Scott Walker – The Drift (4AD/PopStock!)

Más de diez años de silencio, diez años entre tinieblas, sin saber sin vería la luz o no el nuevo trabajo de Scott Walker. Por fin podemos disfrutar –o padecer- las excelencias del devastador The Drift.

Quizá para muchos hablar del genio que ya mudó su piel hacia la opresión asfixiante en mitad de los noventa con Tilt sea algo inaudito o simplemente una laguna que deberían irremediablemente llenar. Los que creen que el riesgo y la vanguardia artística es escuchar el último disco de Liars y que una voz sugerente y personal es la de Antony, debieran acercarse con detenimiento a este Leviatán sónico.

Hablar de oscuridad y opresión es ya tópico con determinados autores y estilos musicales, y en este caso sería quedarse en la superficie de un ente inabarcable, complejo, riquísimo, feista…por poner alguna analogía diré que es lo más cercano que recuerdo a aquella obra magna que fue Defixiones: Will and Testament, Orders from the Dead de la histriónica Diamanda Galás y que el nivel dramático de la voz de Scott Walker raya lo conseguido por Johnny Cash en los albores de su vida con las memorables American Recordings.

¿Exageraciones? No lo creo, sólo se podría articular un obra como ésta si se fundamentara en unos cimientos sólidos, y conste que estos lo son, y mucho: un compromiso social que hace desfilar por sus surcos a distintos culpables de la decadencia del vetusto monstruo occidental (Mussolini, Milosevic, el terrorismo mundial) que desfilan estrambóticamente mediante hipérboles de ruidismo e inquietud a través de mutaciones orquestadas constantes. Una espiral descendente hacia el vacío, un extenuante viaje a los pozos del alma humana donde conviven la culpa, la redención y el castigo.

Un producto de quilates dirigido a un oyente exigente y sibarita, el que no se esconde de la miseria cotidiana que brindan los mass-media, el que no huye de su mediocridad y acepta el papel de absurdo peón en el engranaje fatídico en que vivimos inmersos.

The Drift es una oda al terror, una prueba de fuego que convierte otros ejercicios de estilo y búsqueda creativa –ponga aquí cada cual el listado que desee- en vergüenzas para gente moderna. Mucha pena da que un ilustre anciano venga a dar lecciones de integridad personal y artística a los cada vez menos jóvenes que tiramos de los despeluchados jirones de un mundo que se nos resbala de las manos.

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