” y “Mayhem” (al final muy Wanda Jackson) por las guitarras, la orquestación y unos estribillos desproporcionadamente brillantes.

Del resto, genial la seductora interpretación de ella y el ambiente de club nocturno de ellos en “Inside out” y “Bury my troubles”; dan ganas de pedirse un whisky doble mientras observas a la cantante sacándote de encima una gabardina empapada. Interesantes también el ritmo de western de “Proud and humble” y el jingle prolongado que es la hawaiana “I’m alive”.

Lo menos bueno, una última y a todas luces innecesaria versión de “Tainted love”. Cuando llevas trece canciones tampoco es imprescindible añadir una versión de una canción que, por otro lado, ya ha sido bastante fusilada. Rompe un poco el clima y recuerda demasiado a una compilación de temas tuneados para la ocasión (tipo Baseballs). Aún así, mucho mejor que la mayoría de versiones posteriores a la de Soft Cell.

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