Primavera Sound 2013. Te ofrecemos nuestras impresiones de la nueva edición del festival barcelonés

Intro

La reciente edición del Primavera Sound se ha vuelto a saldar con un innegable éxito de asistencia y una notable eficacia organizativa. El festival asegura que ya se ha alcanzado el techo de aforo y viendo con qué facilidad han vuelto a ocupar el fórum de Barcelona parece claro que no les va a costar repetir lleno tras lleno las veces que les apetezca. En menos de una semana ya saldrán a la venta los abonos para el 2014 y los más previsores que no presten atención pueden perderse la primera remesa de precios reducidos. Todo esto lleva a la conclusión que el Primavera Sound ha logrado consolidar su modelo en un contexto terrible para las ofertas culturales debido a la desastrosa gestión de los gobiernos actuales y pasados y sigue siendo una cita ineludible para todo festivalero patrio e internacional. Una magnífica noticia para cualquier buen aficionado a las músicas menos obvias y que sitúa nuestro país en un destino ineludible para la mayoría de las mejores bandas del mundo.

No pueden obviarse, sin embargo, los comentarios y críticas, procedentes en su mayoría de ese público mayoritariamente nacional y con más ediciones a sus espaldas, que aseguran que por el camino hasta convertirse en uno de los mejores festivales del mundo elPrimavera Sound ha perdido algunos de los detalles que lo hacían un festival diferente. Es obvio que cuando se duplica y hasta se triplica el aforo diario la comodidad se resiente y ésta se echa en falta en lo que debería ser lo más importante de todo: los conciertos y en la calidad de disfrute. Se acabaron esos tiempos que uno podía llegar a un concierto ya empezado y, sin molestar a nadie, alcanzar sin dificultad las primeras filas, o bien esos silencios respetuosos que eran el mejor acompañamiento para las propuestas más íntimas. Peor aún, aunque esto ya escape del ámbito de actuación de la organización, poco a poco una parte destacable del público entiende este festival como una gran ocasión para celebrar un botellón con algo de música de fondo sin importarle lo más mínimo lo que puedan molestar a los de su alrededor. Como otro episodio en el capítulo de quejas, la organización debería contar con antelación la más que probable cancelación de esos cuatro o cinco conciertos de cada año y ser capaz de ofrecer una alternativa más o menos a la altura sin confiarse en el inveterado sentido ibérico de la improvisación o escudarse en imponderables.

Pero el peor problema de esta edición ha sido la desagradable sorpresa de ofrecer un sonido que en muchas ocasiones no ha alcanzado los estándares de calidad al que el propio festival nos había acostumbrado. En los escenarios Heineken y ATP (éste último lamentablemente degradado a situarse en la explanada de fuera del recinto del fórum) eran frecuentes las interferencias de sonido entre uno y otro escenario cuando habían conciertos simultáneos. Parecido efecto, aunque afortunadamente en menor frecuencia, a lo que ocurría entre los escenarios Pitchfork y Vice. Incluso el propio escenario Primavera, el buque insignia del festival, adolecía en algunas ocasiones de falta de potencia y nitidez, un problema que se ha repetido en algunas ocasiones en otros escenarios y que, por ejemplo, en My Bloody Valentine alcanzó el grado de tragedia. Si bien estamos seguros que la organización pondrá medios para que los problemas en el sonido no vuelvan a repetirse, más difícil se nos antoja que el festival consiga volver a la sensación de intimidad y espacio de ediciones pasadas.

La buena noticia es que escogiendo bien los conciertos y los tiempos uno sigue teniendo la ocasión de disfrutar de magníficas propuestas en un entorno de calidad. Además el propio crecimiento del festival ha llevado a una oferta de más de doscientas bandas que configuran una interminable variación de elección por la que difícilmente nadie pueda sentirse interesado. Ofertas de festivales hay muchas, aunque cada vez menos y de menor calidad gracias a la interesada incompetencia del ministro Wert, así que cada uno es libre de elegir qué formato le interesa más.

El antiguo Primavera Sound es ya un recuerdo precioso pero el nuevo festival sigue siendo capaz de ofrecer una experiencia musical irrepetible. Hay que ir armado con más paciencia y saberse adelantar a la gran masa para alcanzar mejores puestos, incluso aceptar perderse alguno de los peces gordos para disfrutar con más comodidad de alguno de los muchos descubrimientos que heredamos tras cada edición. O bien, por qué no, dejarse de tantas tonterías y ponerse en las primeras filas a sudar con Nick Cave o pegar botes con Blur. La experiencia musical es muy amplia y el Primavera Sound se ha esforzado mucho en poder reunir a muchas de ellas. Para el año que viene ya hay confirmados a Neutral Milk Hotel que solo darán unos contados conciertos en todo el mundo. Muchos seguiremos criticando lo que no nos gusta o creemos que se puede mejorar pero también estaremos allí otra vez cantando «Holland, 1945».

Jordi Dalmau

 


 

Jueves 23 de mayo

El Inquilino Comunista – Escenario Primavera (17.40)

El Inquilino Comunista tuvieron la mala suerte de retirarse (no llegaron a separarse oficialmente) justo antes de la eclosión del indie en España. De haber aguantado algunos años más, quizás no estaríamos hablando solo de un grupo de culto que consiguió reunir a varios cientos de personas a primera hora del jueves, sino que hubiéramos tenido un firme candidato a los slots más privilegiados del festival. Profetas del noise en nuestro país, en su día llegaron a telonear a Pavement o Breeders, así que no podía faltar en el Primavera más noventero. Además,  a pesar de su veteranía (Santi bromeaba diciendo «¿Se nos ha pasado el arroz o qué?, mantienen intacta la energía suficiente para darle el color necesario a su magnífica mezcla de ruido y melodía. Enchufadísimos desde la primera nota, su concierto fue un derroche de actitud y guitarras en el que se dieron incluso el lujo de prescindir de alguno de sus hits («Brain´s Collapse»).

Iñaki Espejo-Saavedra

 

Poolside – Escenario Ray-Ban (18.30)

Poolside salieron cuando el sol aún calentaba el Fórum. Menos mal, porque si hubieran tenido que tocar más tarde y a escasos 8 grados, la electrónica para desfile de modelos en California que ofrece este dúo, hubiera quedado un tanto descontextualizada frente a espectadores abrigados hasta la frente. Hedonismo sin mucho recorrido salvo que fuera rumbo a Ibiza, nos quedamos con «Next to you» como respuesta en el caso de que alguien nos pregunte por una canción perfecta para una puesta de sol.

Iñaki Espejo-Saavedra

 

Woods – Escenario Vice (19.15)

No es que Woods tuvieran el honor (y la responsabilidad) de abrir esta edición del Primavera Sound, pero casi. A eso de las 19.15 del jueves, el sol que aún se asomaba por detrás de la estructura del Vice le dio el toque californiano que exige la propuesta de Jeremy Earl y los suyos. Delante de un nutrido público repasaron su último disco (con la preciosa «Cali in cup» brillando), así como el resto de su catálogo, perlado con alguna versión instrumental que se extendió hasta el infinito con dulzura. Inicio perfecto.

Víctor Meursault

 

METZ – Escenario Pitchfork (20.45)

A METZ les da igual la hora y el sitio en los que les pongas a tocar. Básicamente funcionan como un microondas. Su música, entre el hardcore y el punk, y lejos de cualquier punto de cordura, tardó en calentarse lo que tarda una bolsa de palomitas en empezar a explotar al calor.  Sólo tienen un disco, pero es de esos cuya existencia está unida exclusivamente a poder plasmarlo en directo.Epinefrínicos perdidos, metieron ruido a capazos y cumplieron (J Mascis puede ratificarlo, andaba por allí) aunque su propuesta en vivo esté hecha más para cuatro paredes que para el cielo abierto.

Víctor Meursault

 

Bob Mould – Escenario ATP (22.45)

El concierto de Bob Mould en el ATP empezaba sólo 10 minutos antes del de The Postal Service, al lado, en el Heineken. Cuenta la leyenda que hay un punto intermedio, cerca de la noria y relativamente lejos de los dos escenarios, en el que, si tienes suerte con el viento, puedes escuchar una amalgama de todos los sonidos del Primavera. En este caso, el exHüsker Dü se impuso a Gibbard y compañía. Muy buen sonido para un concierto de punk-rock sin muchas más pretensiones que las de disfrutar de un concierto mientras cenas.

Víctor Meursault

 

Postal Service – Escenario Heineken (22.55)

Con la calidad que tiene Give Up, el único y mítico disco de Postal Service, y lo anodino que resultó en directo. A ello también contribuyó el Escenario Heineken (por lo menos su parte izquierda, porque he oído de todo), cicatero en cuanto a volumen y a ratos una auténtica bola de sonido. Tampoco estuvo muy fino Ben Gibbard, más pendiente de contonearse y jugar a Pimpinela con Jenny Lewis (por cierto, menuda obsesión del realizador con enfocarle las tetas), que de imprimir un poco de alma en las canciones. A pesar de todo,  «Nothing better», «Silhouettes» y sobre todo «Such great heights», son canciones de tal tamaño que son capaces por sí mismas de deshacer cualquier entuerto.

Iñaki Espejo-Saavedra

 

 Menomena – Escenario Vice (00.30)

Con un excelente Moms bajo el brazo, los de Portland visitaban de nuevo el Primavera Sound, tras su (bastante penoso) concierto de 2008. Aquel día se presentaban en formato trío. Esta vez aparecieron sobre el escenario Danny Seim y Justin Harris con dos músicos extra, encargados del característico piano y la guitarra. En unos cuarenta minutos escasos les dio tiempo de resarcirse de su anterior actuación, con un setlist poco enfocado a festival y directo al corazón de los fans acérrimos, y dejar constancia del excelente momento en el que están: no solamente cuando hacen discos, sino también sobre el escenario. Sonaron enérgicos, robustos y milimétricos. Tal vez algo fríos, pero abriendo con «Strongest Man in the World» ¿a quién le importa? Las nuevas («Plumage», «Heavy is as Heavy does») encajaron a la perfección, las no tan nuevas («Five Little Rooms», «Queen Black Acid») se volvieron grandes sobre el escenario (¡esa guitarra!). Pero ay, luego están las míticas: «Rotten Hell» o una accidentada «TAOS», con las que cerraron. ¡Muy bien, chavales! En cada edición hay un concierto, uno, que se te hace demasiado corto. Este año, sin duda, fue el de Menomena.

Raquel García

 

Phoenix – Escenario Heineken (1.40)

M83 lleva algo más de un año encaramado al trono del indie bailable, pero que no se despisten porque Phoenix les siguen la pista como una auténtica bala. La última vez que vi a estos franceses fue también un jueves del Primavera, pero en aquella ocasión tocaron en un medio vacío Ray-Ban. En tres años y dos discos se han convertido por derecho propio en un grupo de masas, pero sin perder casi nada de encanto.  Elegantes y resultones en cuanto a música y puesta en escena, comenzaron dejando claro sus intenciones festivas. «Entertainment» y  «Lizstomania» supusieron un arranque vertiginoso, que dio paso a una fase de medios tiempos más contenida y centrada en su nuevo disco. Cuando aquello amenazaba con alargarse demasiado y apagar el ambiente que habían conseguido en el arranque, hicieron las delicias del público machacando con una sucesión de hits (sobre todo «1901»), aderezados de trucos variados: cañones de confeti, Thomas Mars apareciendo en mitad de los espectadores, J Mascis de Dinosaur Jr. tocando la guitarra… La próxima vez que les vea, me temo que será en el Palacio de los Deportes o en el Palau Sant Jordi.

Iñaki Espejo-Saavedra

 

 Animal Collective – Escenario Primavera (3.10)

Una de las bandas asiduas al festival volvieron a dar un sopapo con la mano abierta a los incautos que todavía siguen esperando que les hagan el concierto de confeti y fuegos artificiales donde bailar «Brotherspot» a pleno pulmón y que llevan esperando desde 2009. Esta vez hicieron un concierto de apenas una hora de duración, casi nada para ser ellos, que osciló entre la ortodoxia («My Girls») y la presentación de nuevos temas de su inminente EP así como para repasar parte del repertorio de su controvertido Centipede Hz (2012). El resultado fue ambiguo, dejando insatisfechos a los bailongos y a los que se rascan el mentón. La sensación general fue de insatisfacción más por lo que podría haber sido que por ofrecer un mal concierto, que no fue el caso en absoluto. Ambos bandos acordaron que no estaría mal que volviesen el año que viene a desempatar la partida.

Jordi Dalmau

 

Toundra – Escenario Vice (3.30)

Vaya por delante que, a pesar de que sigue sin convencerme programar a un grupo de rock instrumental a las 3.30 de la madrugada mientras en el resto de escenarios suenan máquinas y botoncitos, soy muy de cambiar esta tendencia que dice que a las tantas ya sólo vale la electrónica. En ese sentido, genial. Dicho esto, tal y como era de esperar, los Toundra se portaron; aunque sin teclista (y sin tocar «Requiem»), el concierto fue fantástico y la gente, bastante para las alturas a las que estábamos, vibró. Sin embargo, los problemas de sonido del Vice (ese limitador) que antes se habían evidenciado en Menomena, y al día siguiente en Matthew E. White, por ejemplo, deslucieron ligeramente el concierto.

Víctor Meursault

 


 

Viernes 24 de mayo

Mulatu Astatke – Auditorio Rockdelux (17.15)

El rey del ethio-jazz, duque del afro-latin y ayatolá del afro-jazz Mulatu Astatke ofreció uno de los grandes conciertos del festival en una de esas propuestas espaciales y de calidad que no debe dejar pasar el Primavera Sound. Fue alentador que un músico tan minoritario como el etíope fuese capaz de llenar hasta los topes el Auditori y provocar una reacción tan entusiasta. Llegó con una banda engrasadísima que se prodigó en solos a lo largo de sus temas que pueden alcanzar los quince minutos y el propio Mulatu al xilófono no dejó de mostrar que a sus setenta años sigue manteniendo el sentido de la improvisación intacto. Un concierto atemporal digno de los mejores años del festival de San Remo. Un auténtico lujo.

Jordi Dalmau

 

 Daniel Johnston – Auditori Rockdelux (19.30)

El cantautor Daniel Johnston actuó el viernes en el Auditori Rockdelux del Primavera Sound y rápidamente se terminaron los tickets para su concierto que costaban dos euros más la entrada. Pasados pocos minutos de la hora apareció en el escenario Johnstonluciendo una camiseta con la S de Superman y acompañado por una banda con bajo, guitarra y batería. Interpretó aquellos temas que lo hicieron tan conocido en los 80 como «Waking The Cow», «Casper The Friendly Ghost», «Devil Town» o «Speeding Motorcycle». Su aspecto demacrado con las manos temblorosas y su voz, que desafinaba, denotaban el tortuoso camino por el que ha pasado el músico a lo largo de su vida afectado por una enfermedad mental. A pesar de ello, un bromista y nostálgico Johnston consiguió emocionar y llegar a las más de 3.2000 personas que llenaron la sala del Auditori.

Pere Francesch Rom

 

 Django Django – Escenario Heineken (20.25)

Nada en contra de Django Django. Los pobres tuvieron que lidiar con un escenario que para nada les correspondía. Ver a los británicos en el Heineken era como ver a Maradona en el Nápoles, pero al revés. Todo demasiado grande. No es que vayan cortos de buenos temas (por supuesto sonó «Default»), pero es difícil enganchar al público cuando a cierta distancia tu propuesta se diluye en el viento. Fue todo demasiado neutral, muy Safri Duo en una lata dentro de un bidón en el fondo del mar.

Jorge Salas

 

Dexys – Auditorio Rockdelux (21.00)

No sé si el concierto de Dexys fue el mejor del Primavera Sound 2013, pero seguro que fue de los más especiales. Después de una vida un tanto agitada, Kevin Rowland lleva unos años purgando su pasado. Así que su último disco One day I´m going to soar (BMG, 2012), es un duro ejercicio de romanticismo y sinceridad hilvanado de pop y soul. El Auditori parecía el escenario perfecto, teniendo en cuenta además que la puesta en escena de Dexys no se limita a la música, sino que interpretan una pequeña performance teatral en cada canción. El resultado no pudo ser mejor. Dos horas increíbles de brillante mezcla de sentimientos, música y arte escénico que serán difíciles de olvidar.

Iñaki Espejo-Saavedra

 

 

The Breeders – Escenario Primavera (21.30)

Yo de más joven era un fan irredento de Pixies que vivió su separación como un divorcio. ¿La culpable? Evidentemente, Kim Deal. Por eso nunca sentí especial predilección especial por las Breeeders, aunque hay que reconocer que era mucho más apetecible escuchar en directo el Last Splash tocado con su formación original, que cualquiera de los discos en solitario de Frank Black. Aunque la tónica general fue bastante anodina porque Kim no está ni estuvo nunca para papeles protagonistas, disfruté como un enano la tripe corona del disco «Cannonball», «No Aloha», «Divine Hammer», y el remate de los Beatles «Happiness is a Warm Gun».

Iñaki Espejo-Saavedra

 

 

Solange – Escenario Pitchfork (21.35)

Solange no será tan famosa como su hermana Beyoncé, no será tan neumática ni, probablemente, mueva el culo con su gracia pero mientras duró el concierto nadie se acordó que iba a ver el concierto de «la hermana de» y se centró en disfrutar de un concierto de neo-soul y pop afroamericano como la copa de un pino. Tiene grandes canciones, una buena banda, baila genial, canta mejor y está para pagarle unas fantas. Lo extraño es que no esté pegando más fuerte pero por la audiencia y como ésta acabó bailando y sonriendo en la hora más fría del día más frío es muy posible que pronto acabe llegando a un público más amplio. Qué gran dúo haría con André 3000!

Jordi Dalmau

 

 

Tinariwen – Escenario Ray-Ban (22.45)

Cave y The Drones aparte, Tinariwen fue para servidor el mejor momento del Primavera. Esa sorpresa que siempre tiene todo buen festival que se precie. Mientras The Jesus & Mary Chain luchaban contra el viento del Heineken, y contra su propia idiosincrasia, estos tuaregs, pertrechados en el Ray-Ban (sonido impecable los tres días) como para soportar una tormenta de arena en el Sahara, montaron una fiesta importante. A mí, que no los había escuchado jamás, todas las canciones me sonaban igual. Igual de puñeteramente bien. El guitarra y cantante (una mezcla de Hendrix y Chuck Berry), y el bajo (al que sólo se le veían los ojos), mandaban sobre el escenario, aunque era otro el que alentaba a las masas con sus bailes. Una clase de rock, soul y funky pasado por las arenas del Sahara. Alá es grande.

Jorge Salas

 

 

The Jesus & Mary Chain – Escenario Heineken (23.00)

En dura competencia con J de Los Planetas, The Jesus & Mary Chain se propusieron dar el mejor concierto posible con el mínimo esfuerzo. Para jugar en esta liga, son condiciones imprescindibles canciones soberbias y una ejecución impecable. Los hermanos Reid cumplen ambas con creces. Afortunadamente solvente en cuanto a sonido, el concierto fue un continuo contraste entre el hieratismo del escenario y la expresa felicidad de un público encantado de escuchar en directo la historia viva del ruido y la melodía, «Head on», «Just Like Honey»…

Iñaki Espejo-Saavedra

 

 James Blake – Escenario Primavera (00.15)

El Primavera se llenó para ver a James Blake (incluida Lucía Etxebarría); aunque a algunos les interesaba más ponerse al día y hablar del tiempo (verídico) que escuchar la propuesta bipolar del inglés. A pesar de que juega con el menos es más tanto con su banda (se acompañó por un guitarra y un batería, y su teclado) como con su voz, lo primero que hizo fue desplazarnos unos 20 metros cuando el primer bajo nos golpeó en el esternón. Blake es otro de esos que funcionan mejor en sala, con distancias más cortas y el sonido más encapsulado. Fue un concierto lento y al trote, como de hall de hotel, pero levantó al público en alguna ocasión; tuvo algún chispazo ajeno a las extraordinarias «Limit to your love» y «Retrograde», que se guardó para cerrar.

Jorge Salas

 

Blur – Escenario Heineken (1.30)

Con el corazón en la mano, lo de Blur fue bastante mítico. Y no hablo de esos superlativos usados sin piedad últimamente en cualquier crónica. Me refiero al mismo concepto de mito. Esa mezcla de humano y de legendario; esa mezcla de genialidad y de exageración. Expectación, alegría, ansia y entusiasmo. Eso es lo que había en el ambiente. Discos míticos y temas míticos: Blur han firmado un montón de himnos. Y después de diez años, allí estábamos nosotros para que nos bombardearan con todos ellos, uno detrás de otro. En un ataque de mitomanía que ellos aprovecharon para lanzar ese cañonazo que es «Girls And Boys» nada más subir al escenario. Y desarmarnos.

Con la cabeza fría, el concierto fue bastante irregular. Imposible negar que lo dieron todo sobre el escenario: Damon Albarn en plan punk, Graham Coxon desenfrenado y ruidoso, Alex James con su elegante altivez y Dave Rowntree por el que parece no pasar los años. Más arrugas, claro, pero la misma actitud gamberra que en 1994. Y por si fuera poco, coro y vientos para acompañar. Hasta ahí, impecables.

Pero la voz de Albarn ya no es la que era (y eso que nunca ha sido gran cosa en directo). No llegaba a las notas más altas y le faltaba el aire cuando corría de punta a punta del escenario, por lo que algunos temas sonaron muy torpes («This is a low» es un buen ejemplo). Tampoco el sonido les acompañó: hacia la mitad del escenario, durante el primer tercio del set el sonido era demasiado flojo y había coros que no se distinguían. Y luego está el setlist, que en algunos momentos se hizo algo pesado. Y es que encadenar «Trimm Trabb» y «Caramel» no es que fuera muy buena idea. Por lo demás, no muchas bandas pueden meter en una hora y pico de concierto temazos del nivel de «Coffee & TV», «Tender», «Country House», «Parklife», «End of a Century» o «This Is a Low», les quede para cerrar con «The Universal» y «Song 2» y aún tengan temas para que cada uno de los presentes echara de menos alguno.

Así que no nos vayamos a poner ahora pejigueros, aunque técnicamente el concierto tuviera algunos peros. Porque todos sabíamos a lo que habíamos venido: a recibir nuestra dosis de mitomanía multitudinaria y festiva.

Raquel García

 


 

Sábado 25 de mayo

Josele Santiago – Salón Myspace Smint (19.30)

A la entrada del recinto, justo antes de la zona de las discográficas y las radios, en una esquina a la derecha, estaba el Salón Myspace Smint, un pequeño escenario pensado para conciertos de menor magnitud y volumen. Por allí pasaron bandas de diferente índole (La Familia del Árbol, Santiago Motorizado, Tokio Sex Destruction, Modelo de Respuesta Polar, Syberia). El último en ocuparlo fue Josele Santiago. Un señor. Un figura. Con una acústica, gafas de sol, barba y gorra se plantó allí y ofreció un concierto más digno que algunos en escenarios más grandes. Y lo hizo al grito de «cómo mola el folk». Cáustico y áspero, el cantante de Los Enemigos dio todo y más (un bis) a los muchos compatriotas que congregó en tan complicado emplazamiento.

Jorge Salas

 

 Chucho – Escenario Primavera (19.45)

La banda de Fernando Alfaro entró en el cartel de esta edición del Primavera Sound después que se cayera el concierto deRodriguez. Chucho ofreció en el difícil escenario Primavera un concierto potente, muy guitarrero y distorsionado, recordando muchos de sus hits de sus discos más míticos. Los momentos más estelares fue cuando interpretaron canciones de Tejido de felicidad como»Cirujano patafísico», «Revolución» y sobre todo «Magic».

Pere Francesch Rom

 

 Hidrogenesse – Escenario Vice (21.55)

Hidrogenesse ofrecieron en el Primavera un espectáculo muy parecido al de la gira de su último disco, Un dígito binario dudoso (Austrohúngaro, 2012), en el que mezclan canciones nuevas y antiguas, interpretadas todas ellas bajo el patrón que marca su último trabajo. Puro surrealismo y excentricidad, el concierto de Genís y Carlos fue una autoversión repleta de humor que con el público completamente entregado se convirtió en una auténtica celebración.

Iñaki Espejo-Saavedra

 

Camera Obscura – Escenario Ray Ban (23.30)

La alternativa al inmenso Nick Cave pasaba por Escocia y otro ejemplo más de la fecundidad que en cuanto a canciones pop ofrece el norte de Britania. Camera Obscura, habituales del festival,  aprovecharon para estrenar su próximo disco Desire Lines (4AD, junio 2013), cuyas melodías no desmerecen el altísimo nivel habitual del grupo. El mejor ejemplo posible de la belleza de la sencillez, los de Glasgow ofrecieron una alternativa redonda para quien no se atreviera a enfrentarse a la oscuridad del Escenario Heineken, en un concierto donde no hubo sorpresas y como siempre destacaron las deliciosas «Lloyd, I´m Ready To Be Heartbroken»  y «Frech Navy».

Iñaki Espejo-Saavedra

 

Nick Cave – Escenario Heineken (23.35)

Lo que se respiraba por las primeras filas del escenario Heineken minutos antes del concierto de Nick Cave y sus Bad Seeds hacía pensar ya que iba a ser gordo. De hecho, lo que se respiraba era poco oxígeno, porque aquello estaba más apretado que Daughn Gibson. Cave apareció tras el anuncio de que Neutral Milk Hotel era la primera confirmación del Primavera 2014, y nos dio una dosis de aquí y ahora. Encendido, con un par de bailes a lo Elvis de suburbio, el australiano tardó poco en encontrar el interruptor del público. A pesar de que empezó con «We no who U R» y una versión intensa de la magnífica «Jubilee Street» que alternó con el teclado (¿cuántas veces tiró el micro?), y de que deslizó un par de temas más de su último disco («We real cool», y el cierre con «Push the sky away»), Cave trazó un setlist de festival lleno de hits poderosos: «Tupelo», «Jack The Ripper», «The weeping song», «The mercy seat», ,… Con los Bad Seeds en forma (¿qué haría Cave sin Warren Ellis?), el de Victoria se marcó, no sólo el mejor concierto, sino la mejor interpretación del Primavera, con delirantes baños de masas en «Red right hand» y «Stagger Lee», donde hizo honor al clásico «dejad que los fans se acerquen a mí y me metan mano». Soberbio.

Jorge Salas

 

 

Phosphorescent – Escenario ATP (00.55)

Mientras la gran mayoría del público español abarrotaba el escenario grande para ver Los Planetas, la banda de Matthew Huckofrecía un concierto impecable. Poseído por el mismo espíritu que ocupó a Bob Dylan en el 1966, Huck se hizo acompañar por una banda excelente, en la que destacaban piano y órgano eléctrico, para reinterpretar sus canciones de la intimidad folk de sus discos al rock eléctrico. El cambio de formato les sentó de maravilla y confirma a Huck en el club de músicos para los que experiencia del directo siempre debe superar la grabación. El mismo Huck es un intérprete que sin grandes estridencias ni trucos de perro viejo se pone al público al bolsillo a la primera canción. Una lástima que contara con un slot tan desagradecido pero para los que nos acercamos a él lo reconocimos de inmediato como a uno de los platos fuertes del festival.

Jordi Dalmau

 

Los Planetas – Escenario Primavera (1.05)

Fue una de las citas estrella: Los Planetas interpretando en el escenario Primavera Una semana en el motor de un autobús. Un disco que ahora cumple 15 años y viene a simbolizar el espíritu y el estilo musical de un festival como el Primavera Sound. El grup indie granadino tocó entero y en el mismo orden su álbum más trascendental (con el permiso de Super 8). El directo demostró que el disco ha sobrevivido al paso del tiempo sonando aún igual de intenso y fresco. Los Planetas brindaron un final épico e inolvidable al concierto con una estruendosa «La Copa de Europa». Claramente, uno de los mejores momentos de todo el festival.

Pere Francesch Rom

 

 The Drones  – Escenario Vice (02.05)

Hay que ir a Australia. Apenas una hora después de que Cave nos sodomizara a distancia,  sus compatriotas de The Drones aparecían en la otra punta del recinto, como quien no quiere la cosa. Otros que supieron diseñar un setlist de festival casi perfecto, en el que apenas tocaron tres canciones («I see seaweed», «How to see through fog», «The grey leader») de su último disco, menos revolucionado. Gareth Liddiard y compañía reventaron el Vice, algo que se puede identificar con el momento en el que la baqueta de Mike Noga se partió en el rush final de su ya clásica versión de «River of tears». El set, una especie de actualización de su Live at the Hi-Fi, picó de casi toda su discografía: «The minotaur», el escándalo de «Six way to Sunday», la maravillosa «Shark fin blues» y un final salvaje con «I don´t ever want to change». Que alguien los haga vitalicios ya.

Jorge Salas

 

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