El legado de Bowie en 40 singles: Bowie Legacy

“No sabría cómo elegir un single aunque me golpeara en la cara”. Fue lo que David Bowie declaró sobre “Fame”, años más tarde de que naciera como fruto de su relación con John Lennon en el Nueva York de 1974. Fuera o no así, es innegable que la carrera del genio espacial está repleta de sencillos increíbles que han conformado la banda sonora de nuestras vidas. Desde la alienígena “Space oddity” hasta “I can’t give everything away”, el tercer single extraído del que fuera su último álbum publicado con vida, Blackstar. Si la obra de Bowie constituye un recorrido por la evolución musical desde finales de los 60 hasta la actualidad, sus sencillos son pequeñas píldoras clave en este desarrollo.

Eso es lo que ofrece Bowie Legacy. Un camino a través de los puntos clave de su discografía, arrancando en el océano cósmico de “Space oddity”, brillando con los himnos glam como “Rebel rebel”, deslizándose por géneros como el pop, el soul y el futurismo funk de “Fame”, o el krautrock de la trilogía berlinesa hasta llegar al retorcido y lúgubre jazz y art rock de Blackstar, coronado con el single “Lazarus”. David Bowie fue un visionario que navegó años por delante, poniendo a nuestro alcance obras magníficas de la mano de la simpleza de un pop accesible, y fue un camaleón espacial que se adaptó al sonido que demandaba cada nueva época. Su obra no era un imaginario de este mundo pero, a su vez, nos era familiar.

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Su renacer musical dio paso a su muerte carnal, anunciada en Blackstar de una forma que ahora parece poco sutil, pero que se nos escurrió entre los dedos de la mano, provocando que su desaparición nos pillara por sorpresa. Durante años, Bowie nos ha guiado a través de su música por senderos inexplorados, extraterrestres, vanguardistas y maravillosos. Una vida dedicada al arte y a la música para tender puentes entre la realidad y la fantasía, entre mundos materiales e imaginarios. Creó modas, adaptó las ya existentes a sus propias creaciones musicales y utilizó el rock and roll, el glam o el soul como lienzo para expresar sus múltiples inquietudes. Con Bowie Legacy, se nos plantea un legado comprimido en canciones para mantener con vida al hombre de las estrellas.

Inicio espacial

El recopilatorio abre con “Space oddity”, al igual que una puerta se abriría en la carrera de Bowie el momento en que descubrió su fascinación por el espacio. A finales del 68, la película 2001: Una odisea del espacio de Kubrick le había abierto los ojos al espacio exterior, lo que desembocó en un amor profeso por todo el universo extraterrestre. El propio Bowie describió el álbum Space Oddity como “mezcla de Dalí, de Kubrick y los Bee Gees”. Mercury Records decidió prender la pólvora para que el single, la historia fatídica de un astronauta que se pierde para siempre en el espacio, el Mayor Tom, estallara el mismo día que el hombre llegaba a la Luna por primera vez. Fue el primer single que Bowie pudo colocar en el top ten de las listas de Reino Unido, conformado por exquisitos arreglos pop y extraños efectos de sonidos propios de una retransmisión extraterrestre. El paso previo a lo que iba a desembocar el Bowie de Ziggy Stardust.

 

“Space oddity” fue uno de sus sencillos más reconocidos hasta que le cediera el testigo a “Changes” un año después de publicar The Man Who Sold The World en 1970. “Changes” es la pieza clave del Hunky Dory (1971), a pesar de estar conformado por multitud de canciones que darían dos excelentes singles mas. Fue un álbum en el que Bowie parecía encontrarse en un momento de transición y en el que empezó a grabar con el guitarrista Mick Ronson, con una portada un poco renacentista, un poco Warhol, un poco Greta Garbo y un poco de aquellas sesiones de The Man Who Sold de World. “Changes” es, como poco, un himno asociado al nombre de Bowie, con una de las melodías más enérgicas y coros entusiastas y pegadizos que dan forma a una letra sobre la constante reinvención artística.

De Hunky Dory se extrajeron dos singles más: “Oh! You pretty things”, sobre la inminente raza de los superhombres, y la genial y misteriosa “Life on Mars?”, un pop épico que nació de la resignación de Bowie de que “Even a fool learns to love”, su versión de la canción “Comme d’habitude”, no hubiera tenido éxito, mientras la versión de Sinatra, “My way”, triunfaba. Quizá como desquite, Bowie incluyó en “Life on Mars?” unos acordes de “My way”. Su temática es abstracta y sus letras, plagadas de referencias americanas e imágenes poéticas. Bowie, más tarde, la describiría como la decepción de una joven con la imagen que los medios reflejan de la vida real.

 

El nacimiento de Ziggy Stardust

The Rise And Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars es una de las obras magnas de Bowie. Es el trabajo con el que vería la luz su alter ego, Ziggy Stardust, un alien que llega a la Tierra y se convierte en un mesías del rock al que la fama acaba devorando. Es un álbum conceptual, una ópera extraterrestre que une el glam rock y lo alienígena en una suerte de imagen colectiva con la que asociaríamos a Bowie en su mayor parte. Un alter ego que aunaría su pasión multidisciplinar por el rock and roll, el teatro y la mímica y que nacería de la estrambótica mezcla del nombre de Iggy Pop y The Legendary Stardust Cowboy, un artista pionero del psychobilly fascinado con los viajes espaciales.

The Rise And Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars es casi una epopeya narrada por una figura andrógina y que aglutina tres de los singles más impactantes dentro de Bowie Legacy: el rock de sexo intergaláctico, “Moonage daydream”; el anuncio de la venida alienígena con tonalidad similar a “Over the rainbow”, “Starman”, y la historia de rock and roll decante de “Ziggy Stardust”.

 

Con este álbum, Bowie se plantó por primera vez en Top Of The Pops, el programa musical de la BBC, con un mono azul brillante, pelo naranja y un séquito de músicos con su mismo atuendo para entonar “Starman”. Y su temática extraterrestre alejada de la música adolescente de aquel entonces, su apariencia estrafalaria y su “desfachatez” al pasarle cariñosamente un brazo por encima a Mick Ronson ante millones de espectadores fue suficiente para que al día siguiente las tiendas se llenaran de adolescentes buscando este disco procedente de otro plantea.

En cuanto al delicioso Aladdin Sane, el doo-wop futurístico de “Drive-in Saturday” es el único sencillo incluido en Bowie Legacy. Fue el último resquicio glam hasta “Rebel, rebel”, dentro de Diamond Dogs (1974). Éste fue uno de los himnos glam por excelencia, que incluso podría calificarse de proto-punk. Un tema pegadizo que juega con los roles de género y en el que vería la luz otro de sus alter-egos, Halloween Jack, la reencarnación de Ziggy en pirata glam. Es el tema más ligero de Diamond Dogs y cuenta con un riff de guitarra ya clásico y distintivo que da la bienvenida con una energía explosiva.

 

Más allá del glam

Con Young Americans (1975), Bowie cierra una de sus etapas y abre otra. Apuesta por un cambio radical, deja atrás el glam y da la bienvenida al soul, funk y R&B desde Filadelfia. En 1975 supo que era momento de reinventarse, cuando el glam rock se había volatilizado y el rock and roll que había impregnado la primera mitad de los 70 continuaba, pero no en la misma forma como para seguir protagonizando su edad dorada. Fue con el álbum ya terminado cuando Bowie se encontró con John Lennon en Nueva York y nació el segundo single del álbum después de “Young americans”, “Fame”, ambos incluidos en el recopilatorio.

Young Americans básicamente liberó a Bowie de sus personajes, del glam y del rock and roll y le permitió abrirse a una nueva trayectoria artística.

La trilogía de Berlín

Dentro de la gira de Station to Station (1976), Bowie llegó a Los Angeles y al terminar un concierto se encontró con Iggy Pop. Más tarde, Bowie le ofrecería producir y componer su próximo disco, el cual acabaría siendo The Idiot. Este sería el paso para que se gestaran Low, Heroes, y Lodger, la llamada “trilogía berlinesa”. Llama la atención que la persona con la que compartiera esta etapa fuera la misma en la que se inspirara años atrás para el nombre de Ziggy Stardust.

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El tándem Bowie-Pop había comenzado y significaría una etapa que daría sus frutos musicales a ambas partes. Para Bowie, fue una manera de experimentar y evolucionar hacia un nuevo lenguaje musical, impulsado por Brian Eno. Low (1977), presentado como una película de ciencia ficción con una fotografía de The man who fell to Earth en la portada, guardaría el single “Sound and vision”. Más tarde, a finales de ese mismo año, vería la luz el álbum con uno de los sencillos que trascendería en la historia musical: Heroes, la pieza central de la trilogía de Berlín. El tema homónimo es enorme y canta, entre guitarras y sintetizadores, el triunfo de dos amantes que se encuentran cada día de forma furtiva. Fue inspirada por la relación del productor de Bowie, Tony Visconti, con la cantante de jazz Antonia Maas, a quienes Bowie descubriera besándose cuando mirara por la ventana del estudio mientras pensaba en la futura letra de la canción.

 

El álbum que cerraría la trilogía sería Lodger (1979), con el single “Boys Keep Swinging”, considerada una burla al machismo por unos, y un homenaje a la juventud, por otros.

Vida después de los 70

En Scary Monsters (1980), Bowie vuelve a recuperar la figura del Mayor Tom de “Space oddity” en la introspectiva y melancólica “Ashes to ashes”. Lo volverá a hacer también en “Hallo spaceboy”, single del noventero Outside y en “Blackstar”, lanzado el pasado enero. Para Bowie, “Ashes to ashes” fue un cierre a la década de los 70, “un buen epitafio” que coronó con un delicioso (y caro) videoclip new romantic.

 

Un año más tarde, Bowie se reuniría con Queen para grabar los coros de “Cool cat”, tema del grupo de Freddie Mercury. Finalmente, lo que nació de esa relación fue la heroica “Under Pressure”, a partir de la base de la incompleta “Feel like” que había escrito Roger Taylor y que fue incluida en el álbum de Queen, Hot Space. Bowie también colaboró con Mick Jagger en una versión de “Dancing in the street” de Marvin Gaye, con un videoclip grabado en solo dos tomas que protagonizaban unos Bowie y Jagger danzantes como padres en una boda.

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Los 80 también fueron la década en la que nació la ya mítica “Let’s dance”, pegadiza, colorida y bailable, que se encontraba dentro de su nuevo álbum homónimo. Bowie tenía clara su meta en aquel momento. Cogió a su nuevo guitarrista, Nile Rodgers, de Chic, y le dijo “Quiero un hit”. Y lo tuvo. Del mismo álbum, además, exprimió también los singles “Modern Love”, inspirado por el ídolo de Bowie, Little Richard y “China girl”, escrito por Iggy Pop en Berlín, ambos también dentro del recopilatorio.

Bowie Legacy también recoge como sencillos de esta etapa “Absolute beginners” (1986), banda sonora de la película del mismo nombre, y “Jump they say”, del álbum Black Tie White Noise (1993), hasta llegar a “Hallo spaceboy”, el tema espacial en el que renace la figura del Mayor Tom. Es una expresión fantástica de la forma en la que Bowie se adaptó al característico sonido de los 90. Fue construida sobre un riff de Reeves Gabrels, un delirio de club nocturno de Brian Eno y remezclada por los Pet Shop Boys. “Es como si Jim Morrison tocara industrial”, llegó a decir Bowie sobre la que era su canción favorita de Outside (1995).

La más que conocida “I’m afraid of Americans” llegaba dos años después con Earthling (1997), el álbum en el que Bowie aprovechó para añadir elementos de drum and bass a su propio núcleo musical. “Es el ritmo más emocionante del momento”, diría por aquel entonces. “I’m afraid of americans” ya se había gestado durante las grabaciones de Outside y critica el consumismo de las grandes multinacionales en detrimento de la música, la literatura o el cine.

 

Retiro y reaparición

En 2003, Bowie publicaría el último single recogido en Bowie Legacy hasta su magistral retorno en 2013. Tras la publicación de Heathen (2002), con el retorno de Tony Visconti como productor, Reality (2003) fue su último álbum hasta 10 años más tarde. Es un disco urbano, grabado en el corazón de Nueva York y con la mentalidad de ser tocado en directo con gran inmediatez. El resultado fueron canciones más accesibles y sencillas, con “New killer star” como primer single.

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Fue en 2004, en plena gira de Reality, cuando Bowie tendría que ser operado del corazón. Volvió a Nueva York, con su mujer Iman y su hija Lexi y, durante una década, siempre discreto, apenas hizo intervenciones públicas. Sin embargo, el 8 de enero de 2013, coincidiendo con el día de su cumpleaños, fue cuando daría la gran sorpresa al mundo. El pastel que se estaba guardando era The Next Day, como un triunfal regreso al mundo musical del que costaba creer que se hubiera ido de verdad. “Guarda el secreto y no se lo digas a nadie”, le dijo Bowie a Visconti. Y vaya si cumplió su palabra.

La llegada de The Next Day al mundo fue su regalo de cumpleaños para todos nosotros. Un disco que condensaba muchos de los rumbos musicales que había tomado en el transcurso de su vida, con temas agresivos y divertidos, retorcidos, oscuros y fragmentados, enérgicos y frágiles, englobados en lo que podría calificarse como art rock. “Where are we now” constituía su single número 108, una canción con aires de elegía con reminiscencias a su vida en el Berlín de los 70. A esta le siguió a una tanda de sencillos que abarcaba “The stars are out tonight”, “The next day”, “Valentine’s day” y “Love is lost”, aunque no incluidos en Bowie Legacy.

 

Blackstar

El 10 de enero de 2016, Bowie fallecía en su hogar de Nueva York. Apenas dos días antes había tenido lugar el lanzamiento de Blackstar y unos meses más atrás, la noticia de un nuevo disco y la publicación del single homónimo había dado la vuelta al mundo. Bowie vivió sus últimos días preparando su regalo de despedida, envuelto en un profundo y horrible secreto que solo confesó a su círculo más cercano. “Su muerte fue como su vida: una obra de arte”, dijo Tony Visconti poco después. Durante 18 meses, Bowie había luchado silenciosamente contra el cáncer, pero al final perdió la batalla.

Con la noticia de su muerte, Blackstar se convirtió en una obra difícil de escuchar, repleta, ahora, de nuevos significados. Sus piezas las conforman jazz, art rock, vanguardia, sonidos oscuros, inquietantes y sobrecogedores de una profundidad asombrosa, guardando enormes referencias y mensajes. El primer single, “Blackstar”, entonó el corto y esperanzador regreso de Bowie, y el segundo, “Lazarus”, lo despidió dejándonos un mensaje clarividente pero que no entendimos o no quisimos llegar a entender: iba a morir, pero ya estaba preparado. Mírame, estoy en el Cielo / Tengo cicatrices que no se pueden ver, abría lúgubremente el tema.

 

Bowie nos dejó una estrella negra, una necrológica preciosa e hiriente en la que trabajó, literalmente, hasta el fin de sus días. “David se volvía más débil a medida que avanzaba el año, pero cuando estaba grabando no podía parar de sonreír, no podía ser más feliz”, contó Visconti poco después de su fallecimiento. Un legado confeccionado a través de una gran exigencia artística, un enorme y pulido trabajo técnico, una voluntad inspiradora e inquebrantable y un amor incondicional por la autoexpresión y la experimentación en la música. “Todos pensábamos que le quedaba más tiempo”, explicó el productor. Pero el que tuvo, lo empleó de la mejor manera posible.

Gracias, Starman.

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