Mad Cool 2017 (Caja Mágica) Madrid 6-8 de julio

El año pasado Madrid veía nacer por fin un festival para mirar de cara a cara a otras propuestas nacionales de la talla de Primavera Sound, Bilbao BBK o el Festival Internacional de Benicassim: Mad Cool. Tras muchos años de sequía cultural, y especialmente musical en materia de grandes eventos no exentos de calidad y de nombres atractivos, la capital recuperaba su gloria de antaño, aquella que en mitad de la década de 90’s ostentó con Festimad y algunas actuaciones en su mejor momento artístico de la talla de The Smashing Pumpkins, Rage Against the Machine o Beck.

El resultado fue todo un éxito de público, organización, entorno y actuaciones. Este año era el año de su consolidación, por ello no escatimaron medios ni ambición al anunciar a sus tres cabezas de cartel: Foo Fighters, Green Day y Kings of Leon, una baza ganadora en cuanto a convocatoria que se tradujo, como era de esperar, en un sold-out de dimensiones mastodónticas tanto en abonos como en entradas de día.

Junto a los nombres grandes, me resulta fundamental siempre la inclusión de propuestas no tan epatantes, que trae aparejada un encanto y un magnetismo irresistibles para cualquier melómano. En este año la ocupaban, entre otros, Moderat, Slowdive (ay…), Savages, Kurt Vile, o Benjamin Booker.

Si algo caracterizó a esta edición fueron las jornadas de lluvias y tormentas apocalípticas en Madrid que, sin embargo y afortunadamente, perdonaron de manera sorprendente las tres noches, dando tregua a todos aquellos congregados. Como tragedia que no podremos olvidar, el fallecimiento del acróbata y bailarín Pedro Aunión en mitad de una de las performances programadas entre conciertos al caer desde una altura de treinta metros. A su memoria y a todos aquellos que compartimos la celebración curativa de la música va dedicada esta crónica.

Jueves 6 de julio

El fin del mundo debe de parecerse mucho a la manera en que amaneció Madrid el pasado jueves. En pleno julio, unas lluvias propias de un monzón tropical, acompañadas de rayos y truenos propios del Armagedón, amenazaban intimidatoriamente con una posible cancelación de shows si la cosa no hubiera remitido. Providencialmente, las lluvias cesaron a media tarde y no volvieron a arreciar hasta la mañana siguiente. Menos mal.

Este año todos los recintos de conciertos fueron al aire libre, eliminando los confusos escenarios laberínticos cubiertos de la edición pasada. No negaré que tenían su encanto característico, especialmente para actuaciones no tan masivas (aún recuerdo la apoteosis vivida con Monarchy en uno de ellos el pasado año), pero es cierto que su ubicación y su acceso eran confusos y latosos. Un punto positivo en ese sentido para esta convocatoria 2017 de Mad Cool. Otra cosa inevitable es el entorno que, si bien es confortable, diáfano y cómodo para desplazarse y disfrutar no puede escapar de parecer un inmenso escaparate de marcas, anuncios y acciones promocionales. Es lo que hay. Es el mundo en que vivimos. Es occidente. Es el capitalismo. It’s evolution, baby. Convivir con todo ello o irse a vivir como un eremita a Mongolia. De momento, me quedo con esto pese a las grandes contradicciones y conflictos internos.

Primeras horas de la tarde, primer paseo general tras un acceso fácil y bien dispuesto –detallazo también previo el dossier que se curró con prensa la organización en plan vieja escuela-. Inauguré mi periplo viendo los compases iniciales de Warpaint, muy enchufadas y destilando nocturnidad y diversión mesurada con su psicodelia indie-dance no exenta de su primigenio dream-pop a unas horas muy tempranas. Uno de los criterios que este año no he entendido del todo ha sido el de la duración de los conciertos y las horas programadas; algunos artistas me encajaban mucho más tarde o mucho más para media tarde de como fueron dispuestos en el cartel. No sé, por lo que comenté con otra gente, la mayoría pensábamos de esta forma. El caso de Warpaint es sólo uno más.

Hora sin embargo más coherente y perfecta para disfrutar de Neuman. Corriendo al retirado escenario MondoSonoro a disfrutar de su propuesta, tan honesta y entusiasta como expansiva. Desde la publicación de If (14) todo apunta grandes metas. Esperemos que así sea. Épicos y terrenales a la par, tanto de los primeros U2 como del Neil Young más convulso, convencieron a la considerable parroquia concentrada frente a ellos, prometiendo, además, una nueva visita por tierras madrileñas para otoño.

Primera coincidencia incómoda. Ya saben, elegir es renunciar. Quique González prometía grabación de DVD en directo en Mad Cool y actuación entregada por tanto, es cierto que hace años hubiera estado ahí, en la época Kamikazes Enamorados (03); hoy día, no. Tiempo para Foals en otra programación inconcebible, a plena luz del día. Sin duda su propuesta pide noche, baile y diversión cerrando jornadas. Sonaron bastante bien y conectados con el público mientras “Spanish Sahara” o su cierre a lo grande con “What when down” atronaban, eso sí con un pie ya cerca del escenario Mad Cool para coger buena posición para disfrutar del plato fuerte del día: las más de dos horas de concierto de Foo Fighters.

Hace tiempo que me acostumbré a la transformación de Foo Fighters en una stadium band. Ya no me sorprende ni me hiere como antaño (ver crónica de hace justo seis años aquí en el Palacio de los Deportes). He preferido verles como unos supervivientes que han conseguido continuar ahí con discos siempre dignos, no grandes maravillas, no, pero con sus temazos, sus gritos y sus sentimientos volcados por el bueno de Dave Grohl y compañía. Tocaba cerrar el círculo viéndoles casi 22 años después junto al mismo amigo con quien lo hice en la presentación de su disco homónimo en la Sala Aqualung.

El mundo ha cambiado, nosotros lo hemos hecho, y Foo Fighters con nosotros. Nunca me gustará escuchar “Skin and bones” o ver un set list tan absolutamente milimetrado y previsible, con cero riesgo y acomodado. Pero, por otro lado, cómo renunciar a la pasión de un superviviente como Dave Grohl, un tío que sigue destilando pasión por la música, por la suya y por la ajena, que sigue demoliendo estadios al paso de sus Foo Fighters y ante el deleite de seguir observando lo inmortales que suenan los temas incluidos en su soberbio The colour & The shape (97) como “Everlong”, “Monkey Wrench” o “My hero”, o como algunos todavía podemos organizar en pleno siglo XXI un pogo con “This is a call” o gritar y emocionarnos con los buenísimos temas que tiene (nadie se enteró) Sonic Highways como “Something from nothing” y “congregation”, o, también, lo desquiciado, extraño, pero exultante de nervio que suena su nueva canción “Run”, o la celebración de seguir latiendo, juntos, con el corazón repleto de vivencias, recuerdos y deseos, mientras se eleva hasta la luna ese cierre en carne viva que fue “Best of you”. Victoria a los puntos, Footos. La única pena, perderse a Belle & Sebastian, otra vez será.

Cambio de escenario y a disfrutar de Kurt Vile & The Violators. “Disfrutar” entre comillas porque al bueno de Kurt se le disfruta muchísimo más en sala pequeña y no en un escenario a altas horas de la madrugada, que sí, puedes contonearte y sonreír mientras suena “Jesus fever” o “I’m an outlaw”, pero el grueso de show fue arduo y bastante anticlimático. Debería haber optado por UNKLE.

Como colofón del primer día, elegí disfrutar de TrenteMoller. El danés vino acompañado de una banda orgánica al completo y dio un concierto de dimensiones bárbaras. Oscuro, bailable, intenso y expansivo. Coldwave y synthpop de quilates reforzados por un señor disco como Fixion (16) que ya contó, al igual que desde el escenario esa madrugada, con la magnética y carismática frontwoman de las Savages, Jehnny Beth. Cierre de muchísima altura para una jornada bastante notable.

Viernes 7 de julio

Tristemente, el 7 de julio de 2017 será recordado en Mad Cool como el día en el que perdía la vida el acróbata y bailarín Pedro Aunión. Más allá de la polémica suscitada sobre si el festival debiera haber seguido o no tras la muerte del artista por motivos de seguridad, la auténtica tragedia reside en la pérdida humana y en las terribles contradicciones y conflictos internos experimentados tras tan fatal acontecimiento para cualquiera de los allí congregados con un mínimo de sensibilidad y empatía humanas.

La jornada prometía a priori dos platos fuertes para servidor: uno, el regreso tras veinte años y un disco maravilloso de Slowdive a los escenarios, leyenda mayúscula del sonido shoegaze y, por otro, la vuelta a España de Ryan Adams mucho más centrado y capaz de hacer una buena actuación que la vivida hace ya bastantes años en Azkena Festival, la cual pudo ser de las peores vividas por servidor sobre las tablas en su vida.

Prescindiendo de la supervivencia punk con más o menos dignidad de Rancid –estos al menos aún pueden considerárselo, no como los supuestos protagonistas de la jornada-, tocaba hacerse eco en vivo de uno de los discos de la temporada y bandas de obligado seguimiento en el ejercicio 2017: Spoon.

Otros corredores de fondo natos, los de Austin son un referente del sonido rock independiente y la defensa de Hot Thoughts (17) fue impoluta, profesional y quizá demasiado metrónoma y pelín falta de pasión. Es probable que yo también tuviera medio cuerpo y alma mirando al escenario de al lado donde uno de mis principales confesores emocionales iba a hacer acto de presencia en breve: Ryan Adams.

Ryan Adams vive un nuevo periodo de florecimiento compositivo en estudio con sus dos excepcionales últimos trabajos, el homónimo publicado en 2014 y Prisioner de este mismo año, sin obviar el descomunal 1989 (15), disco versionado del original de Taylor Swift absolutamente fabuloso. Ryan llegó acompañado de una discretísima banda, nada que ver con sus sofisticados y finos Cardinals, escuderos durante su etapa dorada; Otro hándicap fue el sonido difuminado e insultantemente bajo que sufrió su actuación, corta e injustamente programada demasiado pronto.

Ryan se mostraba entusiasta, aunque algo urgente y falto de detallismo. Su set list se basó curiosamente en gran parte de su primera obra reveladora, Heartbreaker (00) de la que llegaron a sonar, “To be young”, “Come pick me up”, “Shakedown on 9th street” y una “My winding Wheel“ con él ya solo sobre el escenario al terminal el grueso del show.

Evidentemente, como die-fan que soy, eché de menos numerosos temas, aunque disfruté mucho la abigarrada y exultante interpretación de “Cold Roses”, la emotiva y angst “Fix me” o temas nuevos tan buenos como “Dommsday”. Aun así, fuera como fuera, me hubiera sabido a poco por lo corto del repertorio. Esperamos otra cita con más enjundia y cariño hacia el enfant terrible del sonido americana.

Tiempo de retomar energías para lo que quedaba después. Motivadas, principalmente, por la siguiente actuación de Green Day, probablemente uno de los grupos del mundo que menos me apetecería ver en directo en cualquier festival. Fue este absoluto desinterés por un concierto de garrafón cualquiera destinado a chavales de su época rimmel-emo y a nostálgicos de los 90’s cuando la oferta tan absolutamente demencial de grupos de rock alternativo les convertía en una medianía espantosa, lo que me llevó a escapar de visualizar y tener constancia hasta muchísimo tiempo después de la fatal tragedia ya comentada.

Mientras la incertidumbre y los shocks terribles que sufrieron los presentes entre ambos escenarios principales afloraban, yo me encontraba en las antípodas del festival comiendo un bocadillo de calamares y dispuesto a ver a Benjamin Booker.

Extremadamente agradecidas las dosis de blues y de garaje del de Virginia en un festival de estas características. Defendiendo las virtudes de su reciente trabajo Witness (17), se mostró agradecido, apasionado y con un groove desbordante. Una de las sorpresas del festival, no creo que dejara indiferente a cualquiera que asistiera a su show.

Tiempo para desplazarse a la zona de escenarios principales a conquistar la primera fila para Slowdive, con diferencia el concierto más anhelado para quien les escribe de esta edición y, por fin, darme de bruces con la noticia. Mientras en las primeras filas se congregaba una chica rubia australiana que había venido desde su país a España para verles, un chico de veinte años y yo conversábamos sobre American Football e intercambiábamos nombres de bandas suecas para conocerlas después por whatsapp y, a la vez, se sucedían esas miradas cómplices entre desconocidos preparados para una de las experiencias que te llevarás en silenciosa comunión a la tumba, Green Day daban la turra máxima del universo –pocos momentos más de fiesta del pueblo que el momento de Billy Armstrong tirado en el suelo haciendo un popurrí de clásicos sobados y cuñaístas del rock-. Y es en ese contexto, con el grosor de estos tiempos insalubres que corren, cuando los lemmings de este mundo que resisten a su extinción desde los primeras filas para ver a Slowdive sienten que la noticia se extiende, nos noquea a todos y, con todo montado sobre el escenario y listo para llorar inevitablemente con “Machine gun” o “Alison”, la coherencia y la tristeza se apoderan conjuntamente de la situación: Slowdive deciden cancelar el concierto por la tragedia vivida. Se acabó todo.

Se anuncia por pantalla la cancelación y la cita con los noruegos Röyksoop para las tres y veinte de la madrugada que, finalmente, serán las cuatro o más. Quedaba cerrar los ojos y dejarse llevar por su melancolía electrónica, bailar con lágrimas en los ojos como decían Ultravox.

Sábado 8 de julio

Última jornada del festival en la que pareció que la lluvia dio por fin una tregua en Madrid y aún con el fatídico recuerdo de la pérdida de una persona, nos dispusimos a encarar las actuaciones que quedaban para intentar ,al menos, que la música siguiera cauterizando nuestras vidas, como tantas otras veces lo ha hecho.

El cabeza de cartel de hoy, Kings of Leon, no me decía absolutamente nada. Muchísima gente para ir a verlos, y como ocurre en este tipo de eventos tan arteros y acertadamente planificados, las propuestas más atractivas del día para muchos se congregaban a primeras horas antes del intrascendente y fútil concierto de los de Nashville.

Que toque Wilco a las siete y pico de la tarde. Eso es el presente de la especie humana. Sin más. De nuevo Jeff Tweedy y los suyos brindaron una demostración musical impagable de elegancia, matices, intensidad y sentimiento. Conciertazo en toda regla, pese a llevar años en estudio dormidos en los laureles. Impresionantes asomaron “Via Chicago”, “Art of almost” e “Impossible Germany”, tres de los momentos a recordar en mucho tiempo sobre un escenario. Fantásticos e imprescindibles.

Y de ahí al concierto más apoteósico de Mad Cool. Venía advertido por el puñetazo en la cara que me llevé con ellas en el Primavera Sound. Pero dio igual, Savages de nuevo atestiguaron por qué son la mejor banda contemporánea sobre las tablas. Energía, entrega, oscuridad, actitud, sonido… lo tienen todo y la forma de entregarse nadando entre el público de Jehnny Beth a tumba abierta es el deliro puro y duro. No dejen jamás de verlas en directo, frente a otros ejercicios de post-punk de juguete está esta auténtica barbaridad musical anacrónica y demoledora. Un gusto volver a movernos en trance poseídos con “Husbands”, “I need something new”, “The answer” o esa apoteosis orgásmica final con “Fuckers”. Otra liga, otro mundo, otra especie humana.

Y encadenado prodigioso con el tercer concierto bueno seguido: Dinosaur Jr. A estas alturas, mejor jornada del festival sin duda. J Mascis, Lou Barlow y Murph tan entrañables y auténticos como siempre, desparramando distorsión y sonido alternativo en su sentido más recto a raudales. Es verdad que quienes ya les hemos visto bastantes veces en directo no vamos a encontrar nada nuevo, pero es revelador y gratificante encontrarse con ellos en cualquier festival, más si cabe en Mad Cool. En mitad de su show, el concierto se interrumpió para dedicar un minuto de silencio a Pedro y, a su vez, hacer un homenaje a su figura desde los escenarios principales, cosa que no vi al encontrarme de nuevo en la otra punta del festival viendo a Dinosaur Jr. Un gustazo disfrutar de nuevo de su particular “Just like heaven”, “Feel the pain”, “Little fury things”, “Freak scene” o los arrebatos hardcoretas del bueno de Lou.

Barbas de peluquería, tupés, camisas hawaianas, pelucos chulos, profesiones liberales, los Kings of Leon en escena y yo a un chino a pillarme un par de plátanos y una bolsa de patatas. Pasaba por allí y escuché tonadas como afectadas y epatantes para el siglo que nos ronda. Tu sexo está on-fire. En fin, que me voy a ver a Belako.

Los euskaldunes se mostraron pletóricos y muy convencidos en la presentación de los nuevos temas de su inminente Render Me Numb, Trivial Violence (17), navegando entre dos aguas sin naufragar, las que separan su primitivo post-punk con su presente mucho más electrónico y expansivo. Concierto de considerable altura.

Acto seguido, a incendiar el escenario Radio Station con la llegada de M.I.A. en un show animadísimo que contagió sin problemas a los allí congregados. Mucha entrega, tablas y ganas de impactar; electropop, hip-hop, trap –sí, las mujeres también lo hacen-, punk…de todo en una coctelera electrónica de beats y arengas político-sociales. Por cierto, bonito homenaje a Pedro Aunión dedicándole el tema de cierre, con todo el mundo uniendo sus dos manos por los pulgares como si fuera una paloma que vuela hacia el cielo.

Aún quedaba el broche de oro a una jornada fantástica: Moderat. Un grupo alojado por derecho propio en el olimpo de la electrónica actual, brindó un concierto sofisticado, emotivo y muy puro, muy enfocado a la electrónica más selecta y emocionante, IDM de todas, todas. Una puesta en escena y unas proyecciones de alta calidad dieron abrigo a las composiciones de su trilogía, brillando portentosamente de principio a fin, demostrando quiénes eran los verdaderos cabezas de cartel ese día.

Y ya finalizando, qué mejor que una sesión DJ de SBTRKT (el inglés Aaron Jerome tras la máscara) que empezó remezclando el “Let it happen” de Tame Impala sobre un nido de beats y loops para atestiguar el triunfo estremecedor sobre el rock de plástico que había ido atesorado día a día en Mad Cool la electrónica como núcleo de la resistencia frente al creciente y preocupante conservadurismo experimentado por el rock de masas en sus últimos años.

Fotos: Instagtram de Mad Cool

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