Telekinesis – Dormarion (Morr Music)

Los altibajos emocionales de Michael Benjamin Lerner protagonizaron los dos primeros trabajos de Telekinesis. Dos discos sencillos y directos, efectivos y entretenidos. Alegre y luminoso uno, rabioso y oscuro el otro. Instalado ahora en la plácida comodidad del hombre adulto, Lerner dedica este tercer trabajo a fundir su faceta ruidosa de powerpop energético con su vertiente más optimista. Y para ayudarle a ampliar su paleta de sonidos ha contado con la producción de Jim Eno (Spoon), mucho menos enfocado al guitarreo efectista que Chris Walla (Death Cab For Cutie), quien le produjo sus dos discos anteriores.

Dormarion es un disco continuista en el que Lerner busca no estancarse en su propia fórmula a base de añadir matices a sus temas. El powerpop y el grunge de los noventa siguen siendo la fuente principal de inspiración de su sonido, pero para Dormarion las referencias se amplían a la década de los ochenta, dando más protagonismo a los sintetizadores para crear ambientaciones etéreas en «Ghosts and creatures»; jugueteando con los ritmos electrónicos en «Even True» o experimentando con el tratamiento de las guitarras en «Wires».

Incluso en los temas más clásicos, los que mantienen su característica guitarra distorsionada y sus ritmos energéticos, Lerner se muestra un poco más sutil y entrega temas más completos e intensos, con más profundidad, como la enorme «Laissez-faire» o «Little Hill», con guiño a Elastica incluido. Es de agradecer que Telekinesis se mueva más allá del parapá.

Pero la plácida comodidad del hombre adulto tiene un serio inconveniente, y es que conduce inevitablemente a la monotonía. Y aunque Lerner ha puesto toda su buena voluntad en investigar nuevos sonidos y añadir matices diferentes, no consigue salir de la zona de confort. Ya no hay entusiasmo post-adolescente desmesurado ni la miseria del corazón roto y eso se nota en algunos temas previsibles e inofensivos. No es que Telekinesis haya sido nunca de canciones que te atraviesen las entrañas, pero muchos de los temas no tienen el encanto anterior y, lo que es peor, han perdido fuerza y espontaneidad. Ahí está como ejemplo la tontorrona «Lean on me». O «Symphony», que quiere sonar preciosa, pero que está a mucha distancia de «I saw lightning» (del debut) o «Patterns» (del 12 Desperate Straight Lines).

Dormarion es un disco  que contentará a los fans que son felices con la ausencia de sorpresas. Tiene un sonido compacto y robusto, (he aquí la mano de Eno) y un puñado de buenos temas («Laissez-faire» es incluso muy bueno). Pero le falta un punto de riesgo, ese pequeño empujón hacia terreno desconocido que evite lo que precisamente más desea Michael Benjamin Lerner evitar, el temido estancamiento. 

 

 

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