Muse – Drones (Warner)

Hace tres años mi compañero Jorge Salas comparaba los lanzamientos de Muse a los anuncios de compresas, «producciones abiertamente excéntricas, pomposas e innecesarias». Para su séptima entrega los británicos han ido un paso más allá y ahora parece que estemos ante una superproducción hollywoodense de las que rebosan efectos especiales, sobrecarga de CGI, explosiones que te cagas y un trasfondo tan vacío, como los intelectos de los habitantes de la casa de Gran Hermano.

Lo nuevo de los de Matt Bellamy ha contado con la participación Robert John «Mutt» Lange, ojo, productor del Highway to hell de AC/DC  en 1979, pero que últimamente se ha codeado con The Coors, Shania Twain o Maroon 5. Un disco que vino anticipado por «Psycho», la cuál nos vendieron como el tema menos radiable de su carrera por su contenido explícito, pero que se quedó en un mero plagio del «Personal Jesus» llevado a su terreno, con sus fuegos de artificio incluidos y sus voces en off diciendo eso de «-Are you a psychokiller? -I´m a psychokiller!» en plan  La Chaqueta Metálica, todo muy guay.

Muse dejan a un lado la orquestación y pomposidad de sus últimos lanzamientos y vuelven al rock de sus inicios para entregarnos Drones, que según el propio Bellamy  trata «sobre el viaje de una persona, desde su abandono y pérdida de esperanza, hasta su adoctrinamiento por el sistema para ser un drone humano. Porque el mundo está dirigido por drones», porque los drones son peligrosos y tal, si no, que se lo pregunten a Enrique Iglesias.

El contenido volverá a saciar las expectativas de sus seguidores más acérrimos, ya que contiene las habituales raciones de megalomanía y exceso extremo, una sobredosis de épica y esa chirriante e insoportable interpretación vocal. Los sableos descarados a Marilyn Manson, AC/DC, Metallica o Queen hacen el resto. Compruébenlo en «Dead Inside», que empieza donde acaba The 2nd Law, a partir de ahí pasaremos a la antes mencionada «Psycho», a la melódica «Mercy», donde recuerdan a sus primeros discos, al tufo a Van Halen de «Reapers», a jugar (una vez más) a ser la fusión entre Bryan May y Freddie Mercury («Defector») previo discurso de JFK. Mientras en «The Handler» aparece la sombra alargada de Thom Yorke rodeada de una contundencia que bebe directamente de Black Sabbath, esto junto al tono descaradamente pop de «Revolt», al baladón de «Aftermath», los 10 minutos de «The Globalist», un ejercicio marca de la casa de subidas y bajadas que nos deja anestesiados para esa coral final («Drones») que da título al disco y llevará a las alturas a sus fans, que sentirán el éxtasis de Santa Teresa y merecerán su sitio en el cielo después de haberse tragado el sapo al completo.

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