Matmos – The civil war (Matador)

La prolífica trayectoria de Matmos, seis LPs, 2 EPs y multitud de colaboraciones, incluido el Vespertine de Bjork y el disco con People like us y Wobbly titulado Wide open spaces (2003), ha sufrido altos y bajos no sólo en la acogida de cada uno de sus proyectos, sino en la variedad de fondo y forma que ellos han decidido escoger en cada momento.

Han pasado de unos primeros momentos que se pueden incluir dentro de la onda del post-rock (Matmos (1997)), a redefinir las películas de Sergio Leone en The west (1999). Pero, sin duda, el éxito les llegó con su lado más electrónico y experimental. Fue con A chance to cut is a chance to cure (2001) cuando se elevaron al cielo de los dioses del corta y pega haciéndolo, además, con la originalidad de sonidos recogidos en horas y horas de hospitales y salas de operaciones. Entonces recibieron la llamada de la diva Bjork para acompañarles en la presentación de sú última creación… Aunque esa es otra historia.

Este año, aparte de la mencionada colaboración con People like us y Wobbly y el gran disco en solitario de Drew Daniel bajo el alias de The Soft Pink Truth, se han disfrazado con atuendos del medioevo para crear The civil war, uno de los discos más homogéneos del dúo.
Con una temática común -las guerras de los siglos XVII y XIX tanto en Inglaterra como en Estados Unidos- Matmos han construído una réplica electrónica de la época, rodeándose de instrumentalistas de grupos como Radar Bros o Acetone e incluyendo instrumentos tan dispares como el banjo, la guitarra eléctrica o la pandereta.

Este radical cambio con su anterior trabajo (aunque la temática única ya la habían utilizado en The west), ha resultado ser su mejor trabajo, con bellezas de incalculable valor melancólico como el folk de «Regecide» o «Zock» o experimentaciones psicodélicas a lo Yes como «Reconstruction». Todo ello, por supuesto, aderezado con su especialidad: los glitches y los blips, que no quedan nunca fuera de lugar y que brillan especialmente en «Pelt and holler».

Hubiera sido un disco perfecto si no hubiesen incluido una ridícula versión de The stars and stripes forever. El resto, para paladares sensibles.

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