Standstill – La Cúpula de Venus (Barcelona)

Tocaba decidir si lo importante eran los goles o los colores, y mientras el universo seguía en pleno ronquido viendo como veintitantos jóvenes ricos perseguían un balón (Barça-Madrid), cerca de 200 disidentes teníamos el gustazo de vivir la presentación en sociedad de Vivalaguerra, el último trabajo de Standstill.

La propuesta era arriesgada. La Cúpula de Venus es un espacio inédito y circular dónde la gente tomó el centro. Una vez el público acomodado, los miembros de la banda comenzaron a salir de nadie sabe dónde con sus instrumentos, y se colocaron rodeando el circulo, separados entre sí por 4 o 5 metros.

Mis miedos se hicieron realidad pronto, pues el sonido fue difícil, por intentar ser generosos. Si al final creíamos que sonaba bien era simplemente porque nuestros oídos se habían acostumbrado, algo que suele pasar cuando algo te acaba gustando de tanto escucharlo… Pero qué quieren que les diga, cargar contra el concierto por culpa del sonido no tendría sentido, pues ni la banda ni el técnico ni el público tenían la culpa. Daba igual. Standstill estaban allí para llevar su ya de por sí arriesgada propuesta hasta un límite nunca conocido.

Y disfrutamos con tanta intensidad («La Risa Funesta»), con momentos violentos («La mirada de los mil metros»), momentos íntimos («Sí, quiero»), momentos festivos inusuales en Barcelona («¿Por qué me llamas a estas horas?»)… Todo esto enmarcado en un concierto que jugaba con las luces, los colores y la oscuridad de una manera perfectamente ejecutada y que denotaba un trabajo, un esfuerzo y un cariño que bien
valía ese lleno.

Tocaron íntegro Vivalaguerra y pudimos comprobar el agujero que sus disparos han creado en los corazones y las mentes de sus seguidores. Es lo bonito de la música, que a veces la reacción del público llega tarde, pero llega, aunque sea a costa de un disco que no es, ni de lejos, el mejor de su carrera.

Surgirán voces que, tras llenar dos días seguidos y observar el grado de implicación del público, comiencen a pensar que hemos ‘perdido’ a Standstill para la ‘escena independiente catalana’. Posiblemente sea cierto. Pero el pase/corto final, con declaraciones de los miembros que pasaron por la banda, demuestra lo difícil que ha sido llegar hasta dónde están. Por eso, cualquier éxito que llegue a Standstill será poco y ante todo, será merecido. Y será el pago que le debe la música nacional a una banda que sigue abriendo camino a base de inteligencia.

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