Mark Lanegan Band + Duke Garwood + Lyenn – Joy Eslava (Madrid)

Mark Lanegan volvió a demostrar la velada del  jueves en Madrid que es un seguro infalible sobre un escenario; pero eso era algo que ya sabíamos de antemano, solamente tocaba constatarlo una vez más.
Le sucedieron como teloneros dos propuestas personales a la par que exigentes, cada una a su estilo. Abrió fuego Lyenn. El belga defendió, con la única compañía de sus seis cuerdas, un cancionero desnudo e íntimo donde las facultades estaban por encima de las composiciones. Una voz privilegiada que recordaba por momentos a la de Jeff Buckley y un catártico final fueron sus dos principales bazas para ganarse nuestra atención.

Le sucedió Duke Garwood acompañado de un baterista con el que entretejió un show cómplice que comenzó robusto, pero acabó naufragando en algunos pasajes densos, demasiado endogámicos, dificultando la conexión con la audiencia.

Mark Lanegan irrumpió  sobre las tablas con su presencia absolutamente magnética, absorbente y omnipotente. Empezó acompañado sólo por un Jeff Fielder a la guitarra, abriendo con «When your number isn´t up» y brindándonos la primera sorpresa con el rescate de «Low».
Después, ya con toda la banda presente -engrasadísima, rica y aportando con formidable prestancia  los múltiples matices de sus nuevas canciones – nos regaló un soberbio concierto. Bastó engarzar la dupla inapelable de «The gravedigger´s song» y «Harvest home» para meterse al respetable en el bolsillo.

El repertorio giró sobre su dos últimas notables obras, Blues Funeral (12) y Phantom Radio (14) -mucho mejor disco éste de lo que nos quieren hacer creer algunos-, desgranando, además, los que son mejores temas: «Gray goes black», «Ode to the sad disco», «Riot in my house», «Harborview Hospital», «Flood of the ocean», «Torn red heart» o «Death trip to Tulsa».
Se le podría achacar una duración algo rácana -más si cabe con el crescendo formidable que iba alcanzando el show- y haber dado el portazo definitivo a su primitivo cancionero -ni una sola canción anterior a Field Songs (01) asomó la cabeza-.
Pero las virtudes fueron muchas más: una interpretación apabullante, desatada y eléctrica -escalofriante en la versión de Twilight Singers «Deepest shade»-, un estado vocal pletórico y una actitud cáustica y urgente que pide a gritos una reunión con sus Screaming Trees. ¿Apuestan algo a que no queda tanto?
 

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