Klaus & Kinski – Sala Neu! (Madrid)

Debo de ser sincero. No esperaba un gran concierto de la pareja murciana (convertida aquí en quinteto) influenciado por mis antecedentes con ellos. En lo que respecta a sus trabajos en estudio, ninguna queja. Su Herreros y Fatigas (2012) es lo mejor que han facturado, y quizás por eso, mis miedos se acrecentaban. Pensaba que la riqueza en cuanto a producción del disco no se iba a poder llevar a buen puerto. Pero por suerte para el público y para mí, lo consiguieron, haciendo que su actual estado de gracia compositivo se contagiara maravillosamente al escenario.

Ya en el tema de apertura, “Cumbres Profundas” se aprecia la mejoría vocal de Marina, ese fino susurro tan peligroso de mantener en condiciones óptimas. La guitarra shoegaze de Alejandro responde mejor que nunca, fundiéndose a las vibrantes bases marca de la casa (no hay batería) que sobrevuelan la primera parte del concierto. El electrizante violín de Pilar muestra su mejor cara en “Contrato”, claro síntoma de mejora respecto a actuaciones pasadas. La electrónica más purista sigue mandando en el repertorio cuando suenan “Forma, Sentido y Realidad” y en mayor medida la krafwariana “La Duda Ofende” desplegándose los primeros bailes y palmas. Primer momento para recordar de la velada.

“Crucifixión, la Solución” de su primer largo Tu hoguera está ardiendo (2008) da momentáneamente concluido el tercio electrónico, otorgando el protagonismo a las guitarras pero sobre todo al bajo, arma con la que marcan el sentido pop de sus canciones. Suenan rancheras (“Soneto”), pasodobles y olés (“El Rey del Mambo y la Reina del Saba”) manifestando ese componente ecléctico que marca su particular universo sonoro. Esa capacidad para mezclar sin tapujos guitarras saturadas y melodías que podrían venir de Los Panchos los hace únicos en el panorama español.

Y después de este perfecto anticipo dejan caer el hit de su último disco, “Ojo por Diente”, donde sus afilados versos encandilan al respetable. Gracias a la buena acústica del lugar y el buen hacer del quinteto sobre el escenario consiguen que los desconcertantes vaivenes de sonido pasen a un segundo plano, dejan en buen lugar piezas como “La pensión”, la etérea “Buceador” o la ultra-romántica “Mengele y El Amor” cerrando el grueso del repertorio con el tema más reclamado a lo largo de la noche (“Mama no quiero ir al Colegio”) y el electropop machacón de “Rocanrolear”.

Si se hubieran marchado a su casa después de posiblemente una de sus mejores actuaciones en vivo, nadie se lo hubiera reprochado. Todo estaba dicho, el disfrute había sido mayúsculo. Sin embargo, deciden regalar un bis especial para fans primerizos, basado en su primer álbum, quizás debido a que, como apuntaron ellos, “la NEU es para nosotros como nuestra segunda casa”. Pasaron de tocar la fibra sensible con “Autovía de Albacete” al guitarreo pop de “Nunca estás a la altura” concluyendo con la country murciana “Flash Back al Revés”.

Con gran parte de la sala aplaudiendo y exigiendo estilo verbena la vuelta del grupo mientras un pequeño grupo de insensatos salían de la Galileo, los ya consagrados Klaus & Kinski sacan a pasear sonidos propios de “los alegres años 20” en “Carne de Bakunin”.

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