Nudozurdo – Ochoymedio Club (Madrid)

Daban las diez de la noche del sábado en Madrid, cuando sobre el escenario del OchoyMedio Club los casi dos metros que se levanta del suelo la cabeza visible de Nudozurdo, Leopoldo Mateos (Leo), comprobaba con ejemplar seriedad que a pesar del año de ausencia, ni Madrid les había olvidado, ni se les venía en masa a rendirles pleitesía. Hemos de lamentar que la venta del papel fue más bien tibia, en contraposición con el multitudinario concierto orgánico que se regalaron los madrileños.
Y es que “c´est la vie”, la vida tiene estas cosas, justo cuando Nudozurdo entreabrían durante el 2011 las puertas del éxito más “indie-mediático” y se merendaban con fruición miles de alabanzas a favor de su último LP Taramotorhembra, gracias en parte a unos directos dignos de estudio científico, la vida les metió un gol, y se vieron obligados a chupar banquillo durante un año, tras su más que correcta presentación en el FIB 2011, dejando pista libre a otros dignos compañeros de estrellato, grupos de su mismo temperamento y temperatura como lo son, desde Pamplona El Columpio Asesino o desde Barna los queridos Standstill.
Pero ahora ya los tenemos de vuelta y exactamente en el mismo sitio donde nos dejaron, en la misma senda. Seria compostura como decimos, y solo con guitarra en mano, Leo interpretó una clarificadora “El diablo fue bueno conmigo” para tal vez de este modo explicar esa prolongada ausencia y por qué no, esas ganas de seguir su camino. La tortura bendita a la que nos acostumbra la música de Nudozurdo, continuó con un largo tema instrumental, que derrotó cualquier atisbo de duda sobre la salud del grupo, reconvertido en trío, fulminando los teclados a favor de las cuerdas porosas de un sudoroso bajo y una batería enrabietada. Como los dientes apretados de Leo que entre lo dulce de su rostro y la sangre de sus letras, enrojecía de pasión hablando a través de la guitarra. Viva la contención, cuánto que decir con tan poco que gritar.

Cuando desde el escenario se atacó “Ha sido divertido”  el silencio y el respeto se tornaron en vibraciones sonoras, con un público transformado en Los niños del Maíz, todo era enrabietadamente disfrutable, hasta el coletazo final cantado en modo karaoke. Vibraciones a diestro y siniestro. El concierto ya pasó el aprobado, y empezó a subir nota en el momento justo en que “El hijo de Dios” se estampó contra un taxi, arrojándose por el viaducto a lo Susie Pop. Un final digno de emoción suicida, con grandes arreglos florales, largos e intensos, crisantemos para canciones tan negras como intensas, con tan sólo un punto de luz al final del túnel. Necesidad vital de vivir con el resto de la tribu esas canciones que oyes en tu coche o descubres en la soledad de tu habitación.

¿Acaso no es esto un concierto? La suciedad y la energía se reivindicaron en la espeluznante “Mensajes muertos”, antípodas de la comunicación bidireccional que se estableció entre el grupo y el público, y que quedo patente con la entrega de carné de club cuando le tocó el turno a “Prometo hacerte daño”. Es curioso que Nudozurdo también escogieran a los Pixies, para reivindicar su paroxismo musical, igual que El Columpio Asesino, aunque los madrileños decidieron coserla junto a su ¿“Ganar o perder ”?, para dejarnos embelesados con un dulce blues fabricado ex profeso para una versión decaff de “Dosis modernas”. Tras un colchón de sonido que amortiguó la espera del bis, aparecieron de nuevo, ahora ya sí, agradecidos para dejarnos con los ecos de su último sencillo “Chico Promo”, incluido en su EP Ultrapresión, canción preciosista de corte continuista., y es que si el camino funciona, ¿porqué hay que cambiar de dirección? Por mí y por todos los que estuvimos allí, puedo brindaros un “gracias por volver de nuevo a lo mismo, chicos”.

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