Ryan Adams – Prisoner (Pax Am Records)

En mayor o menor medida, todos los que hemos seguido a Ryan Adams desde sus inicios nos hemos sentido decepcionados con él en el trascurso de su carrera. Tras los soberbios Heartbreaker (2000) y Gold (2001) parecía haber llegado el nuevo mesías de la música de raíz norteamericana, pero el estadounidense nunca quiso –o supo- desempeñar ese papel. Empeñado en auto sabotear sus directos por vía etílica, sus erráticos álbumes posteriores a Demolition (2003) han ido consiguiendo que perdamos la fe en él casi por completo, aunque siempre nos quede un resquicio para la esperanza. Talento tiene, de eso no hay duda. Otra cosa es la actitud.

Tras tres años sin publicar material propio -un mundo teniendo en cuenta su ritmo de producción-, el bueno de Ryan se enfrentaba a su personal álbum de divorcio, una vez disuelto su matrimonio con Mandy Moore. Si por su carácter inestable y peligrosas aficiones el de Jacksonville siempre ha sido una bomba de relojería, ante esta circunstancia cabía esperar cualquier cosa. Los optimistas pensábamos que el desamor podría encender de nuevo la mecha de su perdida inspiración, pero no ha sido el caso.

Y eso que el disco arranca a lo grande con “Do you still love me?”, enérgico himno con vocación de estadio donde escuchamos al Adams más inspirado y auténtico, con una intensidad que raramente vuelve a asomar en el resto del minutaje. Tras ella, la titular “Prisoner” retiene nuestra atención con sus guitarras cristalinas y lamentos marca de la casa. El problema viene a partir de aquí. Según ha declarado el artista, la producción no le ha preocupado en exceso, centrado como estaba en pulir partituras y letras. Como en sus peores tiempos -el planísimo Rock N Roll (2003) era infumable-, los vicios del AOR engullen la personalidad de unas canciones que intuyen potencial. Pienso en “Shiver and shake” y “Doomsday”, que pasan sin pena ni gloria teniendo madera de hits o “To be without you”, con ese prometedor arranque cercano a la americana de sus inicios que termina sucumbiendo presa del aburrimiento.

En un amago de remontada final, cierra el álbum la atinada dupla “Tightrope”/” We disappear”, donde juega acertadamente con su melancolía entre breves brumas de electricidad, recordándonos el gran disco que podía haber sido pero no es. El resultado final, sin ser un despropósito, resulta ciertamente decepcionante. Quizá solo sea cuestión de expectativas: seguimos esperando otro Heartbreaker cuando en realidad su límite está en Prisoner. Seguiremos atentos por si acaso.

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