Nick Cave & The Bad Seeds – Lovely Creatures (Mute)

Los recopilatorios de grandes éxitos de un determinado artista o banda siempre me han resultado absurdos; ampliando este prisma, quizá debiera añadir que el mundo me resulta absurdo, pero si debo concluir con precisión este argumento, lo hago afirmando que yo me considero absurdo. Por lo tanto, no tengan en cuenta mi primera premisa si no quieren.

Dicho esto y posicionado al lector, pasemos a comentar la nutrida antología recogida a través de 45 temas que pretende conglomerar “lo mejor” –eso lógicamente es cuestionable por cada oyente, convendría precisar con “lo más representativo”- de la carrera del imprescindible Nick Cave y de sus no menos trascendentales The Bad Seeds.

Una de los grandes alicientes, por no decir el mayor a la hora de enfrentarnos a su escucha, es el hecho de que haya sido el propio Nick Cave el artífice de la selección de canciones, una perspectiva siempre interesante, personal y curiosa, la de que sea el artista y no la discográfica basándose en mecánicos –y en no pocos casos esperpénticos- criterios de mercadotecnia aplicada quien la lleve a cabo.

Intentar capturar la esencia de 30 años de puro magma, aunque sea a través de casi 50 canciones, se me antoja una tarea difícil, aun así, el australiano consigue compilar lo básico para un primer acercamiento a su universo; por doloroso que parezca en estos tiempos del “spoti”, el “yutube” y de llevar los tobillos al aire en invierno es una opción nada desdeñable para acercarse a potenciales audiencias noveles.

El recopilatorio abarca desde 1984 hasta 2014, dejando fuera el cauterizador e introspectivo Skeleton Tree (16), una maravilla. Así, desde la fiereza pretérita, heredera de sus tiempos en The Birthday Party de “From her to eternity” hasta el vaporoso cierre de “Push the sky away”, nos embarcamos en un viaje cronológico que navega entre la tensión, el drama y el romanticismo.

Haciendo del arte una suerte de teatro elevado de la vida, asistimos una vez más maravillados ante el vértigo de “The mercy seat”, la elevación de “Straight to you”, la fiereza de “Loverman”, la turbiedad de “Stagger Lee”, la abnegación de “Into my arms”, el lirismo de “Love letter”, la plenitud de “There she goes, my beautiful world” o la exuberancia de “Jubilee Street”.

Nada nuevo bajo el sol para avezados seguidores, pero savia nueva para fieles novicios que deseen asistir al resquebrajamiento definitivo del mundo con una apropiada banda sonora de fondo.

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