James Taylor Quartet – Arena (Madrid)

Joder con Laurens Hammond. Ya puede estar tranquilo –y contento– el tipo en su tumba. El órgano que inventó y que lleva su nombre se ha convertido en uno de los artilugios con mayor versatilidad en la Historia de la música moderna. Sirve para que artistas como James Brown, Brian Auger o el que nos corresponde lleven al público a momentos hipnóticos, de trance o baile desenfrenado. Sirve para que todo músico revival que se precie le dé un toque retro a sus canciones. Y sirve, por ejemplo, para que una chai –recordando al ya echado a perder Umbral– baile encima marcando el ritmo a sus diez compañeras que mueven el culo sobre el escenario en medio de una actuación.

Y eso fue precisamente lo que pasó en el concierto de James Taylor Quartet en el Arena de Madrid. ¡Ojo!, no confundir con su homónimo, el peñazo ese que se empeña en dar la brasa con baladas folky-chungas. Creo que no soy el único que se ha pillado un disco del segundo por equivocación. Todavía me despierto por las noches chillando.

El caso es que el Hammond del inglés embruteció al personal mucho más de lo que hubiese sido esperable para un lunes. Y eso a pesar de que la gente al principio estaba bastante apalancada, debido más bien a la proximidad del fin de semana que a la jornada laboral del día siguiente. Mucho burguesito enrollado y bastante “Areareservadista” en un concierto que fue subiendo de tono hasta el desmelene final. Un concierto bastante corto también –una hora y diez– y un Taylor agitador –¡Venga, batid las palmas y saltad!, decía, indicando cómo hacerlo– en la que es ya una visita clásica a los escenarios españoles.

Pues eso, acid jazz y funk y groove y jazz a secas y todos esos palabros raros que desparraman Taylor y los suyos cada vez que bajan a la península –una vez al año, no falla–. En esta ocasión venían a presentar su nuevo disco Room at the top, que la verdad, no viene a aportar mucho de nuevo en la carrera del grupo lo cual, por otra parte, es perfecto, porque nadie se lo ha pedido. Sí, son ellos los reyes del acid jazz, la música de baile más cachonda de cuantas ha conocido un servidor. Las nuevas canciones, como “Stop!” o “Free” recuperan las partes cantadas, ganando en ritmo y sensualidad. El inglés, arropado por seis instrumentos (guitarra, bajo, batería, trompeta, saxo-flauta y voz femenina), sabe por donde llevar al personal y éste, aunque no está tan puesto como en otro tipo de actuaciones, responde con grititos de éxtasis a los subidones. Esos eran los momentos de “Blow up”, “Love the life” o el “Theme from Starsky & Hutch”. Así que en esas estuvimos: bailando en 2002 con música de los 80 que quería ser como la de los 70. Que cosas.

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