Otra cara de Bob Dylan. Se publica en España el primer volumen de su autobiografía

Nadie en su sano juicio hubiera incluido hace sólo unos meses a Bob Dylan en una lista de posibles autobiógrafos. El ya legendario silencio con el que ha cubierto el de Minnesota su vida hacía a priori impensable la llegada de un libro como este Chronicles: desde el mismo momento en el que la editorial Simon & Schuster anunció su publicación comenzaron a cruzarse entre los dylanitas todo tipo de apuestas que mayoritariamente apuntaban al limbo como lugar al que quedaba destinado un proyecto editorial completamente inimaginable.

En fin, que ya se sabe aquello de que los tiempos están cambiando, y perdón por el juego de palabras facilón. O quizás no tanto: años atrás se acuñó aquella frase que decía que lo único previsible en Dylan es que es imprevisible. Y sí, contra todo pronóstico, el primer volumen de la esperada autobiografía de Dylan, Chronicles, no sólo acaba de salir a la calle sino que se ha convertido en un auténtico best-seller y copa en estos momentos los primeros puestos de venta en todo el mercado anglófono, tanto en su versión tradicional como en la de audio-book (con grabación leída por el actor Sean Penn). Lo que son las cosas: el mítico silencio de Dylan a lo largo de más de cuarenta años de carrera ha supuesto su principal campaña publicitaria.

No será por falta de libros biográficos sobre el cantante: todos, absolutamente todos los hechos públicos del genio de Minnesotta han sido analizados hasta la extenuación intentando encontrar explicaciones, motivos e incluso lógicas divinas en cada uno de sus actos. Las baldas ocupadas por libros dedicados a su vida y obra son numerosas: más de ¡5.000! entradas da la palabra Dylan en la sección de libros de amazon. Desde ensayos pensados para establecer paralelismos entre los temas del cantante y La Divina Comedia o volúmenes editados con todo lujo que ilustran los versos de «Desolation row» con cuadros de Ensor, hasta opúsculos tirados prácticamente en fotocopiadora que lo detallan y estudian TODO: los discursos de fuego y azufre que Dylan lanzaba desde el escenario durante su etapa cristiana anunciando la llegada del Armageddon, las letras de sus canciones analizadas bajo la luz delTalmud, las partituras de Blonde on blonde para eukelele. Cualquier propuesta, por delirante que pueda parecer, ha encontrado espacio en el mercado editorial: la avalancha es tal que en 1991 apareció un libro de John Bauldie y Patrick Humphries titulado ¡Oh no! ¡Otro libro sobre Bob Dylan no!. Incluso en España, país donde la edición de libros musicales ha sido tradicionalmente raquítica, se cuentan por decenas los volúmenes dedicados al genio de Minnesota.

Poco ha aportado Dylan a este derroche de verborrea. Alguna extraña anotación a sus canciones, respuestas por lo general evasivas a las escasas entrevistas que ha concedido a lo largo de su vida. Se acumulan demasiadas preguntas que sólo permiten afrontar la lectura de este libro con una pregunta en la cabeza: ¿Puede este primer volumen de la autobiografía del cantautor satisfacer las expectativas creadas? Pregunta que, como cualquiera de sus seguidores sabe, es completamente inútil: en ningún momento el bardo de Minnesota se plantea dar satisfacción a las mismas. “No, no quería escribir una apología. No intentaba explicar nada a nadie. Simplemente me intrigaba conocer el proceso de construir con las palabras y cómo ésas surgirían y cómo ciertas personas iluminarían mis recuerdos. En ningún caso es éste el libro para realizar abiertas confesiones. Nunca intentó serlo. Nunca fue esa mi intención”. Una dylaniana presentación que, en resumidas cuentas, nos viene a recordar lo que todos podíamos imaginar: que Dylan es Dylan y ha construido su libro a perfecta medida de su imagen pública. No esperemos grandes claves para comprender los giros más incomprensibles de su carrera, señales para intuir sus desvanes ideológicos, narraciones de experiencias alucinógenas ni por supuesto anécdotas ni escenas galantes. Esto es Dylan, señores.

La primera sorpresa que depara Chronicles es, por lo tanto, su existencia. Pero no la última. Ahí queda otra tan evidente como gratificante: el libro ¡se entiende!. Algo que cualquiera que haya leído la que hasta ahora era única entrega bibliográfica del autor,Tarántula, no tenía tan claro: aquel amasijo de oscuros versos sin sentido aparente publicado a finales de los años 60 suponía una lectura azarosa, compleja y que raramente permitía llegar a buen puerto. No es el caso de este Chronicles, autobiografía poco convencional cargada de elipsis y olvidos voluntarios pero dominado por una escritura clara y reveladora. Sí, reveladora, porque la gran noticia posiblemente sea que el libro desvela cosas. No excesivas, algo evidente en un hombre que ha hecho de la reticencia a lo público la única constante de su carrera, pero sí las suficientes para satisfacer a cualquier seguidor curioso por la obra y/o el intrincado personaje creado por Dylan a lo largo de más de cuarenta años de carrera.

Consciente de la complejidad de resumir en unas páginas una azarosa carrera, el autor opta (hábilmentente) por romper el orden cronológico y decide centrar este primer volumen de sus memorias en tres momentos claves de su vida: el libro, por lo tanto, lo conforman tres pequeños ensayos independientes que retratan sus inicios como cantante recién llegado a Nueva York y dos de los momentos más oscuros de su carrera, la elaboración de los LPs New Morning y Oh Mercy.

Por partes. Los capítulos más voluminosos son los que Dylan dedica a rememorar su primera juventud (bajo los títulos Delimitando objetivos y El río de hielo), desde su salida de su Minessota natal hasta la firma de su primer contrato discográfico con la Columbia. UnDylan inquieto, en ebullición, que absorbe como una esponja cualquier influencia que le pueda ser de interés: los discos de viejos bluesmen, la literatura beat, los clásicos griegos, los musicales de Bertold Brecht y Kurt Weill. Todo interesa a un joven Dylan al que con rapidez comienzan a quedar pequeños los humeantes cafés del Village e incluso los estrechos márgenes en los que le permite moverse el mundo del folk. Es posiblemente el apartado del libro más cercano a una autobiografía al uso, en el que el autor hace repaso de gentes, situaciones y vivencias que marcaron los primeros años de una carrera fulgurante.

Los otros dos capítulos se muestran, sin embargo, mucho más alejados de la narración de vivencias y se refugian en sentimientos y percepciones. Son los dedicados a dos momentos mucho más oscuros y desconocidos de los que ninguna biografía ha conseguido desvelar datos más que a grandes trazos. El primero de ellos, La tierra perdida, se remonta a los años de Woodstock, finales de la década de los 60. Dylan ha alcanzado un inmenso éxito con un puñado de discos incandescentes que se convierten desde su mismo nacimiento en obras de referencia para toda una generación. El cantante comienza a encontrarse incómodo ante un éxito que le desborda, y aprovecha un accidente de motocicleta para retirarse de la vida pública y recluirse en su casa de campo con su mujer y sus hijos (“tenía muy poco en común con una generación de la que se suponía que era la voz”). Pero no consigue pasar desapercibido: sus seguidores más alucinados lo acosan incansablemente, la prensa lo sigue situando en portada al lado deKennedy, Gandhi o Castro, incluso un grupo terrorista toma su nombre de una frase de una de sus canciones. El cantante, acosado por todos los medios e incapaz de escapar del peso de su imagen pública, se ve obligado cambiar de residencia con frecuencia y llega a hacerse con armas para defenderse de las hordas de fans que asedian su casa. Es posiblemente el capítulo más sorprendente de este Chronicles, que muestra a un Dylan completamente al margen de un mundo contracultural que le ha erigido como cabecilla y del que dista de sentirse partícipe.

Cierra el libro Oh mercy, revisión de otro momento crucial en la carrera del cantante. Nos situamos en la segunda mitad de la década de los 80 y Dylan, tras una fugaz conversión al cristianismo más radical, comienza a sentirse incapaz de aportar nada nuevo a su obra e incluso de sobrellevar el peso de su propio pasado, envolviéndose en largas giras a las que no ve sentido y en las que la rutina comienza a asomar peligrosamente. Las páginas de Oh mercy ven a un Dylan prematuramente avejentado atrapado en las calles de Nueva Orleans preparando los ensayos de una gira con The Grateful Dead en la que ni él mismo confía en exceso. Hasta que una noche, pensando en la posibilidad de dejar definitivamente la música, ve en un local la actuación de un anónimo grupo de jazz que vuelve a darle energías para afrontar su carrera. Una enésima epifanía que Dylanemplea para decidir volver a la carretera y concluir poco tiempo después la elaborada grabación de un disco, Oh mercy, que será sin duda alguna uno de los más brillantes de su carrera.
Un libro, por lo tanto, construido como un mosaico en el que nunca se sabe si la siguiente pieza que va a mostrar el narrador permitirá completar una imagen general o sólo nos permitirá intuirla. El cantante opta por dejar de lado los caminos recorridos frecuentemente por otros autores y deja entrever episodios y momentos que sólo él conoce, hilando una narración ambigua propia de un artista del trapecio en la que se limita a señalar caminos que en muchas ocasiones no se decide a recorrer o que son de difícil disfrute para alguien que no transite con frecuencia los vericuetos habituales del cantante. Aun así, la prosa de Dylan conforma una narración hábil, inteligente, rica en detalles y en la mayoría de sus páginas brillante, y el libro ofrece una mirada sin precedentes sobre una vida que durante años no ha sido para sus seguidores más que una silueta de formas poco definidas. Pero Chronicles volume I es también un libro construido con ausencias, algunas de las cuales quizás se cubran próximamente: como su mismo título anuncia, el volumen es un punto de partida que se completará en los próximos años con dos nuevas entregas. El libro posiblemente plantea más preguntas que respuestas, quizás con alguna cortina de humo que cubre deliberadamente terrenos incómodos para su autor, como no podía ser menos en un texto de Dylan, pero sobre todo es un brillante monólogo, inteligente y honesto, una excelente narración cargada de imágenes visionarias y de la apasionante iconografía del cantante. En efecto, se echan de menos muchos episodios centrales en la vida del cantante, pero el libro desvela el lugar del que vienen muchas de sus canciones, qué era lo que vivía, leía, pensaba y escuchaba mientras las escribía. Y sí, éste es el libro que cualquier seguidor de Dylan soñaba con leer algún día.

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