Isis + Dälek + Keelhaul – Sala Penélope (Madrid)

Tenía ganas de enfrentarme a la experiencia Isis en directo. Sus intrincados trabajos de estudio son el más estimulante viaje al fondo de los pantanos del metal contemporáneo, coqueteando no pocas veces con el post rock más progresivo.

Bien es cierto que presentar Wavering radiant (09), no era la mejor carta que podían ofrecer. Una vuelta al agreste sonido de Oceanic (02) con menos tino que éste, pero que, si se le da las suficientes escuchas, puede seducir al igual que el resto de obras.

La noche brindaba un nutritivo cartel con Keelhaul y Dälek escoltando a los reyes de la velada. Abrieron fuego los primeros, con una auténtica muralla de sonido: las texturas espídicas y de rítmica endiablada les hicieron gozar del reconocimiento de una sala que comenzaba a llenarse. Destacaban unos guitarristas metrónomos y  un batería brutal, pareciendo unos Hella elevados al cuadrado en su intensidad. Problemas hubo ya entonces con las voces, tapadas de forma evidente. Su propuesta buceaba cómoda entre las aguas del math rock más extremo y el hardcore más ortodoxo. Jugoso aperitivo.

El perfecto puente entre las variables guitarreras lo aportó Dälek, DJ y rapper al servicio de un hip-hop industrioso capaz de crear unas atmósferas asfixiantes de illbient viciado mientras su flow combativo se encaramaba ágil por ellas. Échenle una escucha a Absence (05) y verán como mi reciente reseña de Eyedea & Abilities les parece un pedo de pato a su lado: canela fina. Eso sí, no ocultaré que su show se alargó lo suficiente como para resultar monótono a los no iniciados o apercibidos de lo que iban a encontrarse.

Gran expectación ante la irrupción de Isis. Un poco de humo, música épica introduciendo y allí llegaron estos abisales jinetes del Apocalipsis rasgando la endodermis de los presentes con “Hall of the dead”. La intensidad y la entrega podían absorber hasta a los muertos, pero un lastre inmenso acompañó toda su actuación: directamente la voz de Aaron Turner no se oía, quedaba completamente ahogada por el brutal volumen. Y aguantar esto es muy duro, es renunciar a su multitud de registros, sus graves planeadores, sus gritos espeluznantes… me invadía la impotencia mientras los cortes iban surgiendo arrebatadores y le miraba y asistía atónito a su estampa muda, una pena muy, muy grande, volverte loco con los riffs de “Threshold of transformation” o hacer headbanging con “Dulcinea” y ver que su cantante no existe.

Aún así, traté de abstraerme de este escollo y disfrutar con los increíbles recitales recientes de “Stone to wake a serpent” y “Ghost key”, y, sobre todo, con los temas que surgieron de su cima, Panopticon (04), solemne y devastadora “Backlit”. La instrumental “Altered course” fue otro rescate de esta maravilla en el bis, como guinda a un concierto notable, que aún así podía haber sido mucho más si se hubiesen solventado los problemas de sonido.

Y, claro, si por otro lado hubiese contribuido un público de palo de los que más recuerdo. Es lo que ha traído la pose a lo metal gafapasta de los postes telefónicos allí congregados y de los bisoños de piercings y ropajes negros inofensivos más propios de la premiére de Luna nueva que de un concierto de Isis. Un jardín de estatuas que sólo se movieron inquietas para abrirse paso hacia la estrecha salida abarrotada. De vergüenza, oiga.

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