Mist – We Should Have Been Stars (Astro)

La verdad es que Astro se está haciendo un catálogo de lujo. Uno de los últimos fichajes de la compañía –en la que cada vez más, el ratio calidad/cantidad se dispara- es este cuarteto de Amsterdam que responde al nombre de Mist y que ha causado más revuelo del que quizá ellos mismos se esperaban (aunque el propio Rick Treffers, alma mater del grupo, reconocía en un comunicado que pensaba que sus canciones « quedarían muy bien entre tanto pop extrovertido y ruidoso”), y no es para menos, aun con matizaciones. Según sus autores, el disco, hecho literalmente en su casa, nace de una época en el que Treffers escuchaba las canciones de Burt Bacharach y Dusty Springfield (intercalados con los Beach Boys), el resto del grupo se repartía entre Spain, y The Notwist, y todos a una le daban –con mesura- al Kid A (00) y al Regeneration (01) de la Divina Comedia. La verdad es que, si no es cierto, debería serlo, porque con esa selección sólo puede salir un disco como We Should Have Been Stars (por cierto, precioso título): delicado, intimista, cristalino, noctámbulo y cálido.
El disco se resume, de forma grosera, en una conjunción de límpidos teclados, guitarras como tocadas con guantes, una percusión que repasa los fundamentos de casi todos los ritmos (tres componentes del cuarteto –Ivar Vermeulen, Erik Verhoef y el batería Jaimie Quite– se acreditan como percusionistas) y una voz que ni pintada. Ante lo usual de la propuesta, lo inusual es la mesura con la que se mezclan los ingredientes. Exceptuando los omnipresentes teclados, abundan los pasajes en los que apenas coinciden voz y guitarra (“Thank You For Your Promises”, “In Love With Love”), y aún así, de forma contenida. Unos ligeros punteos apoyan, sin subrayar, las sobrias melodías, que se construyen a medias entre voz y teclado, y decorando todo eso, la percusión equilibra el conjunto.
Así, inteligencia (mucha) y equilibrio son las virtudes que hacen de este disco algo especial, para bien y para mal. Entre el easy listening, el lounge y pinceladas de el jazz, y hasta de ¿bossa nova? (“We Have Should Have Been Stars”), este debut lleva a su terreno la visión más minimalista de cada corriente para hacerse el sonido propio que les gusta y, posiblemente, les caracterice: la innegable elegancia del disco no es fácil de conseguir, y cuando lo habitual es que se coquetee en esa delgada línea que separa el preciosismo del aburrimiento mortal. Y la inteligencia radica también en colocar estratégicamente temas como “The Belong Song” casi en la mitad y “OK Now” (con un impagable aire retro) casi al final, como vías abiertas para respirar de la densidad que antecede y precede a dichos temas. A escala, es lo que ocurre con “Soon”, cuyos bellísimos coros y estructura suponen un remache vocal de lujo.
Pero entre col y col siempre sale alguna lechuga, o al revés. En algunos temas, los más flojos y por fortuna menos numerosos, el grupo parece tener problemas para dominar el tempo (y me refiero básicamente a “It Is Always Active”, extrañamente el único instrumental del disco) y enriquecer el tema (“Open Arms”), dejando la sensación de que tienen tantas ideas que les cuesta ponerlas en orden. Evidentemente, son detalles que no impiden disfrutar, y mucho, del resto del disco y de los temas mucho mejor acabados (“In Love With Love” es muy buena canción, al igual la melódica “Fade In Fade Out” o la sencilla “Everything’s Clear”). Aparte de que We Should Have Been Stars es muy buen trabajo, creo que es razonable ser optimista no tanto por lo que respecta a lo que ofrece Mist -mucho- como a lo que puede llegar a ofrecer. Ahora sólo queda ver cómo se desenvuelven en un escenario, y afortunadamente lo podremos hacer en alguno de sus próximos diez conciertos por aquí. De momento, disfrutaremos con el disco.

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