Los Planetas – Ocho y Medio Club (Madrid)

Cuando tienes que pasar un mal trago lo más aconsejable no es procrastinar, así que empezaremos esta crónica del concierto de Los Planetas por lo que no nos gustó, lo malo, lo único malo y molesto. Su sonido. Pero aunque el sonido sea un factor clave cuando se trata de un recital en directo, no llegó a ser un elemento tan negativo como para enturbiar lo que resultó una noche triunfal. Cierto es que el sonido fue una chapuza durante muchos momentos, no hubo manera de separar la voz de J de los molestos bajos que se acoplaban a su voz, con el consiguiente detrimento de la concentración de J. Una amalgama de sonidos que incomodó durante toda la noche a los componentes del grupo, como más tarde nos confirmó Eric en una amigable charla, el mítico batería del grupo, el Keith Richards de los granaínos, que no dudó en pasearse por la sala después del concierto haciéndose fotos y atendiendo a cualquiera que quisiera compartir impresiones con él Y ya. Hasta ahí lo peyorativo. Porque la noche resultó ser una de esas raras ocasiones en lo que la comunión entre público y artista alcanza cuotas de reverencia mutua. Una noche que los fieles del grupo recordarán como el mejor concierto que Los Planetas han dado en Madrid y de la que los seguidores ocasionales del grupo dirán con orgullo aquello de «yo estuve allí». Arrancaron subrayando el espíritu litúrgico de la velada, estatus que están alcanzando en cada recital, con «Los Poetas» para seguir con «Virgen de los Peligros» y arrancar la pasión karaoke con «Señora de las Alturas» o «Ya No Me Asomo a la Reja» y a partir de ahí un desfasado público se lanzó hacia lo salvaje, a celebrar con ahínco y precaria pasión cada estribillo, cada estrofa, cada palabra, cada ritmo y acorde, con tal desenfreno que cuando se cerraba el primer bloque del concierto con «Pesadilla en el Parque de Atracciones» los empujones, los saltos y la algarabía recordaba a esos primeros conciertos punk de los años ochenta. Pura dinamita. Puro espectáculo.

Los Planetas son los indiscutibles reyes de la música independiente de España, por eso a muchos nos costó asimilar que tras casi cinco años de ausencia de los escenarios de la capital escogieran un lugar con tan poca capacidad para regresar. Eso sí, el resultado no pudo ser mejor, entradas agotadas en cuestión de horas, múltiples campañas de gente anónima en Facebook pidiendo una fecha extra, y claro, una pasión desmedida entre los agraciados que conseguimos entrada. La gente arrasó literalmente con el puesto de merchandising una vez terminado el evento. Han sabido como nadie adaptar los sonidos foráneos y el ruidismo del noise americano para crear su propia imaginería, un sonido reconocible fabricado a imagen y semejanza, pintando en sus letras un estupendo reflejo de la vida y las costumbres españolas. Incluso mucho antes de que jugasen a rockanrollizar el flamenco Los Planetas ya eran míticos por convertirse accidentalmente en una máquina de hacer himnos. Y como tal, cada vez que sonaba uno de sus clásicos el público se lanzaba a dejarse hasta el último alveolo, cantando la canción como quien tiene un hijo en la cárcel. «Toxicosmos», «Devuélveme la Pasta» y «Corrientes Circulares en el Tiempo» se acompañaron de un rugido ensordecedor que ponía los pelos de punta, estuvieras dentro o fuera de la turba.

Por obligación tuvo que haber dos tandas de bises en las que sonaron otra buena batería de incontestables de la banda como «Un buen día» o «David y Claudia» con la que llegamos a un abrupto final.  Desgraciadamente para aquellos que conocíamos el setlist que se habían marcado unos días antes en Granada, prácticamente idéntico al de esa noche, sabemos que por el camino se nos quedaron «De Viaje» o «La Copa de Europa» entre otras. Pero quién en su sano juicio criticaría un maravilloso repertorio que conjugó un perfecto equilibrio entre clásicos y nuevos tiempos, sonó «El duendecillo Verde» de su último EP e incluso adelantaron un nuevo tema titulado «Espíritu Olímpico»

Los reyes del rock patrio independiente, los padres putativos del 90 % de la música indie de este país, dieron casi por casualidad el concierto más nostálgico y emotivo en su paso por la capital. Honraron con creces involuntariamente las fiestas de San Isidro. Por mucho que ellos estuvieran cabreados por el sonido, supieron disimularlo perfectamente sobre las tablas. «Es que lo disimulo muy bien» nos decía Eric. Lo que está claro es que sin Camarón y sin Morente, la Leyenda del Tiempo y la Leyenda del Espacio siguen teniendo muy buenos guardianes para continuar con su legado. La leyenda impecable de un grupo de Granada que ya ha hecho Historia y al que le seguiremos poniendo velas con devoción para que su recorrido aún sea de larga distancia.

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