Ólafur Arnalds – Teatro Lara (Madrid)

Dentro del auge creativo en el que se encuentra un género musical como el neoclásico, uno de los nombres que en los últimos años ha conseguido ponerse casi a la altura de imprescindibles como Johann Johannsson o Eluvium, es el de Ólafur Arnalds.

Era la primera vez que el joven músico islandés pisaba Madrid y el marco elegido fue el coqueto y agradecido Teatro Lara. La ambientación y el sonido por tanto ya eran algo asegurado de antemano.

Ólafur llegó solo inicialmente al escenario a sentarse en su inseparable piano al que acompañaba cercano un teclado y un ordenador con el que lanzaría algunas bases para realzar algunas fases del concierto más adelante.

Cercano, simpático y humilde presentaba sus canciones, centradas en parte en su Ep del año pasado Living room songs (11)  y la recientísima BSO confeccionada para Another happy day (12), de la que destacó de primeras un tema como “Poland”.

Así, temas como la relajada “Tomorrow’s song”, dieron paso a la entrada de un violonchelista y un violinista que aportaron más hondura en las interpretaciones, evitando cierta levedad que a veces acompaña a estos espectáculos en vivo.

Esto es debido a que un género tan etéreo y evocador hace que sean nuestras íntimas escuchas furtivas de obras tan maravillosas como …and they have escaped the weight of darkness (10) las que realmente penetren en el interior y nos hagan viajar a episodios de nuestra vida trascendentales. Qué duda cabe que la factura es exquisita y pulcra a escasos metros, pero la capacidad de abstracción de algo tan propio inevitablemente se diluye.

Aún así, fueron los acercamientos a esa obra del año 2010 los que más se disfrutaron al arropo de la oscuridad cálida del teatro. Eché en falta haber rememorado la que se me antoja aún más obra capital para conocer al artista y que me prendó desde el primer instante, la conceptual Eulogy for evolution (07), tratado de belleza extrema.

Una experiencia purificadora que sana las heridas invisibles, esas que sólo afloran cuando la música rasga las cortinas que ni siquiera nosotros mismos descorremos.

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