La Villana – Museo Cerralbo (Madrid)

Natalia Quintanal ha vuelto y lo ha hecho con fundamento, ha regresado al Universo Pop con un nuevo proyecto llamado La Villana, acompañada de varias personas importantes en su vida y en la historia de la música asturiana: Pedro Vigil (Penelope Trip) encargado de la grabación del disco en su estudio casero,  Alvaro Escudero a las voces y mandolinas y su hermano, Pablo Quintanal a las guitarras eléctricas y otras voces.
La Villana Canta (La Formula Discos/Gran Sol 2014) es un trabajo madurado entre 2008 y 2012, aunque no haya visto la luz hasta ahora, que contiene doce canciones desnudas y desprovistas de cualquier efectismo.

Y eso es lo que se vio y escuchó en el marco incomparable del escenario madrileño que acogía a La Villana, el Museo Cerralbo; la totalidad del disco, una canción nueva y dos versiones; «Mi gran amor, te encontraré» del entrañable Daniel Johnston y otra de la cantante francesa Marie Laforet.  

El concierto entraba dentro de la acertadísimo ciclo de conciertos denominados «Conciertos a las veinte cero cero» que está ofreciendo el museo madrileño y, a la hora indicada, con puntualidad siempre extraña para los que estamos acostumbrados a otro tipo de recintos, salía a escena Natalia debidamente escoltada por los dos guitarristas, Pedro Vigil y álvaro Escudero, su hermano Pablo no pudo asistir, como ella misma se encargó de anunciar, por motivos personales.

El siempre impresionante salón del museo, la variopinta mezcolanza de público asistente, integrado por: fans de la asturiana, asiduos al museo y algún despistado que no sabía muy bien de que iba todo aquello, la puesta en escena y el estilismo de La Villana, propiciado por la fábrica de capas artesanales, Capas Seseña, pero sobre todo; el apabullante sonido de las guitarras de Pedro y Alvaro, que cobraron protagonismo en directo con un sonido ciertamente fronterizo que en el disco apenas de entrevé, fueron ingredientes muy adecuados para acompañar a las exquisitas letras y canciones de Natalia.
Concierto redondo y sentido, amable y sincero, en el que las esculturas del salón parecían rendirse a la voz, un poco tomada, de Natalia Quintanal, mientras el reloj que había a su espalda hacía de metrónomo intemporal. Y todo poniendo voces a historias y personajes cotidianos, a tu vecina, que sale por las tardes a correr, al taxista que espera en la parada, a la estraperlista (que resulta que era su propia abuela, tal y como nos contó Natalia), a la tejedora, al culpable, a ti, a mí, porque tú y yo somos también unos villanos.
 

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