John Vanderslice – Sala La2 de Apolo (Barcelona)

Siempre es un placer ver en directo a John Vanderslice. Pero si además llega con un disco de matices tan pop como el Romanian Names, hay añadida una dosis de curiosidad por saber cómo va a interpretarlo sobre el escenario. El regreso del artista norteamericano a Barcelona se presentaba, pues, como una de esas citas señaladas del calendario.

Abrieron los catalanes The Mighty Fools, una banda de pop-rock que mostró buenas maneras, pero a los que le faltó desenvoltura sobre el escenario. Combinando letras en catalán y en un inglés con acento, sus canciones se basaron en potentes ritmos  (impecable el batería) y unas guitarras al más puro estilo americano. El set fue de menos a más y la gente acabó marcando el ritmo con pies y cabezas.

Y tras una breve pausa para dejar a punto el equipo y esperar a que los rezagados fueran llegando (buena entrada, tres cuartos), se encendían de nuevo las luces para recibir a un risueño John Vanderslice junto a su inseparable Ian Bjornstad a los teclados y Jason Slota a la batería. Como estaba allí para mostrarnos su nuevo trabajo, abrió el concierto con “Too much time” a la que siguió la excelente (también en directo) “Sunken union boat”. Ya en ese momento quedó claro que aunque el nuevo trabajo de Vanderslice ha dado un giro poppy, y que sobre el escenario se muestra bromista, dicharachero y simpático, el set iba a ser roquero y atronador con arrebatos incluso psicodélicos.

Los instrumentos se multiplicaban como por arte de magia y en algunas canciones daba la sensación de que había siete personas sobre el escenario: técnicamente los tres estuvieron impecables, aunque ver a Slota tocar la batería con una mano y marcarse el bajo de la canción a los teclados con la otra fue todo un espectáculo. Para tal despliegue de potencia, Vanderslice decidió aparcar su último disco (“Oblivion” fue el otro tema del Romanian Names de la noche) y se dedicó a dar un repaso a fondo a su ya extensa discografía.

Desde el Life and Death of an American Fourtracker (“Underneath the leaves”) hasta el Emerald City (representado con “Tablespoon of codeine”, “The tower” o “Minaret”), pasando por el  Cellar Door (del que cayeron “White plains” y “Pale horse” por petición popular) o el Pixel Revolt (con “Angela” o “Trance manual”),  incluso sorprendió con “Lucifer rising” de su EP a medias con The Mountain Goats, Moon Colony Bloodbath. Excelente revisión a su trabajo en el que brilló por su ausencia, sí efectivamente, “Exodus damage”.

Tras cerrar con “Up above the sea”, se bajaron del escenario y, tal como ya nos tiene acostumbrados, el bis tuvo lugar con el público alrededor, sin micros y con unas sencillas y bonitas versiones de “Nikki oh Nikki”, “Time to go” y “Keep the dream alive”. Sorprendente concierto del americano que consiguió arrancar a sus temas una potencia y una garra muy alejada de la afabilidad que destila su sonido en disco.

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