The New Christs – El Sol (Madrid)

Hubo un tiempo en el que el Rock Australiano era, por derecho propio, toda una institución. Como si de un estilo musical se tratara, un estado dentro del estado, Rock con mayúsculas dentro del mundo del Rock. No es ninguna exageración, ya podían hacer Power Pop, Garage, Punk, Rock & Roll a secas, daba igual lo que tocasen, el caso es que se les notaba que eran australianos.

Lime Spiders, Bored, Seminal Rats, Hoodoo Gurus, The Chevelles, Radio Birdman, Celibate Rifles… Algunos de ellos desaparecidos y otros en activo, lo cierto es que cualquier maldito disco que cogieras de estos grupos, con solo escuchar unos acordes, sabias que estabas ante un  puñetero grupo de las antípodas. No sabría, a ciencia cierta, explicar el porqué, pero la calidad y ese sonido hacían de esas bandas algo inconfundible.

Todo cambia y no siempre a mejor, esa nueva ola de bandas australianas que tuvieron su momento álgido en la década de los ochenta y primeros noventa, fueron desapareciendo, y si bien es cierto que hoy hay algunos ejemplos de buen Rock (Mass Cult, Russian Roulettes…) nada es lo mismo. No se tomen esto como la típica charla del abuelo cebolletas, es una realidad.

Menos mal que sujetos como el que nos ocupa y su banda, se mantienen al pie del cañón, inasequibles al paso del tiempo, y proclives a caer una y otra vez en el mismo error; esto es hacer la música que les da la gana sin importarles si venderán más o menos. Y es que Rob Younger lleva en esto del Rock casi cuarenta años, primero con una de las bandas claves de la historia del continente de los canguros, y por extensión influencia para multitud de bandas en todo el mundo, eran (claro) Radio Birdman, y después con New Race y New Christs.

Tan solo unos pocos cientos de almas tienen la fortuna de haber asistido al concierto de los australianos el otro día en El Sol. Me podría decantar por el típico discurso “Muchas camisetas veo yo por ahí de Radio Birdman, pero luego la gente no va a los conciertos” y puede que sea así. Pero seamos realistas, no hay relevo generacional para depende de que grupos. Me pongo a pensar que tipo de jóvenes pueden estar interesados en ver a: un cantante con pinta de chalado que podría ser su abuelo, dos guitarristas más que notables (Brent Williams y Dave Kettley) con caras de pocos amigos, un bajista con pinta de profesor de instituto norteamericano con una presencia más que patosa sobre el escenario, y un excelente batería (de los Celibate Rifles, por cierto) empeñado en sacar chispas de la caja y el bombo.

Sea como fuere, el caso es que el quinteto dio un concierto de los que se quedan ahí, en algún lugar de tu mente. Claro que la banda podría haber ido por el camino fácil,  tocando y sacando rédito de su mejor trabajo, Distemper (del que solo sonaron: “Coming Apart”, “No Way on Earth”, “I Swear” y si la memoria no me falla “Another Sin” ) pero no lo hicieron, demostrando así su calidad musical a base de Canciones: “I Come Cheap”, “The Party Died”, “These Reasons”, o la imprescindible “On Top of Me”, canción con la que a un servidor se le cae siempre la baba.

Casi dos horas de concierto que me parecieron veinte minutos, un grupo de aficionados que no eran capaces asimilar que todo había terminado, una banda con querencia a hacer feliz a su público, aunque sea escaso, unos bises nada premeditados, a juzgar  por lo que vimos, con una estupenda versión de los británicos Magazine («Soth by Both Sides») y un medley de canciones entre las que estaba “Down on the Street” de la Iguana y sus Stooges.

Todo eso, amigos, te hace sentir vivo. Y eso es mucho.

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