Recordando a Prince, el geniecillo de Minneapolis

El primer recuerdo que tengo de Prince es el de un señor bajito, con un bigote ridículo, amenazando ante las cámaras a Michael Jackson, entonces en la cima de su fama, con asaltar su trono. Ese fue el inicio de una gran rivalidad entre dos genios con trayectorias prácticamente paralelas, sin apenas puntos de encuentro pero con múltiples similitudes. Ambos fueron niños prodigio en el terreno musical, ambos triunfaron en la misma época, sus vídeos fueron muy comentados en su momento y constituyeron la avanzadilla que permitió la normalización racial en una MTV que nació muy escorada hacia el pop y el rock hecho por blanquitos y sin demasiada conciencia social. Ambos tuvieron también sus momentos bajos y, sobre todo, una errática trayectoria pasada la cúspide de su fama artística. Quizás también compartían demonios interiores.

Pero mientras Michael Jackson representaba el papel de Peter Pan, el niño que no quería crecer, Prince era todo lo contrario. Prince era pura sexualidad desatada, empezando por aquellas fotos en tanga con las que promocionaba su primer disco con cierta repercusión, Dirty Mind (1980), pasando por las letras de sus canciones, a veces bochornosamente explícitas, hasta sus actuaciones en directo, mucho más orgánicas y viscerales que las más mesuradas y técnicas de MJ.

La rivalidad entre ambos era notoria. Prince fue el único artista norteamericano importante de su época (salvo Madonna, que estaba de gira y le resultó imposible adaptar su agenda) que no apareció en el vídeo de «We are the world», el tema que Lionel Ritchie, Michael Jackson y su entonces inseparable Quincy Jones compusieron para el proyecto USA for Africa, con el que intentaban concienciar al mundo sobre el drama que entonces se estaba viviendo en zonas del continente negro como Etiopía, sobre todo. Prince fue invitado a unirse a la grabación, pero el de Minneapolis declinó la oferta alegando que no se hubiera encontrado a gusto junto a artistas tan importantes. Más tarde también se negó a aparecer en el videoclip de «Bad», en el que parece ser que Michael también le propuso que colaborara. Con ambos muertos, quizás nunca sabremos si en el fondo de esa rivalidad descarnada latía una sincera admiración mutua. Cuando Michael Jackson le puso Prince a su hijo, apenas cinco años después de que el de Prince falleciera con solo una semana de vida, era tan lícito pensar en un sincero homenaje como en un tocamiento de narices de muy mal gusto. Aunque tal vez, y quizás esta es la explicación más sencilla, fuera una simple casualidad y Michael sólo quería que su hijo tuviera un nombre regio.

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Mi mayor y casi único momento de enganche con Prince vino (como a casi todos) con la publicación de Purple Rain (1984). El tema titular se convirtió en ubicuo, pero el álbum guardaba muchos más tesoros: «When doves cry», «I will die 4 U» o una «The beautiful ones» que no se publicó como single pero que mostraba a un Prince devoto del soul. Un soul filtrado y modificado, eso sí, a partir de su singular punto de vista musical, pero aquella canción contaba con una primera parte tan sensualmente soul como pudieran serlo los mejores temas de Marvin Gaye o Al Green. A rebufo de Purple Rain, y de sus cinco singles de éxito, un álbum menor como Around The World In A Day (1985) tuvo también su impacto, pero para mucha gente fue con el tema «Kiss», perteneciente al disco Parade (1986), cuando Prince se instaló definitivamente en la cultura popular y en el triunvirato de íconos pop de los 80, junto a su rival Michael Jackson y a la también explosiva Madonna, con la que tenía aparentemente muchos más puntos en común, sobre todo la voluntad de provocar y la manera de llevar su propia carrera.

Tras publicar la que muchos consideran su obra maestra, Sign O’ The Times (1987), Prince siguió sacando por inercia temas y discos interesantes, pero pronto se enzarzó en una lucha con Warner que le llevó a boicotear su propia carrera, con cambios de nombre desconcertantes y maniobras muy erráticas (conocido es el escándalo que montó en el programa que Miguel Bosé presentó durante un tiempo en TVE) que, al menos así fue en mi caso, llevaron a cierta pérdida de interés en su persona. Cierto que siguió sacando discos, algunos con bastante enjundia, pero parecía claro que su mejor momento ya estaba muy lejos.

Furibundo defensor de sus derechos artísticos y legales, y más furibundo todavía detractor del streaming y de cualquier forma de que su obra llegara gratuitamente al gran público, apenas hay material legal (vídeos, canciones) que se pueda encontrar en Internet sobre Prince, lo que seguramente tampoco habrá contribuido a que las nuevas generaciones se engancharan a su figura.

Solucionados sus conflictos legales, y sobre todo en los últimos años, Prince tuvo un renacimiento que le llevó de nuevo, aunque seguramente más por su fama pasada (y por sus todavía incendiarios directos) que por su obra reciente, bajo los focos. Su proyecto con 3rd Eye Girl parecía ciertamente interesante aunque, como muchas veces a lo largo de su carrera, Prince seguía con problemas para separar el grano de la paja. En cualquier caso el llamativo icono ochentero y hortera ha ido dejando paso a un artista en su madurez que resultaba admirado sinceramente por su trayectoria, y que finalmente había sido reconocido como uno de los mejores guitarristas de la historia, incluso por leyendas como el mismísimo Eric Clapton. En estos días seguro que habréis visto en decenas de sitios el famoso vídeo del homenaje a George Harrison en el que Prince da rienda suelta a su afán de protagonismo y se come el escenario ante la admiración de gente como los mismísimos Jeff Lynne, Tom Petty o Steve Winwood.

A los 57 años Prince nos ha dejado, y aunque hubiese sido casi imposible que volviera a alcanzar las altas cotas de excelencia que logró en los 80, es inevitable pensar que se nos ha ido demasiado pronto y que todavía tenía años  por delante que, quién sabe, igual nos hubieran dejado alguna que otra sorpresa. Lamentablemente, no sabremos nunca qué hubiera hecho Prince en un futuro; por fortuna, sí que sabemos lo que hizo en el pasado. Descanse en paz.

Un comentario en «Recordando a Prince, el geniecillo de Minneapolis»

  • el 23 abril, 2016 a las 4:04 am
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    El Mozart del siglo XX. Little red corvette, Take me with you, When you where mine, Raspberry beret, I Could never the place, I would die for you, Pop Life, Beautiful ones, Diamonds and pearls, 1999, Whe doves cry, Alpahabet st, Paisley Park, Let’s go crazy, Scandalous. EL musico mas fascinante del mundo, tanto en lo visual como en lo musical. Muy irregular eso si, y como persona un creido tremendo. Pero genio autentico al fin y al cabo.

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