The Julie Ruin – Hit reset (Hardly art)

Si hay que mencionar un nombre clave del movimiento contracultural conocido como Riot Grrrl, no cabe duda que es el de Kathleen Hanna. Al frente de la incendiarias Bikini Kill, una de las bandas fundamentales a la hora de reivindicar el papel de la mujer en el punk-rock más incendiario y salvaje de los 90’s- selló para siempre su importancia junto a otros grupos de féminas como L7, Babies in Toyland o Sleater Kinney por mencionar sólo algunos.

Es curioso como la corriente más corrosiva, desafiante y, definitivamente, más nerviosa y viva del panegírico sonoro de los 90’s parece haber pasado a mejor vida como si nunca hubiera existido. Sin lugar a dudas una de las mayores injusticias palmarias de la historia de la música moderna con muy pocos visos de cambiar en el imaginario colectivo de las audiencias contemporáneas.

Todo esto viene a que las posteriores reencarnaciones de La Hanna en busca de ese papel contestatario han ido mutando a la par que lo han hecho los tiempos. Ahí están Le Tigre, una suerte de dance-punk a las formas de lo que luego serían a un nivel más exitoso Gossip sin tanta pompa y circunstancia, obviamente, y la banda que nos ocupa: The Julie Ruin, proyecto que en su origen fue una aventura en solitario de nuestra protagonista en los últimos años noventa.

Hit Reset (16) es su segundo lanzamiento tras tres años de silencio. Su debut Run Fast (13), sin ser una obra capital, la verdad es que conservaba el nervio, el grito y la actitud requerida y reconocida de una banda de estas características; una lógica y atractiva continuación de Le Tigre. Suciedad lo-fi, punk underground pringoso y hedonismo con conciencia.

Su nueva colección de canciones nos brinda una suerte de indie-rock edulcorado a la par que fresco con las dosis de punk gripadísimas y una producción más aseada. Vamos, muy en consonancia con esta época aséptica y lacia en cualquier aspecto de la sociedad donde queramos introducir el bisturí para ver qué hay dentro. En cierta forma, una pena; pese a contar con temas resultones de cara a la pista como “I decide” o “Mr. So and so”, el ataque frontal de “Be nice” o el hecho de conservar líricamente las proclamas vocales de denuncia hacia un mundo plastificado y dormido, la sensación de intrascendencia –eso que otros se atreven a llaman equivocadamente diversión- es difícil de evitar.

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